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Cuba Latino

Martí renace cada segundo de nuestro quehacer nacional

Martí renace cada segundo de nuestro quehacer nacional Celebramos el aniversario 162 del natalicio de José Martí. El 28 de enero de 1853 aconteció su nacimiento biológico; por su ideario él ha renacido muchas veces a través de nuestra historia. Su nacimiento biológico se enmarca dentro de coordenadas atrapadas por límites de tiempo y espacio, mientras que el renacer político es constante para cada época y circunstancia de la realidad cubana.

Una de esas ocasiones fue en 1953 cuando Fidel, Raúl y el grupo de jóvenes que les acompañó protagonizaron el asalto al cuartel Moncada. Aquella madrugada José Martí volvió a nacer multiplicado en cada nuevo soldado de la libertad, reiniciando la guerra inconclusa por la independencia patria.

El nacimiento de un ser humano es siempre motivo de celebración. Por ley natural nacemos una sola vez, mientras que por ley moral, de los ideales y de la razón se puede – y se hace necesario – nacer muchas veces.

Martí volvió a nacer el año de su centenario, al ser arrancada del olvido su memoria y su ideario redimido del escamoteo intencional por parte de quienes aprovechando su legado pretendieron manipularlo. Desde el Moncada y hasta hoy Cuba ha vuelto a contar con la presencia de Martí a través de sus enseñanzas, conducta y ejemplo.

En esta coyuntura histórica conmemoramos 162 años del acontecimiento espacio-temporal que dio inicio a su existencia. Hoy precisa revitalizar esa existencia incorpórea aunque real, posible mediante la actualización de su pensamiento. Nacido justo en la mitad del siglo XIX, ahora en el XXI vale pensar cómo preservar y trasmitir su herencia a las generaciones por venir.

Recordar y honrar la memoria del Apóstol no puede limitarse a la evocación emocional de nuestro más insigne compatriota. No basta limitarnos a recordar cuanto escribió, dijo e hizo al extremo de ofrecer su propia vida; necesitamos mucho más: que Martí nazca a diario en cada uno de nosotros, no como simple remembranza, sino encarnado en nuestro modo de pensar y hacer la cotidianidad. Para ello es importante continuar el estudio de su obra, razonando cómo habría actuado él mismo en cada nueva circunstancia.

Nadie cuestiona cuánto sigue presente en la vocación latinoamericana y solidaria de cubanas y cubanos, en su disposición a realizar ingentes sacrificios incluso en los más apartados confines del planeta. Son numerosas las muestras de heroísmo – conocidas unas, anónimas otras – que patentizan la presencia martiana. Así y todo, no basta. Hay heroísmos sencillos que son a veces tan difíciles como las grandes proezas; puede entregarse la vida una vez, hecho loable, pero en ocasiones cuesta más entregar esa vida poquito a poco en el diario vivir a cambio de nada aparente, teniendo solo por recompensa el saber que se hace lo correcto. Esas actitudes supuestamente pequeñas hacen que Martí renazca en cada uno de nosotros.

Es labor de los menos jóvenes traspasar su legado a las nuevas generaciones. Es tarea que exige rigor responsable. Tanto como inculcar el aprendizaje de su obra es imprescindible enseñar a pensar martianamente a cada joven. Enseñarle a interpretar cada acontecimiento de hoy y los del mañana a la manera como lo habría hecho el Apóstol de nuestra independencia.

Solo así podremos garantizar que igual que no murió en el año de su centenario gracias a Fidel, Raúl y los jóvenes del Moncada, también renazca con incontenible fuerza cada segundo de nuestro quehacer nacional.

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