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Cuba Latino

Entre joropos y llaneras: música de Venezuela

Entre joropos y llaneras: música de Venezuela

Esta vez comentaré acerca de la música venezolana, de esa nación hermana donde naciera Simón Bolívar, tierra amada por Martí y hoy baluarte solidario de la América que añoraron los próceres de una historia extendida desde el sur del río Bravo hasta Tierra del Fuego.
 Venezuela en mi caso entraña una doble razón afectiva; en primer lugar como latinoamericano y también debido a la posibilidad de que para algunos hermanos de allá y quien escribe corra por nuestras venas sangre común. Desde pequeño supe que una tía abuela materna se trasladó de Cuba a Venezuela, entre finales del siglo XIX y principios del XX. La tía Laudelina, a quien nunca pude conocer, era mencionada frecuentemente por mi abuela Anita . De adulto supe que estuvo de visita en Cuba en la primera mitad del siglo XX para luego regresar a Venezuela, país donde fijó su residencia definitiva.
De allá por donde corre el Orinoco y pace traquilo y señorial el lago de Maracaibo; de la tierra donde se haya la región del Caripo, cuyas grutas del cerro Uruana guardan celosas un tesoro lleno de colores, de la hermosa Venezuela con llanos y selvas, hoy escribo con todo amor.
Al comentar de la música venezolana acuden a mi memoria recuerdos de un intérprete folklórico que visitó Cuba entre fines de la década de los cincuenta y comienzos de los años sesenta. Me refiero a Mario Suárez y su Conjunto, quien curiosamente se hizo popular por radio y TV con una pieza titulada NUNCA SABRÉ, versión al castellano de LUNA DE MIEL, de los autores M. Francois y P. Amel, y tema de la película homónima facturada en los Estados Unidos. De Mario Suárez se popularizaron otras piezas, sí auténticamente venezolanas, como el joropo VEN ACÁ, inspiración de Enrique Quijano. Las coplas de ese tema son inolvidables para quien las haya escuchado aunque fuera una sola vez: "Ven acá, que quiero bailar contigo, nuestro joropo que es orgullo nacional". En los años cincuenta Mario Suárez apareció por la televisión cubana en un antiguo programa titulado EL CASINO DE LA ALEGRÍA, y sus discos comenzaron a venderse. Mario tenía una voz suave y cadenciosa, y en la instrumentación destacaba el arpa ejecutada magistralmente por Amado Lovera. Otros temas que lo llevaron a la cima fueron: UN RUMOR, TENGO EL SENTIMIENTO HERIDO y MOLIENDO CAFÉ.
Otro colosal intérprete fue el tenor Alfredo Sadel, que gustó al público cubano y mantuvo  fraterna amistad con Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo. Con el Benny a dúo Sadel grabó ALMA LIBRE, pieza de Juan Bruno Tarraza, compositor cubano nacido en Caibarién.
De aquellos tiempos que ya sobrepasan el medio siglo, fue también popular en Cuba el venezolano Héctor Cabrera, quien se dio a conocer con el pasaje titulado: EL PÁJARO CHOGÜÍ, melodía paraguaya que cuenta la leyenda de un indiecito guaraní que se cayó de un árbol al ser llamado por su madre y se convirtió en ave, y su canto responde al nombre de Chogüí. Es una canción tan triste como hermosa. Héctor Cabrera llenó cancioneros con letras de interpretaciones como LA NOVIA, y LLORANDO ME DORMÍ.
De su discografía recuerdo perfectamente un disco con inspiraciones de otro gran músico venezolano: Juan Vicente Torrealba, entre ellas NOCHE MARAVILLOSA, ISABEL y MARINÉS, el lucerito llanero que alumbra en los esteros. Y sería imposible que olvidara temas instrumentales del maestro Torrealba como GOTAS DE AGUA, LA GUAYABA, CARACOLITO y TEREPAIMA, verdaderas obras maestras del folklore latinoamericano.
En este periplo musical venezolano, jamás me perdonaría olvidar a Lila Morillo y ese bellísimo Pasaje que se titula: SERÁN TUS OJOS, que es para mí una de las melodías predilectas. Ya se preguntarán los venezolanos que están leyendo, dónde dejar ALMA LLANERA de Pedro Elías Gutiérrez. Esa melodía es, sencillamente, una prolongación del paisaje natural venezolano, de sus llanos. Cada vez que la escucho me sugiere ir montado a caballo corriendo a todo galope en franco duelo con el viento para robarles un poco de su tenue aroma a las flores de Maravilla.
Reconozco que Venezuela tiene muchos más géneros musicales; es un país de riqueza extraordinaria, pues ha tenido la suerte de contar con los componentes indígena y africano, unidos al legado de España. Es tierra de bailadores, como lo es de ensueños cuando las cuerdas de su Rondalla nos hacen vibrar de emoción. Varias veces el inolvidable intérprete cubano Barbarito Diez grabó con La Rondalla Venezolana, y a menudo degusto esa música que tanto me motiva y entusiasma. Así me deleito con piezas como MANANTIAL y LUNA DE MARGARITA.
Tiene algo esa tierra que hechiza, cuando el dominicano Billo Frómeta llegó allí para quedarse y ser uno más de ellos, el autor de ARROLLITO DE MI PUEBLO, entre otras creaciones.
Parecería imposible que alguien se haya resistido a bailar con los compases del antológico CABALLO VIEJO, de Simón Díaz, y del que Barbarito Diez hizo una formidable interpretación.
Son numerosos los recuerdos y las ideas que me asaltan la memoria al hablar de tan bello país, cuna de próceres y fértil terreno para la inspiración, no sólo en música, sino en Literatura; porque la naturaleza venezolana motivó a Rómulo Gallegos novelas tan representativas y descollantes como DOÑA BÁRBARA, CANAIMA y CANTACLARO.

Concluyo esta remembranza mencionando el nombre de quien fue reconocido Fundador de la Música Venezolana, al decir del eminente Andrés Bello; me refiero a Pedro Palacios y Sojo, un sacerdote que vivió entre 1739 y 1799. Lo más interesante es que no sabía tocar ningún instrumento y mucho menos llegó a componer, pero gracias a sus buenos oficios la música de Venezuela comenzó a desarrollarse, en buena parte debido al entusiasmo con que Palacios promovió actividades musicales, dentro y fuera de las iglesias.

Coetáneo suyo lo fue también Juan José Landaeta, éste sí compositor y autor del himno nacional de Venezuela: GLORIA AL BRAVO PUEBLO. Landaeta nació en 1780 en Caracas y fue ejecutado por los españoles en Cumaná, por participar en la gesta emancipadora.

Para resumir, en nuestros días la Llanera, el Joropo y el Arpa han devenido símbolos de la identidad venezolana y poseen peculiaridades que las distinguen entre las numerosas manifestaciones de la música universal.

Concluyo con un verso que se recita en el joropo VEN ACÁ, popularizado por Mario Suárez y que dice así:

Toma mi pareja, Mario
Y no me hagas quedar mal,
Que aquí estoy al pie del arpa
Para verte escobillear.
¡Júa, así! ¡Júa, así! ¡Júa, así!
Y yo también voy a bailar
Hasta acabar con la suela
Con arpa, cuatro y maraca,
Música de Venezuela.

3 comentarios

VÍCTOR M. VARGAS -

Buenas noches. Llegué a este lugar por casualidad. Cómo hacen falta páginas de este tipo.Quisiera saber si existe un cancionero específicamente venezolano y su "link", porque estoy buscando la letra del tema Imposible olvidarte, vocalizado por Héctor Cabrera. Gracias por existir.

Jordan Trunner -

What a fun pattern! It's great to hear from you and see what you've sent up to. All of the projects look great! You make it so simple to this.Thanks!

ERIC MARIO HERNANDEZ -

Trabajando de médico con una delegación en el XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes, anunciaron a Amado Lovera y su grupo en un acto político cultural. Me acerqué a una de las voluntarias venezolanas que atendían a las delegaciones y le pregunté -¿Por casualidad ese que se anuncia es Uña de Oro?- al contestar afirmando le pedí me ayudara a ver al artista. La joven muy dispuesta regresó acompañada de un señor alto vestido de blanco que peinaba canas.
Fue por el año 1994 cuando mi primo me habló del disco. Recuerdo que le llamaba la atención el arpa y la letra de las canciones. La discoteca sumada a la salsa cubana y algo de reagee era nuestra música del momento. Pero la mezcla de aquel timbre de voz y el fondo del raro instrumento nos cautivaron. En poco tiempo me aprendí los temas. Disfrutaba mucho viendo a mi tío rasgando las cuerdas del aire en un arpa imaginaria mientras se escuchaba en aquel viejo tocadiscos la melodía de Moliendo Café. Y hasta una de mis novias me escuchó cantarle varias veces con mis pocas habilidades -Nunca sabré como tu alma ha encendido mi nochee…, sin nunca saber ella de donde había sacado esa canción.
Aunque el tocadiscos no duró mucho, por algún extraño motivo guardé el disco todos estos años. Creo que me llamaba la atención el seudónimo de Uña de Oro, porque realmente imaginaba unas manos prodigiosas para sacarle a ese instrumento tanta maravilla. Y hasta en otro momento pensé cantar los temas de Mario Suárez en mis frustradas intenciones de guitarrista que no llegaron más allá de un mes de intento.
Aquella noche Amado me saludó como si me conociera de años. Me preguntó que tiempo llevaba en Venezuela y le conté todo lo relacionado con la historia de aquel disco. Me presentó a su esposa y conocí a su hijo pequeño. Y la gran sorpresa fue cuando descubrí que vive en la comunidad de la que soy médico hace un mes, después de haber sido trasladado de mi antigua ubicación.
Pasó algún tiempo, pero un día al salir de la casa de cultura municipal lo veo parado fuera. Al acercarme a saludarlo llamándome por mi nombre me dice -Espera acá que te voy a sorprender-
Apenas llegaba a mi hombro pero su sonrisa era más grande que yo. -Te presento a un amigo cubano- le dijo Amado, y esta última palabra bastó para que Mario Suárez me saludara con inmenso afecto. Tarareó la letra de Nunca Sabré al mismo tiempo que reía cuando yo continuaba la estrofa. Una avalancha de recuerdos y frases de elogio a mi país y su cultura cayeron sobre mi cabeza. Me habló de las 17 veces que estuvo en la Habana, de sus tres números en el primer lugar de la radio, del inmenso placer que sintió cuando le preguntaron a Fidel en la década de los 60 la fecha de una posible invasión a la Isla y respondió –Como dice ese cantante de moda ¡Nunca sabré!-.
Los ojos le brillaban contándome su primer encuentro con el maestro Lecuona. Aun se veía impresionado por la grandeza del teatro América cuando este lo acompañaba con un piano blanco mientras Adolfo Guzmán dirigía la orquesta y el cantaba María la Ö. Pero su mayor recuerdo es un viejo cassete de cinta del que no se separa. Guardado en la guantera de su carro viví la oportunidad de escuchar lo que dice no cambia por todo el dinero del mundo. –Te voy a hacer llorar- me dijo, mientras la voz de Manolo Alvarez Mera junto al piano de Lecuona se escucharon cantándole a Cuba en medio del parqueo de la institución cultural. Su emoción cada vez mas evidente llegó al tope cuando gritó -¡Esa era la mejor voz del mundo, es mejor que Plácido Domingo!-
Me costó controlar la emoción que sentí. Casi una hora conversamos, y el único tema fue Cuba y su cultura. Mario Suárez resultó ser una persona muy humilde igual que Amado y no ocultó los deseos inmensos de visitar nuevamente mi tierra. Me despedí muy complacido del momento mientras me daba las gracias por recordarle buenos tiempos. Al alejarme pensé en las cosas que te depara la vida. Si en aquellos años en que escuchaba el disco junto al arpista frustrado que resultó mi tío me hubiesen preguntado si esperaba conocer a Mario Suárez y a Amado Lovera (Uña de Oro), un NO habría sido la respuesta obligada, sin embargo, la respuesta precisamente estaba en aquella voz y el arpa que salían de un viejo tocadiscos diciéndome Nunca Sabré.