Baraguá: Cuando se rompió el corojo

Ha transcurrido más de un siglo, y desde entonces a la fecha las circunstancias nos han empujado a disímiles realidades que han puesto en juego nuestro destino como país; y en cada una de ellas nos acompaña la hidalguía de un Maceo renuente a claudicar. En aquel momento correspondió a él llevar en sí el decoro de muchos hombres, parafraseando el pensamiento del Apóstol. Hubo de enfrentarse el hijo menor de Mariana Grajales a las conductas acomodaticias, sietemesinas y ambivalentes de hombres que – por mediocridad, inmadurez o insensato cansancio – preferían abandonar las armas en pro de la independencia, para pacer como ovejas en el redil humillante del amo hispano.
Cuba se resumió en Maceo aquel día histórico y luego se multiplicó para siempre en cada cubana y cubano que ama la libertad, la soberanía y la independencia de su Patria. Tras la entrevista con Martínez Campos, las huestes mambisas anunciaron que otra vez se rompería el corojo, lo que equivale a decir que nuevamente se reiniciarían las hostilidades, la guerra por la emancipación. Aquel corojo sigue roto, ahí en cada momento que se precisa de él para advertir que somos indomables; que no aceptamos la domesticación ni la tutela acomodaticia de ninguna otra nación por poderosa que sea.
El corojo siguió rompiéndose en la Revolución del 30; en el Moncada; el Granma; la Sierra Maestra; la lucha clandestina. También se rompió en Playa Girón y sigue rompiéndose en las actuales circunstancias como garante de que nuestra soberanía no es objeto de negociación, y que toda relación de amistad – deseada por nuestro país como un principio – está y estará condicionada siempre al respeto a nuestra autodeterminación.
La realidad interna de Cuba es un asunto que corresponde únicamente a los cubanos. Así pensamos y vivimos desde Yara hasta Baraguá; desde el Moncada a Girón, y hasta hoy. El presente y el futuro de Cuba jamás serán negociables; constituyen patrimonio soberano de nuestro pueblo que como herencia irrenunciable conserva la dignidad del corojo.