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La Radio premió a Pancho

La Radio premió a Pancho

A Pancho de joven le gustaba cantar, y cuando no lo hacía pasaba los ratos silbando bolerones de moda. Convertirse en intérprete profesional sería para él como tocar el cielo con la mano y, de paso, aliviar las penurias familiares. En aquellos años de su mocedad Pancho era muy humilde. Vivía con sus padres y sus hermanos en el barrio La Juanita en Cienfuegos, y su único patrimonio era una bicicleta. Añoraba comprarse unos zapatos de dos tonos, una guayabera de hilo y un pantalón de dril 100. En casa de Pancho lo que más abundaba entonces era las necesidades. Su papá, algo entrado en años, se dedicaba a vender tinajas de barro, y por eso se ganaron el calificativo de “los tinajita”; así que no era raro que sus amigos y quienes no lo eran, al referirse a él lo llamaran Pancho Tinaja.

Créanme, tener una tinaja era tan bueno como un refrigerador, por lo menos servía para conformarse. Cuando en mi casa por fin hubo uno, mi abuela decía que a ella la dejaran con su tinaja, pues, según ella, el agua se mantenía allí más fresca y deliciosa. Afirmaba abuelita que nada mejor que tomar agua de una tinaja. Pero, volviendo a la historia… A Pancho le gustaba cantar, y en eso su mamá veía la perspectiva de salir un día de tanta miseria.

Hacía varios años que Cienfuegos tenía radioemisoras y ¡eso tal vez haría realidad sus sueños! En 1952 salió al aire la CMHX Radio Circuito Sur, con sus estudios ubicados en Santa Isabel entre Argüelles y Santa Clara. Su propietario Geno Pérez  la hizo renacer, pues ya había estado en el  aire por la década del treinta, aunque en otro lugar de la ciudad. Vale encomiar la labor de Radio Circuito Sur, que llegó a tener programas dramatizados en vivo, así como otros dedicados a difundir cultura. En aquellos tiempos eso de grabar y editar programas, ¡ni soñarlo!

La oportunidad del éxito tocó a la puerta de Pancho Tinaja, pues Radio Circuito Sur puso en el aire el programa Buscando Estrellas, transmitido desde su estudio-teatro. Era la versión cienfueguera de La Corte Suprema del Arte o El programa de José Antonio Alonso, para que los aficionados pudieran medir fuerzas. El joven Pancho salió disparado para anotarse, y allí mismo le dijeron cuándo sería su debut. Buscando Estrellas tenía carácter competitivo.

 

Llegó el día señalado y le tocó su turno a Pancho. Lo acompañó al piano Pepito Palma, pianista de la orquesta Aragón. El no se acuerda el título de lo que cantó, pero sí que su presentador fue el locutor Humberto Duarte. Toda la familia de Pancho estaba en casa en torno a su pequeño RCA Víctor, a la espera. ¡Vibraban de emoción…!

Por fin el momento esperado de las premiaciones. El tercero… el segundo… y el primero para… ¡Francisco…….! Todos en la casa aplaudían y gritaban de júbilo por la consagración del muchacho. La gran esperanza artística de la familia había triunfado.

Y ahora… ¡el premio! ¿Dos pesos? ¿Un peso? ¿Una visita a La Habana para ver el Capitolio? ¡No! ¡Una taza nocturna! Inesperadamente su mamá, de un salto y sin poder contenerse dijo: “¡ay, hijo mío, mi niño, qué lindo, una taza nocturna para tomarme el chocolate caliente cuando haga frío!” Una de sus hijas le sugirió: “Mama, a lo mejor se puede vender, quizás sea de porcelana china legítima y con el dinero compramos una columbina o le quitamos el guano a la casa y le ponemos tejas”. “Ay, hija, verdad que sí” – respondió la madre todavía emocionada. “A lo mejor ya no tengo que salir más a vender tinajas”, exclamó el padre.

Aquella noche toda la familia esperaba el regreso de Pancho con su premio. Dos de sus hermanos avanzaron unas cuantas cuadras, no fueran a asaltarlo. Al fin lo avistaron con su bicicleta Niágara de uso, sosteniendo con una de sus manos el estuche envuelto en papel de regalo. Ahí sostenía – comentaban ellos – la solución para buena parte de las penurias familiares.

- ¡Mira, mama, esto es para ti! – dijo emocionado tan pronto vio a su madre.  – Ay, hijo mío, cuánto te quiero, dame esa cosa tan linda que me traes…”

Desesperada y llena de ilusiones le quita la envoltura; bajo el papel había una caja de cartón, que casi le rompe la tapa con su impaciencia, hasta que ya contempla su flamante taza nocturna, la esperada solución de tantas necesidades, la consagración del intérprete de la familia… ¡un tibor esmaltado!

1 comentario

Jesús Rodríguez -

Agradable comentario, una realidad de aquellos tiempos que muchos no conocieron, debemos luchar y perfeccionar lo que tenemos para que no se repitan.