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La Demajagua en su perspectiva histórica

La Demajagua en su perspectiva histórica

El 10 de octubre de 1868 Cuba inició la lucha por su emancipación. Aquella madrugada 143 años atrás, la campana del ingenio La Demajagua llamó – no precisamente a la molienda – sino a la forja de Cuba como país independiente. Fue una lucha larga, lastrada por desacuerdos en el bando revolucionario. Ellos, a pesar de su propósito libertario, heredaron esquemas impuestos por siglos de dominio colonial.
Comprender los factores que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años y fomentar la unión y concertación de elementos diferentes y contradicciones, fue la agónica labor de Martí para emprender más tarde la Guerra Necesaria.
Además de los antagonismos entre la dirección civil y la militar, ingratitudes inherentes de todo acontecer humano e histórico, por justa que éste sea, el status colonial marcó su impronta en los propósitos de lucha entonces iniciados. Destaca el hecho de haber sido el Oriente cubano la región impulsora de la lucha, así como el escaso apoyo del Occidente de la Isla que, aunque con destacados pensadores y hombres preclaros, mantuvo inicialmente una postura menos beligerante y más tendiente a buscar ciertos arreglos como el reformismo y el autonomismo bajo la bandera española.  
Una de las grandes contradicciones internas en Cuba fue el factor económico, dado por el intercambio desigual dentro de la Isla. La flota española llegaba una vez al año a La Habana, único puerto de la colonia que la recibía. Eso significaba una ventaja para los grandes almacenes habaneros, en su mayoría propiedad de colonos peninsulares, al tiempo desventaja para los productores y comerciantes del Centro y Oriente, a quienes los elevados costos de transportación y almacenaje reducían las utilidades. En el Occidente de la Isla existía una situación menos incómoda, aunque siempre penosa, debido al monopolio comercial impuesto por la Metrópoli.
Todo lo anterior fue catalizador para la radicalización del sentimiento independentista por la vía de las armas en el sector más Oriental del país. Fue un divisionismo heredado de una práctica impuesta por las autoridades coloniales,  y que provocó diferendos en cuanto a los métodos de lucha a emplear entre todas las fuerzas proclives a la independencia.
Aquella realidad cubana de entonces había sido también la manzana de la discordia que por tantos años fragmentó a América Latina, retuvo su unidad e integración, abortó su plena independencia y fragmentó los territorios, víctimas del cadullismo y el regionalismo. Únase a ello la irrupción de otras potencias – Inglaterra primero, luego Estados Unidos -  en el escenario económico y político de dichos pueblos.
Por eso, a 143 años del Grito de la Demajagua, nos queda junto a la merecida recordación de aquellos que encabezados por Céspedes lo dieron todo, hasta su vida, seguir indagando y estudiando las premisas y consecuencias de aquella etapa cruenta, pero gloriosa. De ella se irguieron nombres como Perucho Figueredo, Antonio Maceo, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Agramonte, Calixto García y Máximo Gómez, por mencionar algunos. Ellos nutrieron con su pensamiento y sus músculos la Guerra Necesaria organizada por Martí en 1895 y fueron los inspiradores de las contiendas civiles de los años treinta en la República Mediatizada. La Demajagua, con sus aciertos y errores devino más tarde en inspiración para el Moncada, el Granma y la Sierra Maestra; lo es también hoy para consolidar la independencia que ya hemos conquistado y no perderla jamás.

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