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Mandela para siempre

Mandela para siempre

 Ha muerto Nelson Mandela. La humanidad progresista llora. Dejó de pensar el más brillante pensador y luchador del África Negra. El hombre que consagró toda una vida a la lucha contra el ignominioso y repugnante régimen de Apartheid que por décadas se impuso a la mayoría negra en Sudáfrica.

Recuerdo cuando desde mi niñez leía y escuchaba las denuncias contra aquel status cruel, ajeno a toda lógica y, por demasía, impuesto por descendientes de fuerzas foráneas colonizadoras. Sudáfrica era ya una nación independiente hacia afuera, pero su aberrante sistema seguía siendo una copia de un colonialismo que a la injusticia sumó el salvajismo extremo. Buena parte del mundo lo denunciaba mientras el silencio o el no actuar de las grandes potencias de occidente, con declaraciones timoratas, denotaban una cobarde complicidad.

Nelson Mandela sufrió más de dos décadas de prisión por defender el derecho de la mayoría negra de su pueblo a vivir en libertad y decoro. Repasar la historia de su país nos hace entender la causa por la que el nuestro colaboró desinteresadamente en la lucha contra el Apartheid durante los años de apoyo al pueblo angolano. Fue una forma de saldar la deuda histórica de toda la humanidad con el noble y sufrido pueblo Sudafricano y con todos los pueblos del África Subsahariana que fueron arrancados de sus familias para ser traídos en condición de esclavos a nuestras entonces también esclavas tierras de América.

Los descendientes de bantúes, yorubas, lucumíes y tantas otras etnias africanas lucharon brazo con brazo y codo con codo como parte del Ejército Mambí por la independencia de Cuba. Esos descendientes, como nosotros, somos orgullosamente pertenecientes a una sola raza: somos cubanos y por extensión miembros de la raza humana sin distinción de color de la piel, credo ni ninguna otra condición.

Los antepasados de Mandela nos dieron a quienes son hoy nuestros hermanos; por ello Mandela ha sido y será por siempre también nuestro hermano del alma. Es razón más que suficiente para sentir hondo el dolor de su adiós.

Honra honrar – parafraseando a nuestro Apóstol José Martí – a quien consagró su vida a un ideal justo y noble, a costa de entregar su juventud y perder gran parte de su salud en aras de su pueblo.

Fue Mandela el primer Presidente de una Sudáfrica sin apartheid, unida, reconciliada y libre con cabida, incluso, para la minoría blanca. Un ejemplo de hidalguía y grandeza, una lección de amor que deberán aprender en muchas latitudes donde el flagelo de la guerra engendra odios y muerte.

El amigo Nelson Mandela, el hermano Madiba, como le llamaba su clan, deja de existir físicamente para comenzar a vivir eternamente en la grandeza de su ejemplo y de su entrega a la causa hermosa por la que consagró toda su existencia.

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