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Cuba Latino

La Patria, ese amor infinito

La Patria, ese amor infinito

Cuando se está geográficamente lejos de la tierra natal se aquilata en mayor dimensión el valor de lo propio y cuánto se ama aquello a lo cual pertenecemos. Nos dice la historia que para los cubanos de la etapa colonial el peor castigo a recibir era el destierro, algo equivalente  o peor que la pena de muerte. Todos los que alguna vez nos hemos ausentado temporalmente del archipiélago entrañable, conocemos cuánto nos une a la Patria, cuánto de ternura y de dulce lazo ata y atrae. 

Duele imaginar la decisión de personas que por diversos motivos, a través de los siglos, optaron por la emigración.

En estos días tan significativos para la historia cubana, como lo será el aniversario 58 del levantamiento popular de marinos y civiles el 5 de septiembre de 1957, no puedo evitar escribir lo que llega a mi mente máxime por ser una fecha que me toca de cerca en lo patriótico, en lo de cienfueguero y lo afectivo.

Estar una temporada lejos aunque en tierra como México, cercanamente afectiva y rodeado de amistades, no evita en lo más mínimo experimentar la añoranza de lo propio: Familia, vecinos, amistades, compañeros y compañeras de trabajo y esos paisajes incomparablemente hermosos de la arquitectura de la Perla del Sur que tan armoniosamente se combinan con la indescriptible belleza de nuestra bahía y toda la naturaleza que le rodea. Ese amplio Prado que corre de sur a norte invitando a quienes lo andan al disfrute y el sosiego.

Hace varias semanas, moviéndome en medio de las redes sociales, pude contactar con alguien conocido que partió de Cuba hace más de treinta años; uno del terruño quien, a diferencia de la mayoría de cienfuegueros y cienfuegueras que desde las coordenadas del espacio y el tiempo siguen amando a Cuba, me manifestó desinterés por regresar un día – ni siquiera de visita – a la tierra que le vio nacer.

Su partida fue decisión propia, cuestión que respeto; soy de quienes reconocen que cada uno es dueño de asumir actitudes responsablemente, y no se tiene derecho a juzgar. Pero – lo confieso – me caló en lo profundo el dolor de pensar cómo un ser humano sea capaz de llegar al extremo de negar sus raíces. No sentí desprecio por su modo de expresarse; más bien experimenté pena y lástima porque la Patria es un valor supremo que rebasa cualquier modo de concebir la vida, pensar y sentir. Su negación equivale a blasfemar de sus antepasados; incluso de los desconocidos que un día lejano llegaron provenientes de Europa, África, el Medio o Lejano Oriente y formaron la familia de la cual cada uno de nosotros es parte.

Tal vez por cierta dosis de orgullo no lo admita, pero quizás en el encuentro consigo mismo, cuando nadie le oye ni le ve, no pueda evitar una lágrima sincera que bañe sus recuerdos.

Qué bueno, en cambio – siento, pienso y escribo – que sean pocos los que se desentienden de su pasado, ¡que sigue siendo un presente!, y que muchos dentro y fuera de Cuba seguimos amando la tierra que nos vio nacer.

¡Cuánta alegría ver tantos compatriotas nuestros que regresan al suelo patrio y se abrazan con los de dentro! Familias, amigos, antiguos vecinos, las casitas donde nacieron y crecieron; las mismas donde formaron un hogar y que continúan siendo algo trascendental en sus vidas. Nada tan hermoso como el abrazo sincero que simboliza nuestra cubanía.

Próximos al aniversario 58 del Levantamiento Popular del 5 de septiembre de 1957, no puedo menos que levantar mi frente agradecido de aquellos patriotas, en su mayoría jóvenes, que no cejaron en el empeño del bien nacional y entregaron sus vidas.

Este año los recordaré en la misma tierra donde Fidel, Raúl y un grupo de jóvenes aguerridos prepararon la expedición del Granma para culminar la Guerra de Liberación contra la tiranía de Batista y por nuestra definitiva Independencia.

Me regocijo en la alegría de volver en pocos meses a mi Patria y a mi Cienfuegos natal; por seguir disfrutando el amor de mi familia y “con todas esas cosas pequeñas, silenciosas” – apelando a la inspiración de Pablo Milanés con las que yo me quedo –, resumidas en una realidad tangible y querida.

Mientras tanto, desde aquí estaré junto a todos y antes de concluir el año emprenderé el regreso a la Patria, ese amor infinito.

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