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Cultura Cubana: nuestro mayor tesoro

Cultura Cubana: nuestro mayor tesoro

Cuantas veces escucho las notas del Himno de Bayamo experimento un estremecimiento indescriptible. Es algo que brota de lo más hondo de mi alma y se expresa mediante las emociones. Sé que a la mayoría de mis compatriotas les ocurre más o menos igual, y que el corazón se nos hincha de orgullo en esas ocasiones, igual que al ver ondear nuestra Bandera Nacional. En estos días de celebraciones en la hermana tierra mexicana se han repetido las oportunidades para sentir y vivir esas emociones, cada vez que nuestros atletas – mujeres y hombres – reciben una Medalla de Oro.
Escuchar nuestras notas patrias me ha motivado para redactar estas líneas ante la llegada de un Día con mayúsculas y muy especial para nosotros: el Día de la Cultura Cubana. Y a propósito de esta celebración cada 20 de octubre, vale repasar cuanto representa para un país su cultura. En primer lugar, dentro del concepto y la esencia de Cultura, va implícito el de Nación. Ni la abstracción más aséptica lograría separarlos. Cuando los patriotas del 68 iniciaron la Guerra de los Diez Años, aunque Cuba era aún colonia de España, éramos ya una Nación; estaban cimentados desde entonces  los perfiles fundamentales de la cubanía, cimientos y pilares que soportarían  el ulterior enriquecimiento espiritual y material por venir, sin merma de lo cardinal y trascendente.   
La cultura, en primer lugar, no es una estructura inamovible; descansa, sí, sobre cimientos firmes y capaces de escudriñar todo – de lo universal – y retener lo bueno, sin que ello implique desdoblamientos ni despojos. En la cultura va incluida la tradición, una de sus bases fundamentales, pero no la única; es a partir de ella que el todo se enriquece, con el celoso cuidado de evitar dogmas y chovinismos. Una cultura como la cubana es ante todo universal por ser mestiza desde su surgimiento. Cuando los españoles llegaron a estas tierras ya eran un país mestizo – nación de naciones -; con la llegada de nuestros ancestros del África subsahariana, arribaron a Cuba hombres y mujeres de diversas naciones y culturas. Cuba es la mezcla de todos ellos, sumándoles la herencia mozárabe, judeo-cristiana y asiática. Hasta el actual momento de la Historia Humana, sería casi imposible encontrar un ente cultural tan puro como el H2O.
Toda la simbiosis étnica que da lugar a la identidad cultural tuvo lugar, en ocasiones, mediante la fuerza. Si los españoles no hubiesen conquistado estas tierras, el castellano no sería nuestro idioma; habría otra música; una cosmovisión diferente a la actual.
Hoy existen otras influencias – positivas y negativas – que pueden modificar los componentes culturales de muchos pueblos. En algunos provoca espanto; en otros, cautela; unos pocos se sienten deslumbrados y se dejan “reconquistar” y  los más sensatos apelan al discernimiento, a la defensa de lo propio y a reconocer que el camino no es la cerrazón, sino la apertura sensata al tiempo que se trabaja para que prevalezca lo fundamental de la cultura. He ahí el papel de la educación, el sustento y fomento de valores, el amor irrenunciable a lo propio y el trabajo sistemático, consciente y apasionado de los medios de difusión masiva, en primer lugar de la Radio. La piedra angular en la defensa de la identidad cultural se apoya, en primer término, en la madurez, convencimiento y conciencia de quienes difunden la cultura en cuanto a la importancia que tiene proteger lo fundamental.
Nuestra música cuenta con muchos géneros, en primer lugar el Son y sus variantes; están el Bolero, la Guaracha, el Danzón. Este último, nuestro baile nacional, tiene sus raíces en Francia, país que nunca ocupó nuestro territorio. Fue la Revolución de Haití, y la consecuente huida de muchos de sus colonos, lo que trajo influencias que se asimilaron como la Contradanza Francesa que más tarde, transculturada con la materia prima ya autóctona dio lugar al Danzón nuestro Baile Nacional. ¿Y no nos enorgullece? Si se hubiera proscrito la Contradanza por su ascendencia francesa, ¿pudiéramos enorgullecernos hoy con la existencia del Danzón? Tomemos igualmente el caso del Jazz, fenómeno musical del suroeste norteamericano. Ya existe un Jazz Latino y, para decir más, un Jazz Cubano con sólidas e indiscutibles raíces afro-cubanas.
La cultura, como la Naturaleza, asimila finalmente lo que mejor le viene; las modas exportadas y convertidas en una especie de subcultura, muchas veces impuestas por el consumismo, no prevalecen. La cultura, si es sólida y se le salvaguarda, tiene capacidad para decantar cuanto le llegue. De esa decantación surgen los sedimentos, y se debe coexistir con la idea de que en todas partes siempre habrá subculturas sedimentarias, ciertamente minoritarias y paralelas a la cultura esencial.
Cuando Perucho Figueredo compuso nuestra marcha de guerra, se inspiró en La Marsellesa, himno de quienes más de medio siglo antes que él tomaron La Bastilla y protagonizaron la Revolución Francesa. En cambio, nuestro Himno de Bayamo es eminentemente cubano en toda su autenticidad.
El mundo de hoy es, a decir de muchos, una aldea global. En palabras de Martí “Patria es Humanidad”, y entiéndase esto como solidaridad, respeto, amistad, apoyo y colaboración entre todas las naciones del mundo. Dijo también el más universal de nuestros compatriotas: “Pueblo que pierde su idioma, pierde su independencia” y, en otra ocasión: “Ser cultos es el único modo de ser libres”. Es conocer, amar y defender lo propio sin desdeñar lo ajeno. Es conocer, respetar, amar y defender los símbolos patrios, la historia, la tradición, la diversidad propia, los héroes, nuestra naturaleza, cielo y tierra, nuestra gente. Ser cultos implica, además, hablar y defender nuestro propio idioma buscándole a cada nuevo término su expresión propia en la lengua materna.
Ser cultos es defender a toda costa la soberanía y la independencia de la Patria, la inviolabilidad de su territorio geográfico y espiritual. No es la mera emoción, es la vocación patriótica del día a día, un minuto tras otro, por la unidad de la Patria, a partir de su riqueza plural, diversa y única.  Un tesoro más valioso que todo el oro del mundo, y por el que nos va la vida.

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