Blogia
Cuba Latino

Venezuela: Música y Tradición

Venezuela: Música y Tradición

En febrero de este mismo año publiqué mi trabajo ENTRE JOROPOS Y LLANERAS, MÚSICA DE VENEZUELA. Tiempo atrás lo había colocado en otras páginas con enorme aceptación y múltiples opiniones, todas estimulantes, por eso decidí  ponerlo en esta Blog. Mi sorpresa fue mayor cuando leí la opinión de un ciberlector cuyo testimonio constituye un aporte interesante. Por lo enriquecedor y bien documentado, es que decidí publicarlo  íntegramente.

OPINIÓN DE ERIC MARIO HERNÁNDEZ

Trabajando de médico con una delegación en el XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes, anunciaron a Amado Lovera y su grupo en un acto político cultural. Me acerqué a una de las voluntarias venezolanas que atendían a las delegaciones y le pregunté -¿Por casualidad ese que se anuncia es Uña de Oro?- al contestar afirmando le pedí me ayudara a ver al artista. La joven muy dispuesta regresó acompañada de un señor alto vestido de blanco que peinaba canas.
Fue por el año 1994 cuando mi primo me habló del disco. Recuerdo que le llamaba la atención el arpa y la letra de las canciones. La discoteca sumada a la salsa cubana y algo de reagee era nuestra música del momento. Pero la mezcla de aquel timbre de voz y el fondo del raro instrumento nos cautivaron. En poco tiempo me aprendí los temas. Disfrutaba mucho viendo a mi tío rasgando las cuerdas del aire en un arpa imaginaria mientras se escuchaba en aquel viejo tocadiscos la melodía de Moliendo Café. Y hasta una de mis novias me escuchó cantarle varias veces con mis pocas habilidades -Nunca sabré como tu alma ha encendido mi nochee…, sin nunca saber ella de donde había sacado esa canción.
Aunque el tocadiscos no duró mucho, por algún extraño motivo guardé el disco todos estos años. Creo que me llamaba la atención el seudónimo de Uña de Oro, porque realmente imaginaba unas manos prodigiosas para sacarle a ese instrumento tanta maravilla. Y hasta en otro momento pensé cantar los temas de Mario Suárez en mis frustradas intenciones de guitarrista que no llegaron más allá de un mes de intento.
Aquella noche Amado me saludó como si me conociera de años. Me preguntó que tiempo llevaba en Venezuela y le conté todo lo relacionado con la historia de aquel disco. Me presentó a su esposa y conocí a su hijo pequeño. Y la gran sorpresa fue cuando descubrí que vive en la comunidad de la que soy médico hace un mes, después de haber sido trasladado de mi antigua ubicación.
Pasó algún tiempo, pero un día al salir de la casa de cultura municipal lo veo parado fuera. Al acercarme a saludarlo llamándome por mi nombre me dice -Espera acá que te voy a sorprender-
Apenas llegaba a mi hombro pero su sonrisa era más grande que yo. -Te presento a un amigo cubano- le dijo Amado, y esta última palabra bastó para que Mario Suárez me saludara con inmenso afecto. Tarareó la letra de Nunca Sabré al mismo tiempo que reía cuando yo continuaba la estrofa. Una avalancha de recuerdos y frases de elogio a mi país y su cultura cayeron sobre mi cabeza. Me habló de las 17 veces que estuvo en la Habana, de sus tres números en el primer lugar de la radio, del inmenso placer que sintió cuando le preguntaron a Fidel en la década de los 60 la fecha de una posible invasión a la Isla y respondió –Como dice ese cantante de moda ¡Nunca sabré!-.
Los ojos le brillaban contándome su primer encuentro con el maestro Lecuona. Aun se veía impresionado por la grandeza del teatro América cuando este lo acompañaba con un piano blanco mientras Adolfo Guzmán dirigía la orquesta y el cantaba María la Ö. Pero su mayor recuerdo es un viejo cassete de cinta del que no se separa. Guardado en la guantera de su carro viví la oportunidad de escuchar lo que dice no cambia por todo el dinero del mundo. –Te voy a hacer llorar- me dijo, mientras la voz de Manolo Alvarez Mera junto al piano de Lecuona se escucharon cantándole a Cuba en medio del parqueo de la institución cultural. Su emoción cada vez mas evidente llegó al tope cuando gritó -¡Esa era la mejor voz del mundo, es mejor que Plácido Domingo!-
Me costó controlar la emoción que sentí. Casi una hora conversamos, y el único tema fue Cuba y su cultura. Mario Suárez resultó ser una persona muy humilde igual que Amado y no ocultó los deseos inmensos de visitar nuevamente mi tierra. Me despedí muy complacido del momento mientras me daba las gracias por recordarle buenos tiempos. Al alejarme pensé en las cosas que te depara la vida. Si en aquellos años en que escuchaba el disco junto al arpista frustrado que resultó mi tío me hubiesen preguntado si esperaba conocer a Mario Suárez y a Amado Lovera (Uña de Oro), un NO habría sido la respuesta obligada, sin embargo, la respuesta precisamente estaba en aquella voz y el arpa que salían de un viejo tocadiscos diciéndome Nunca Sabré.

 

 

0 comentarios