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Viglietti: voz y vena del canto latinoamericano

Viglietti: voz y vena del canto latinoamericano

La presencia reciente del cantautor uruguayo Daniel Viglietti Indart (Montevideo, 1939) y su concierto en la Casa del ALBA Cultural me puso a pensar, sobre todo a recordar. Allí el 9 de este agosto participó de un encuentro con cantautores de ayer y de hoy. Es, desde hace décadas, uno de los mayores exponentes de la Nueva Canción Latinoamericana, identificada esta por su compromiso con la problemática actual de dicho continente.  Heredero de padre y madre consagrados al arte musical, Daniel no tardó en acercarse a la escucha de los clásicos, desde el piano de su progenitora Lyda y la guitarra de su padre Cédar. A edad temprana inició su formación académica para luego dedicarse al más auténtico quehacer de un músico de su época: cantar y componer para su pueblo. Su música, matizada por su indiscutible mensaje social, pronto le acarreó conflictos con el statu quo de su patria, Uruguay, ya que siempre ha sido y es un denunciante de las injusticias, fundamentalmente las padecidas por las sangrientas dictaduras militares que asolaron al país suramericano y que a él – como a miles – costó una cuota de prolongado exilio.
Ser humano plenamente convencido de la función social del arte, y en particular de la música, ha sabido plasmar las tribulaciones y penas de los más pobres, unidos esos aconteceres a los cruentos desenlaces impuestos por la rebeldía popular y el empecinamiento oligárquico.
La música de Viglietti, si bien insertada en una época y realidad particulares de la historia uruguaya, resulta fácil de interpretar y “apropiar” por las naciones vecinas que, como la suya, padecieron una oleada de gorilazos – groseramente unas veces, solapadas otras bajo un solapado matiz “constitucional”, - reflejo más que de un país en particular, de todo un contexto regional. Afortunadamente todo eso es agua pasada en la historia suramericana, aunque yace latente el germen de su – ojalá que no - probable resurgimiento.
Lo que tal vez pocos sepan es que Daniel Viglietti, además de compositor e intérprete, es también un intelectual de reflexionar profundo. Un arte como el suyo precisa de esto, y pienso que la condición de Viglietti como pensador y estudioso del quehacer musical en su patria y otras partes de la América Latina dan fe del talento, la creatividad y el original contenido de sus canciones.
Soy seguidor  apasionado de su música, como la de Violeta Parra, Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, Patricio Manns y tantos nuevos exponentes surgidos desde sur del Río Bravo a Tierra del Fuego; lo mismo de esa música como de los poemas de César Vallejo, Pablo Neruda y de su compatriota Mario Benedetti (1920 – 2009). A Daniel lo sigo en la música lo mismo que en la reflexión fruto sus investigaciones y de esa “vida vivida para contarla” – más que parafraseando al Gabo -  y que derrama riqueza expresiva al tiempo que invita a pensar.
Viene a mi mente un ensayo escrito por Daniel que titulara “La canción, testimonio de una historia” (*); pienso que el título por sí mismo denota el compromiso social y estético de tan prestigioso artista. Comienza Daniel afirmando que… “Se puede contar la historia de los pueblos de América Latina y del Caribe cantando. La canción, esa forma aparentemente mínima, llena de máximas y de sentimientos, conjunción de la música y de la palabra, atraviesa como un relámpago los siglos de nuestro continente”…
Conocedor de la escasa instrucción escolar de sus coterráneos, en este ensayo que data del año 1986, también aseveró: …“En un continente con altos niveles de analfabetismo la canción puede leerse con los oídos. A ello se suma el progreso tecnológico en materia de receptores de radio portátiles y su creciente popularización, multiplicando ese efecto como de mano que siembra”… No olvida el autor la ascendencia aborigen del mestizaje en América Latina al expresar con visión abarcadora lo siguiente: “Ese transcurrir histórico que viene desde los sonidos del arco musical indígena hasta el casete grabado por un intérprete de la nueva canción, pasa por etapas cuya enumeración desbordaría la extensión del presente artículo”…

Daniel Viglietti no ha sido ni es ajeno a la diversidad de las realidades sociales en América Latina; por ello sabe plasmar esa visión de diversidad y circunstancias que impelen a la creación musical de acuerdo a la particularidad histórica y geográfica. Hace un cuarto de siglo, en el mismo ensayo, comentó: … “En el río de la llamada Nueva Canción hay diferentes corrientes. A fines de los años 50 y en la década de 1960 la Revolución Cubana, Che Guevara, la experiencia chilena brindarán la ocasión para que se desarrollen los mensajes más directos, más intencionadamente políticos”… Luego añadió: …”Poder cantar ´desde el poder´ será la original expresión de la Nueva Trova Cubana, con el intento de hacerla con exigencia e imaginación, sin caer en las tentaciones de la apología. Es en el plano de la letra donde ese trabajo dará mejores frutos con un nivel poético que no limitará la comunicación, incluso con otros públicos latinoamericanos. En el plano musical, en un medio tan marcado por viejas influencias colonizadoras…”, la Nueva Trova comenzará a abrirse su propio camino a partir de su trabajo con el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y con el compositor Leo Brouwer como orientador de los primeros pasos de las voces fundadoras: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola…” Nombres a los que se suman Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, los hermanos Vicente y Santiago Feliú, así como una nueva generación de nuestra canción trovadoresca cubana y latinoamericana, por extensión. La visión de Viglietti se cumplió en la Nueva Canción Cubana que, sin dejar de cantarle a la heroica lucha de los cubanos por preservar su independencia, tampoco se mantiene al margen del compromiso crítico por errores que conlleva todo proceso en el cual participan grandes conglomerados humanos que, aunque unidos en un ideal, no puede sustraerse a sus modos diferentes de interpretar y asumir una misma realidad, con la ventaja de señalar y manifestar sus sueños sin el peligro del confinamiento o la muerte; cantando con un sentido de pertenencia escasamente visto a través de la historia.Es una suerte contar con Daniel Viglietti de regreso por la mayor de las Antillas, y considero en  el orden personal que tanto los cantautores, estudiosos del tema como público en general, estamos urgidos de una relectura de esa música que es reflejo y compromiso de una época. Cierto que los tiempos cambian; los problemas de hoy, las aspiraciones y las luchas populares de este siglo XXI – no ya tan recién estrenado – demandas nuevas formas expresivas, sonoridades diversas y replanteamiento de nuevos y viejos desafíos. Pero de lo que no cabe duda es que la herencia de la Canción Social Latinoamericana es y será la misma, signada por el empuje hacia lo nuevo, la inconformidad, los sueños viables a fuerza de su ingenio creador y, sobre todo, un compromiso irrevocable con la altura estética que le tocó heredar
(*) “La Canción, testimonio de una historia”, Daniel Viglietti, “El Correo de la UNESCO”, Abril 1986, Año XXXIX, p.9

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