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S.O.S., se nos acaba el planeta

S.O.S., se nos acaba el planeta

Hoy 30 de noviembre comenzóen París la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).  Apenas sacudiéndose el polvo del ataque terrorista, la capital francesa se convierte en sede de un evento encaminado a detener otro terrorismo, el de las transnacionales y los grandes poderes que con desenfado hacen oídos sordos a los reclamos de instituciones científicas, personalidades y realidades palpables que alertan ante el evidente y galopante holocausto planetario.
Tal parece que muchos se desentienden de tan pasmosa realidad, en la certeza de que sus bunkers los protegerán del desastre que se avecina, bajo la supuesta esperanza de que:“allá los que poco o nada tienen”.
No es un secreto que el calentamiento global está destruyendo miles de especies animales y forestales y la propia salud y supervivencia humanas. La tala de bosques no se detiene, desintegrándose así los exiguos y fatigados pulmones planetarios.
La Cumbre que sesionará hasta el 11 del entrante diciembre constituye un esfuerzo por reemplazar el exiguo e incumplido Protocolo de Kioto, que tras dieciocho años (1997) fue incapaz de sacarnos a los terrícolas del atolladero sistémico en que está metida nuestra maltratada y decadente aldea global. Aquel antiguo e incumplido Pacto firmado en Japón no incluía a Estados Unidos ni a China; esta vez se pretende incluir a toda la comunidad mundial.
Según expertos en la materia, es otra muestra de voluntad política por parte de la comunidad mundial aunque, debido a la magnitud del daño, cualquier contingencia adoptada ahora no evitarálos dos grados a que se estima ascenderá la temperatura global en las postrimerías del actual siglo XXI.
A la reunión asisten más de 140 jefes de Estado y Gobierno, lo que es uno de los cónclaves mundiales más grandes de la Organización de Naciones Unidas acontecidos fuera de su sede neoyorquina. Esperemos que esta reunión al más alto nivel redunde en la adopción de un acuerdo efectivo y de estricto cumplimiento por parte de cada país miembro.
Hace falta plena voluntad política en la actual circunstancia dominada por el neoliberalismo capitalista, fuerza que en no pocos casos controla el accionar de muchos gobiernos y, en definitiva, deciden qué se hace y qué no en cualquier ámbito; desde el cuidado planetario hasta una declaración de guerra.
El desastre ecológico es, a fin de cuentas, un terrorismo suicida ejecutado por los más ricos. Si el planeta llegara a colapsar, ellos también caerían víctimas de su propia irresponsabilidad; ante un desastre semejante nadie sabrá, entonces, si es mejor continuar vivo o haber muerto.
El planeta se nos acaba, no queda otra que intentar salvarlo. O nos salvamos todos, o todos perecemos. La cordura apunta hacia la sensata opción por que se haga prevalecer la vida.

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