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Berta Cáceres y el contexto actual latinoamericano

Berta Cáceres y el contexto actual latinoamericano

Las oligarquías latinoamericanas no se resignan a aceptar las luchas por los derechos de las grandes mayorías desposeídas y explotadas. En contubernio con las grandes transnacionales y los grupos de poder político serviles a sus intereses, ponen límites al modelo de democracia representativa y a las virtuales libertades de expresión. Expresar la verdad, denunciar los abusos de poder y defender una causa justa se paga con la muerte extrajudicial como acaba de suceder el pasado 3 de marzo con la líder indígena y ecologista hondureña Berta Cáceres Flores. 


A solo cinco días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, manos asesinas la orden de eliminarla físicamente. La víctima: una mujer de 43 años cuyo “delito” fue consagrarse a la defensa de las mujeres, los recursos naturales de su país y los derechos de la comunidad indígena lenca, de la cual formaba parte. 


Los lencas son la mayor comunidad indígena de Honduras, con un idioma extinguido a la fuerza durante los siglos de colonialismo español y, ya en el periodo republicano, por el hostigamiento a los niños de la comunidad que se atrevían a hablarlo en las escuelas; en cambio, buena parte de su cultura prevalece fundamentalmente en el arte de la alfarería, cuyas muestras se exportan como piezas ornamentales. Como miles de aborígenes de América Latina, la comunidad lenca padece la marginación y está confinada a las áreas rurales. Cada día se le amenaza privándola de tierras y de agua; defenderlos del despojo fue la causa a la que Berta Cáceres se consagró y que pagó con su vida.


Como luchadora social, Berta fue activista política. Se manifestó contra el golpe militar que derrocó al presidente Manuel Zelaya en junio de 2009; su actitud era una cuenta pendiente a cobrarle por la oligarquía, algo que no le fue perdonado. En su lucha por los derechos de la comunidad lenca fundó y presidió la Coordinadora General del Consejo Cívico Popular Indígena de Honduras COPINH, foro desde el cual desarrolló su lucha que le hizo merecedora de reconocimientos internacionales, como el Premio Shalom en Alemania, en 2012 y el Premio Medioambiental Goldman, máximo galardón, instituido en Estados Unidos para reconocer la labor de activistas que defienden la naturaleza y el medio ambiente. 


Entre los principales focos de interés en la lucha desarrollada por Berta Cáceres Flores estuvo su oposición a los desalojos violentos y a la construcción de la presa de la hidroeléctrica de Agua Zarca en el Río Gualcarque en Santa Bárbara, territorio de la comunidad lenca, obra que robaría y contaminaría las aguas que ellos necesitan para el consumo y la producción agrícola, además de ser considerado como lugar sagrado para los lencas, por la creencia de que los ríos son habitados por espíritus femeninos que se ocupan de su custodia. 


Un total desprecio a la cultura de una etnia nativa y a la vida humana, ya que no solo Berta, sino otros miembros de la comunidad lenca han sido maltratados y amenazados de muerte.


Es de lamentar que a pocos días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, haya que lamentar tan deplorable y vil asesinato. Es exigencia legítima exigir justicia y el total esclarecimiento de tan horrendo crimen, y que los responsables intelectuales y materiales respondan ante la ley y paguen por tan cobarde acción.


Mientras redacto estas líneas tengo ante mí un libro de cabecera: Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, cuya lectura es continuamente necesaria y de actualidad permanente. El contexto actual latinoamericano y el asedio mediático a las democracias progresistas no excluye acciones repugnantes como el asesinato de Berta Cáceres. Las venas de América Latina siguen sangrando. 

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