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Camilo es el pueblo

Camilo es el pueblo

Cuando el Comandante Camilo Cienfuegos echó abajo las puertas del campamento de Columbia tras la huida del tirano Batista, el jefe rebelde, orientado por Fidel, posibilitó que el pueblo cubano protagonizara una epopeya: entrar por vez primera a la historia como dueño de su destino. Se abrió para Cuba la segunda y definitiva independencia.
A la llegada de Fidel a La Habana el 8 de enero, al ser recibido efusivamente por el pueblo y dirigirse a toda Cuba por radio y televisión, nació una pregunta que desde entonces marcó los sentimientos y la conciencia popular: “¿Voy bien, Camilo?”. El asentimiento y la sonrisa del Héroe de Yaguajay patentizaron la identificación fraterna entre Camilo y Fidel, y la confianza que en él depositó siempre el líder máximo de la Revolución. Simbolizó también, en la persona de Camilo, cómo cada paso dado por la dirección de la Revolución era y es consultado con el pueblo. Fue y es así porque Camilo desde siempre ha encarnado la imagen del pueblo.
De procedencia humilde, un proletario nato, entregó siempre junto a su valor la sonrisa de cubano franco y amistoso, al tiempo que firme en el deber y patriota hasta las últimas consecuencias. En su juventud sufrió como la mayoría de su generación la frustración de la una república a medias que nada o poco ofrecía a los cubanos más humildes.  Desde entonces su rebeldía entró en acción y al calor de las luchas estudiantiles pagó el precio del encarcelamiento y la tortura, que desembocaron en el exilio.
Camilo junto a compañeros de armas como Raúl, el Che, Almeida, Ramiro, Guillermo y muchos más, todos bajo la guía de Fidel, se batieron de campana a campana en la Guerra de Liberación una vez que los expedicionarios del Granma – Camilo fue uno de ellos – se reagruparon, organizaron y fortalecieron en la Sierra Maestra.
Camilo Cienfuegos: Un hombre de pueblo
El Señor de la Vanguardia, como también se le conoce, supo ganar la confianza de la Dirección del Movimiento 26 de Julio para emprender tareas muy serias y riesgosas, cumplidas todas con disciplina y entrega. Valiente y audaz enfrentó todos los riesgos al frente de su aguerrida Columna No. 2 Antonio Maceo.
Su prematura desaparición en un accidente aéreo, luego de frustrar una conjura, es un dolor patrio vigente por generaciones. Jamás olvidaremos a Camilo y una razón basta para que así sea: él se sigue multiplicando en todo nuestro pueblo. Por eso con razón Fidel expresó una vez que en el pueblo hay muchos Camilo.
Su extracción humilde, una inteligencia natural, el carácter cubanísimo de su personalidad y el desbordante heroísmo habrían hecho de él uno de nuestros hombres de vanguardia del Partido, uno de los queridos Comandantes de la Revolución, de haber continuado físicamente entre nosotros.
Cada 28 de octubre, cuando todo el pueblo se reúne frente a los malecones y bahías cubanas para depositar las flores que honran su memoria, la evocación del héroe de las mil batallas aparece en los labios de nuestro más nuevo relevo: los pioneros. Ellos quieren a Camilo con la entrañable ternura infantil heredada de sus padres, madres y abuelos. Ellos quieren a Camilo porque cada uno encarna un Camilo del presente necesario a la Revolución y a la Patria en su andar. Ellos son los Camilo de hoy en las nuevas batallas, porque cada época reclama sus cuotas de heroísmo. Si una vez fue en la Sierra, también lo es en las aulas, fábricas, talleres, campos, oficinas, consultorios médicos y en tierras hermanas, donde sea necesaria realizar una obra solidaria y humana.
Ese quehacer de todos los días asumido con responsabilidad, entusiasmo, amor, patriotismo y con una sonrisa optimista, segura del futuro, reafirma la convicción de que Camilo vive más que nunca entre nosotros porque Camilo es el pueblo.

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