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¿Dónde y cómo surgió el sombrero?

¿Dónde y cómo surgió el sombrero?

¿Se les ha ocurrido pensar dónde y cómo surgió el sombrero? Por lo trivial del asunto, puede que el origen de esta prenda haya pasado inadvertido para la mayoría de nosotros. Lleno de curiosidad me di a la tarea de leer varios escritos que tratan acerca del sombrero, y recuerdo que en uno de ellos decía que en la antigua Mesopotamia, hace más de dos mil años, la gente se cubría la cabeza con una especie de tocado. Al parecer, ese fue el embrión de lo que más tarde sería el sombrero. Pero creo que el asunto no es tan sencillo y, por eso, he preferido poner a funcionar el maravilloso mecanismo de la imaginación, para responderme yo mismo algunas de las interrogantes.
Llegué a una primera conclusión y es que el sombrero, como objeto que responde a una cultura y a una época, tiene muchos orígenes. Hay algo en común a todos ellos, y es que su surgimiento se relaciona con la actividad humana de cada punto geográfico donde fue apareciendo. Pienso que fue el resultado de un proceso instintivo, a partir del momento mismo en que el hombre primitivo fue abandonando los bosques y las cuevas para enfrentarse a una intemperie hostil, al tiempo que necesaria para su propia supervivencia. Digamos que el instinto de conservación impulsó a los primeros antropoides a ponerse encima de los ojos, una de las que luego serían sus manos, para protegerse del sol o los relámpagos. ¡Esa fue la primera visera! ¡Su propia mano!
La misma mano sobre la cabeza, fue un reflejo ante el peligro de que algún fruto se desprendiera y le cayera encima. Hubo una primera vez que le ocurrió, pero en lo adelante ya tomó sus medidas. Así que por ahí, según mi idea, puede que ande la pista de lo que más tarde llegaría a convertirse en un sombrero.
No es de extrañar que los primeros sombreros se remitan a Mesopotamia y Egipto, para luego aparecer en Europa. La fecunda actividad agrícola entre los ríos Tigris y Éufrates, así como las abonadoras crecidas anuales en el fértil Valle del Nilo, propiciaron el desarrollo de la agricultura. El hombre de entonces tuvo que permanecer horas bajo el sol atendiendo sus cultivos, y necesitaba protegerse del resplandor solar y las lluvias. Por otra parte, las amplias regiones desérticas de África, como el Sahara y Abisinia, obligaban a sus conglomerados humanos a usar una indumentaria que les cubriera cuerpo y cabeza, tanto para protegerse del intenso frío nocturno, como para mantener el equilibrio térmico durante el día, muy caluroso, mediante la conservación del agua transpirada por la piel.
En África meridional, el sombrero no constituyó una necesidad perentoria desde los primeros tiempos. Las grandes regiones de selvas y bosques mantenían un clima húmedo, y la gente de esos parajes era poco afectada por la agresividad del sol. Es cierto que en esas zonas sí llueve mucho, pero esa no debió de haber sido una motivación para que allá surgieran los sombreros. Más bien llegaron allá procedentes de Europa, junto con los colonizadores. Y se impusieron debido a que los extranjeros empezaron a talar grandes áreas boscosas para fundar pueblos y establecer plantaciones destinadas a cultivos diversos.
Otro caso es la región de Tanzania, con sus praderas que se pierden en el horizonte, y donde sí debió de haber aparecido una forma de sombrero que más tarde evolucionó con la presencia de los modelos provenientes de Europa. En algunos casos, el sombrero ha sido cocina móvil. Se arma todo un dispositivo encima de la cabeza donde se va calentando la comida mientras la mujer labora en el campo.
Pero en el viejo continente, parece que fue más complicado. El clima templado obligó a sus antepasados a trabajar duramente la tierra, y a dedicarse al pastoreo. Tales circunstancias exponían a la gente a los azotes de la intemperie; lo mismo al sol, la lluvia o las heladas. Por eso las pieles de animales, sobre todo con mucho pelo, constituyeron la principal materia prima para los sombreros de los europeos primitivos. Algo muy distinto a las zonas tropicales y subtropicales, donde las fibras vegetales han resuelto muy bien el problema, pues sólo hace falta protegerse del sol. Un sombrero de piel de oso en el trópico es algo más que una extravagancia. Bueno, a no ser que se presente un frente frío de anjá.
Al surgir las castas, y luego las clases sociales, el sombrero pasó a ser muchas veces representativo de la dignidad de quienes lo portaban, fueran autoridades civiles, judiciales, militares, religiosas o de la nobleza. Un tipo de sombrero decía por sí mismo la clase social y la posición económica del personaje sobre cuya cabeza descansaba. ¿Acaso las coronas de los reyes no pudieran considerarse una variedad de sombrero, de la más alta distinción?
No sé qué piensan ustedes, pero considero que el sombrero surgió en muchas partes, bien distantes entre sí, de acuerdo a sus características propias. Formas y materiales, condicionados por el paisaje geográfico, el clima y las actividades económicas. Con el paso del tiempo y la aparición de los intercambios comerciales y las transmigraciones, surgieron las simbiosis de dichas prendas.
Hoy existen miles de clases de sombreros, desde los clásicos de fieltro hasta los que se tejen en la América Central y del Sur con fibras vegetales de los más variados tipos y bellas texturas, incluyendo nuestros típico sombrero cubano tejido de yarey o guano.
En años recientes han aparecido sombreros muy pintorescos que usan nuestras muchachas en las playas; unos, tejidos con las pencas de los cocoteros, y otros hechos con hojas de uvas caletas.
¿Qué opinan ustedes de cuanto acabo de comentarles? Les reitero que no he escrito una historia, sino esto sería como decir en voz alta lo que ha llegado a mi imaginación. ¿Acaso no puede ser verdad? Si en definitiva, los seres humanos nos distinguimos por imaginar antes lo que luego realizamos, pudiera ser posible que también seamos capaces de imaginar lo que realizaron nuestros antepasados más lejanos.
Les invito a practicar el ejercicio de la imaginación. A lo mejor descubren algo nuevo sobre el sombrero, o acerca de cualquier otro acontecimiento humano. Puede que un cierto toque de aparente fantasía, descubra lo que infructuosamente no han logrado encontrar el testimonio y la evidencia.

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