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Participación e inclusión en la radio

Participación e inclusión en la radio

Acabo de leer los dos valiosos artículos de la colega Ana Teresa Badía sobre la participación en la radio. Se trata de una valoración exhaustiva de lo que puede y debe ser este medio tan maravilloso por su inmediatez y riqueza de recursos.
Comienza con una reflexión de cómo el teléfono fue una de las principales vías para popularizar la participación de la audiencia radial; sumemos al teléfono las innumerables cartas y telegramas, aunque estos nunca con la dinámica del primero.
La era digital y el aporte del llamado periodismo ciudadano a través de las redes sociales constituye un desafío a las formas tradicionales de información, periodismo y radiofonía; avance que lamentablemente ha provocado drásticas reducciones presupuestarias en las transmisiones de onda corta que unían a seres de latitudes distantes.
En un mundo digitalizado, incluyendo los países con elevado nivel de desarrollo, el acceso a Internet  continúa siendo inasequible para centenares de millones de personas que por razones obvias no pueden sacrificar el estrecho presupuesto alimentario para dedicarlo a la Red de Redes. Se trata de una paradoja mundial del desarrollo, cuando la mayor parte de las riquezas va a manos de unos pocos.
Los menos favorecidos económicamente podían enterarse –  aunque parcialmente - del mundo que les rodea gracias a la radio de onda corta. Hoy viven más enajenadosque antes, mientras los soñadores de la digitalización se enternecen encima de una nube mágica acolchonada de ilusiones.
La radio, por naturaleza, es participativa, afirman los más encumbrados estudiosos del medio.La radio, por naturaleza, es participativa, afirman los más encumbrados estudiosos del medio.La radio, por naturaleza, es participativa. Así fue en sus inicios, pese a las limitaciones tecnológicas inherentes a la época de su surgimiento; hasta que la publicidad comercial y la profesionalización de sus ejecutores, poco a poco, desdeñaron lo medular de esa esencia en nombre de la complejidad. La radio primada fue también esencialmente comunitaria, diseñada para  satisfacer inquietudes y necesidades locales.
Nuestra radio desde hace buen tiempo – y ahora más – trabaja por recobrar, ampliar y fortalecer su naturaleza participativa. Sin embargo, reconozco que es una laboral tiempo que encomiable, sumamente complicada. No inalcanzable, pero sí difícil y de progreso gradual.
El carácter participativo que requiere nuestra radio depende, en primer lugar, de un cambio de mentalidad de sus actores internos y externos. Sabemos que la radio por décadas ha sido merecedora de un reconocimiento y respeto tales, al extremo de que resulta incómodo para muchos emitir cuestionamientos acerca de ella, y para otros – desde dentro - aceptarlos.
Algunos públicos se acostumbraron a admitir que algo es cierto e infalible porque se dice a través de la radio, y muchas veces ha sido así. Esto no deja de ser acicate como reflejo del elevado nivel profesional logrado, pero al mismo tiempo ejerce efectos de cierto modo paralizantes en cuanto a la posibilidad de probar a insertarse en el debate difiriendo del criterio emitido por el medio.
Algo más por vencer es el sentido de verticalidad que ha caracterizado muchas veces al mensaje radial y, por extensión, de la información suministrada a los públicos. Durante mucho tiempo, desde que la radio asumió carácter comercial y luego de orientadora político-social, se establecieron – primero - relacionesanunciante-consumidor y luego sujeto-objeto; esto, en algunos casos, coyunturalmente necesario por la realidad histórica, pero evidentemente con la tendencia a enquistarse e impedir nuevas fases de desarrollo.
El radialista llegó a sentirse alfarero, al tiempo que el público sintió – y admitió cómodamente y de buena gana – ser la arcilla. El papel de la radio educadora, orientadora, informadora y depositaria de la verdad social, política, histórica y económica de una época, de cierta manera ha puesto involuntariamente valladares a una manifestación plena del componente participativo. 
Esos obstáculos no se superan de la noche a la mañana.
Es importante el cambio de mentalidad de todos los radialistas y del público, al tiempo de caer en la cuenta de que una participación plena y activa a la cual se tiene legítimo derecho y es deber ciudadano, deviene posible y necesaria sin que por ello se transgreda en lo más mínimo la dignidad que implica el ejercicio de la profesión. 
Es premisa modificar el estilo de pensamiento que asume que el medio “se las sabe todas”; que “somos los más y mejor informados” y que el aporte de los públicos externos solo es lícito mediante una más que otra tímida y muy pensada opinión, solicitar algún favorito, o el desgastado agradecimiento “por la buena labor que están realizando”.
Cierto es que la radio ha ganado su prestigio en buena parte por sus cualidades y virtudes ya mencionadas, lo que no implica que los actores que están del otro lado del radiorreceptor también posean “su propia sabiduría”, “su visión de la verdad”, “su criterio propio”  - tampoco infalible - sin someterse a la espera de que el locutor o el productor dé el visto bueno de si sus planteamientos, sean o no válidos, o en el peor de los casos merecedores de una desacreditación pública o desatención intencional.
Contamos con la suficiente capacidad creadora para revertir la verticalidad, no solamente de la radio, sino de los demás Medios de Difusión Masiva y hacerlos más participativos en la dimensión que con excelente agudeza apunta Ana Teresa. Nuestra dinámica social cuenta con las posibilidades y los resortes suficientes para que ello sea viable.
Tal vez haya que reinventar muchas cosas en la radio; renovar paradigmas o, siendo más exactos, ponerlos en su justo lugar. Lo participativo a la radio le corresponde por naturaleza; pero el cambio real comienza por las neuronas de todos: radialistas y públicos, en el reconocimiento de su condición y derecho de actores en condiciones de igualdad y respeto.

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