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La locución cautelosa

La locución cautelosa

Puede que parezca extraño, pero el término aplicado tiene su razón. El diccionario, entre otros, pone en primer lugar para "cautela" el significado de "precaución y reserva con que se procede".
Tratándose de hablar, sobre todo si leemos en voz alta, nunca faltan motivos para hacerlo con "precaución y reserva"; con la prudencia que aconseja el temor a expresar algo incorrecto si de dirigirse a un gran público se trata, mucho más cuando es una primera lectura. Eso es lógico y, por tanto, normal.
Para visualizar la idea que deseo compartir, imaginemos una persona que camina con los ojos vendados, advertida de que por el suelo hay varios huevos dispersos y debe evitar aplastarlos. Muy parecido a eso es la "locución cautelosa" de marras.
Cada vez se hace más común en programas de radio -insólitamente en los que se graban, porque en ellos menos se justifica- esa forma de leer que denota imprecisión por parte de locutores (as) y que psicológicamente deja en el radioyente una sensación de ignorancia por parte de quien habla.
Los locutores son comunicadores, y su primera cualidad -más que la modulación y proyección vocal, necesarias sí, pero pertenecientes a la forma y no al fondo- es que al transmitir una idea sean ellos y ellas sus más firmes conocedores, y demostrarlo.
¿Por qué muchas veces oímos locuciones en las que se percibe duda, temor a equivocarse, "masticación" de las palabras, casi silabeándolas, convencidos de que son leídas y pronunciadas por primera vez? Al hacer una primera lectura, es natural; pero si estamos transmitiendo ideas, permitirnos hacerlo eso se cae en un disparatado e imperdonable error.
En un programa "en vivo" puede que la pifia pase, aunque tampoco se justifica, pero en un espacio previamente grabado resulta inconcebible.
Sin mencionar casos particulares, la "locución cautelosa" se debe a la ausencia de un ensayo de mesa, la lectura previa de los textos antes de su grabación o salida al aire. El ensayo de mesa es condición "sine qua non" para la calidad del programa y por ende, la "claridad" del mensaje.
Todo el equipo de realizaciónde un programa debe leer previamente y ensayar lo que va a salir al aire; es la ocasión propicia para aclarar dudas, significados y objetivos.
Los locutores -en primerísimo lugar- deben conocer en profundidad el contenido y asimismo apropiarlo, incorporarlo como parte de sí porque ellos son quienes lo darán a conocer.
Deben exigir una redacción limpia, clara, legible, sintácticamente traducible y potencialmente interpretable por quienes los escucharán, cuando de lenguaje escrito se convierta en sus voces en lenguaje hablado.
Impedir la "locución cautelosa" es obligación de todos y cada uno de quienes participan en la realización de cualquier espacio radiofónico; en primer lugar de directores y asesores,que deben conocer el guion o libretoy los significados de cada término por novedoso que pueda ser.
Obviamente, los locutores deben estar convencidos de que el programa es también de ellos y ellas; les incumbe un sentido de pertenencia sumado al respeto propio, ya que son la imagen sonora de un programa y cualquier error aunque sea de otros, se les atribuye a ellos, lo mismo que se les arrogan los aciertos de aquellos y aquellas a quienes no se les oyen sus voces. 
La calidad de un programa, su propósito de comunicar empieza por una exposición clara del contenido, sea noticioso o meramente informativo.
Ese contenido es preciso conocerlo profundamente, apropiarlo al intelecto de quien lo emite, metabolizarlo en las neuronas para que de esa manera sea inteligible a oídos y mentes una vez que llegue el momento de su decodificación.
La "locución cautelosa" debe ser erradicada porque es la enemiga número uno de la calidad de cualquier programa y de la credibilidad de sus contenidos. No queda otra opción al respecto.

Previsiones del escritor en la radio

Previsiones del escritor en la radio

Tengo la costumbre de leer en voz alta todo cuanto escribo para la radio. Quien me oiga hacerlo y no me conozca, pudiera sorprenderse por lo que tal vez considere un comportamiento poco normal. Al sincerarme con ustedes, confieso que eso de leer en voz alta es uno de los procedimientos más infalibles para caer en la cuenta de si nuestros textos son o no verdaderamente radiables. Existe una razón primera y esencial: las ideas que compartimos por la radio en forma de texto llegan a los radioyentes como sonidos, independiente del contenido y la complejidad.

La palabra en radio es un sonido más –  muy esencial – y debemos darle el tratamiento que corresponde a su doble categoría de idea-hecha-sonido. Al leer en voz alta percibimos si palabras, sintaxis, orden de las ideas y la construcción general se avienen al sonido potencialmente hablado que todo eso va a ser. Mientras más se aproxime el vocabulario escrito a ese otro usado por la mayoría de la gente, será mejor; ello con independencia de los contenidos.

Acerca de las complejidades léxicas, creo fundamental el uso de las más fáciles de entender por un mayor número de personas. Puede que en ocasiones el tratamiento de un tema exija apelar a vocablos especializados – de ser así – hagámoslo. No sin luego aclarar “qué quisimos decir”, “qué significa eso”. Para la buena salud del programa de radio, quien lo escribe debiera de ser el primero en conocer lo que significa cada término usado.

Resultó triste cuando cierta vez presencié cómo una asesora, muy perspicaz, inquirió a un guionista acerca del significado de una palabra de poco uso utilizada por él, y de qué manera sonrojándose no supo responder.  No son los más, pero vale la aclaración en esta era de textos digitales cuando, ¿para bien, para mal?, los “copia y pega” se convierten en tentaciones para simplificar lo que, sin justificación, algunos pudieran calificar como “duro trabajo”.

Con la lectura en voz alta hallaremos palabras que no pertenecen al lenguaje coloquial y pudieran convertirse en ruidos obstructores de la decodificación de cuanto pretendemos comunicar. Otra ventaja es que sirve como recurso para detectar las cacofonías, esos sonidos que por parecidos – sobre todo por su recurrencia vocálica -  hacen del texto radiofónico una sarta monótona hasta el cansancio y de mal gusto.

Acerca de las previsiones del escritor de radio queda mucho por decir y me agradaría hacerlo en otra ocasión. De momento espero que ejerciten con la lectura en voz alta mientras escriben. Les garantizo que no tardarán en percibir resultados. 

Noemí Díaz de Villegas y la radio

Noemí Díaz de Villegas y la radio

Los espacios de música sinfónica forman parte de la tradición radial de Cienfuegos. Desde los años 50 en el mismo local ocupado por la antigua Radio Tiempo, también existía “La onda de la música”, emisora dedicada a la música instrumental, principalmente valses y obras que dentro de la música culta han gozado siempre de popularidad.

Los años que siguieron a la nacionalización de la radio redujeron el número de estaciones en las provincias del país. Para entonces, cuando Cienfuegos contaba con por lo menos tres estaciones, quedó solo una, Radio Tiempo, como representativa de la antigua región que formaba parte de la provincia de Villa Clara.

En aquellos tiempos, la  hoy Radio Ciudad del Mar, se caracterizó por una considerable participación popular. La mayor parte de los programas especializados estaban a cargo de instituciones y personas que fungían como colaboradores.

Fue una época muy interesante, ya que muchas personas, entre ellas maestros, profesionales de diversas ramas y aficionados hallaron y descubrieron una vocación que en muchos casos se asumió de manera definitiva. Entonces, como nunca antes, tenía lugar esa necesaria sinergia mediante la cual la radio interactuaba con instituciones y protagonistas sociales del momento.

Entre los más relevantes figura la hoy Biblioteca Provincial “Roberto García Valdés”, que durante décadas acogió junto a muchos lectores, un sinnúmero de escritores y pensadores que se reunían allí para desarrollar sus talleres literarios, tertulias y café-conversatorios.

En cuanto a la radio, sus vínculos con la Biblioteca fueron sólidos; en particular a través del programa de música clásica "Divulgación Musical", que comenzó a difundirse desde 1962  los domingos a las 6 y 30 de la tarde, y luego los martes y jueves.  Aquella primera etapa el espacio se mantuvo a cargo de Noemí Caridad Díaz de Villegas Olascoaga, quien atendía la sala de música de la referida institución.

Noemí se mantuvo como productora y conductora durante 21 años. Y aclaro lo meritorio de esta mujer sencilla y afable, que no recibía un solo centavo por hacer aquel espacio al cual dedicó tiempo y esmero, tanto que hoy muchos la recuerdan.

Es una persona excepcional que a pesar de la distancia geográfica -actualmente reside en Islas Canarias-, mantiene una cercanía afectiva con Cienfuegos, su amada Biblioteca y con la radio.

El quehacer de Noemí abarcó diversas aristas. Su prueba de fuego la tuvo con “Herederos de la Paz”, dedicado a los niños y auspiciado por la Unión de Pioneros de Cuba (UPC), en Cienfuegos, que salía al aire los domingos a la 4 y media de la tarde. Su directora en los inicios -me comentó Noemí-, fue Santa Queijo, y también participaron: Paula y Margot Navarro, Paco Pino y Olga Bielsa. Cuando Santa no continuó por problemas familiares, Noemí pasó a dirigir el programa.

Ella recuerda un personaje imaginario llamado Cucarachita Martina quien tenía un helicóptero para viajar por todo Cienfuegos, y ver el comportamiento de los niños.  Hacía los efectos de sonido con una matraca, y la imaginaria cucarachita recibía llamadas telefónicas de familiares de los niños para que hablara sobre ellos y les aconsejara.

Tiempo después pasó a llamarse “La ronda de los niños”, donde aparecieron los personajes de Lulú y Betty, interpretados por Noemí y Yolanda Cepero, respectivamente.

Fueron tiempos de movilizaciones masivas a la agricultura, y en 1968 Radio Tiempo se fue a la Zafra para hacer su programación desde el Central Azucarero “Pepito Tey”; allá fue Noemí con el colectivo radial para llevar el  ambiente de zafra a las ondas hertzianas.

Otra creación de Noemí fue “La cultura y el pueblo”, cuando ella ocupaba la Secretaría de Cultura en la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), en la Perla del Sur. Se ofrecían noticias culturales, comentarios de libros y música. Posteriormente, quedó bajo el auspicio de la Biblioteca “Roberto García” y empezó a llamarse "De todo un poco", con secciones tales como: Efemérides del día, Comentarios de Libros, Cine, Música, y Diversos Asuntos de Interés.

También se entrevistaron a destacadas figuras, entre ellas Mateo Torriente, Benjamín Duarte, Leopoldo Suárez y la escritora Marguerite Duras, autora de Hiroshima, mi amor, obra llevada al cine.

Durante el Primer Festival de la Canción Internacional de Varadero, en 1967, Noemí entrevistó a artistas relevantes como Massiel, Sergio Endrigo, Jenny Luna, Eva Pilarová, Yordanka Krístova y Margaret Pislaru, entre otros, que fueron transmitidas en “De todo un poco”. Las fotos con aquellos artistas fueron exhibidas en la Galería de Arte de la Biblioteca Provincial.

Noemí atesora con cariño estas y otras historias que he tenido la suerte de escucharle, y que merecen darse a conocer, lo cual haré en otro momento.

Por lo pronto vale aquilatar el legado de una época preciosa y la entrega de esta mujer quien, con dos apellidos indiscutiblemente cienfuegueros, dio a su ciudad, su radio y su pueblo una importante cuota de sabiduría y mucho amor.

Radialistas eficientes y efectivos

Radialistas eficientes y efectivos

Tal vez parezca una paradoja el título de este comentario, pero no es así. Conozco radialistas que son eficientes, pero no efectivos; también conozco quienes son lo contrario. No soy aficionado a los juegos de palabras, si hacerlo no entraña un significado; en este caso, sí.

A lo largo de mi vida en la radio he tenido la suerte de observar cómo la reclamada eficiencia tiende a tornarse algo insípido porque bien poco vale si tras ella no existen resultados.

Los radialistas eficientes son aquellos que con heroicidad y estoicismo aparentes asumen cuantos programas les asignen en su plan de trabajo. Unos lo hacen porque con la mejor fe desean abarcarlo todo, están contagiados por el incurable virus del radialismo – aquí si inventé una palabra porque sí, y punto -, la más sublime de las virosis que pueden aquejar a quienes un feliz día abrazamos alguna de las profesiones vinculadas a la radio.

Hay radialistas eficientes para "quedar bien", decir que sí a todo y no ser vistos con "caritas" por sus superiores en el medio; estos son de quienes se dice: "fulanito o menganita, eso sí es un ejemplo de amor al medio y a su trabajo". Un tercer grupo lo acepta todo en un desmedido afán por engrosar el bolsillo, aspiración legítima siempre y cuando haya un resultado, ¡eso!, un resultado. A ese grupo pertenecen los radialistas efectivos.

No escasean quienes desean hacer oír una y otra vez su nombre.

Con deseos de esclarecer conceptos – dejando margen a mi propio error – busqué en el diccionario de la Real Academia Española RAE el significado de ambos términos y hallé lo que transcribo a continuación.

EFICIENCIA: Capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado.

EFECTIVIDAD: Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera.

He ahí el problema, diría Shakespeare.

¿Qué opinan ahora?

Para mí lo más importante es ser efectivos, que se alcance el objetivo propuesto, siendo la eficiencia el mejor punto de partida, pues sin ella la efectividad no es posible. Opino que una eficiencia desmedida, por querer abarcar empeños gigantescos, puede dar al traste con la efectividad.

Vale el esfuerzo por buscar y encontrar la justa medida entre ambos conceptos. Tal vez algunos piensen que lo escrito, más que otra cosa, sea una abstracción etimológica de poco valor a la hora de actuar. A mí me parece diferente, algo a tomar en consideración muy en serio.

La eficiencia y la efectividad no siempre coinciden. La segunda no puede prescindir de la primera; pero si la primera no cuenta con la segunda, se malgasta tiempo.

Ojalá no demoren en llegar sus propias apreciaciones sobre este tema.

Laura Inclán: la certeza de saber

Laura Inclán: la certeza de saber

Laura Inclán Narbona habla de música con plena autoridad. Siempre que escucho sus programas en CMBF Radio Musical Nacional o en Habana Radio, percibo confianza ante una conocedora de cuanto expresa.

En cada comentario vislumbro esa entonación y dicción características de ella, que imprimen un aire de indudable certeza. Al referirse a la música sinfónica, evidencia la dignidad de un magisterio. Su voz clara trasmite una pedagogía amena.

Esta radialista cubana que tiene como divisa la excelencia no llegó a este punto cimero desde la improvisación. Tras su facultad natural para comunicar sus amplios conocimientos musicales subyacen años de estudio y una ejercitación consecuente del quehacer musical.

Laura nació en Santa Clara el 22 de febrero de 1950, y desde joven recorrió el camino de una formación académica; según me confesó, siente el orgullo de haber sido alumna de piano de la Maestra Margot Rojas. Cursó estudios en el Conservatorio Amadeo Roldán, en La Habana, y después durante más de un curso en la Escuela Nacional de Arte.

En su vida laboral se mantuvo durante dos años en la Orquesta Sinfónica Nacional como pianista, aproximadamente en 1970, sustituyendo nada menos que a la Maestra Pura Ortiz, quien a la sazón presentaba problemas de salud. Posteriormente trabajó en el grupo Ocuje, bajo la dirección de Roberto Blanco, así como en algunas grabaciones que le solicitaron para la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM).

Su llegada a la Radio es algo curioso; Laura trabajaba en el Museo Nacional de Bellas Artes como Licenciada en Filología, y un día a la hora de la merienda se encontró con Calixto Álvarez, amigo de muchos años quien ya trabajaba en CMBF como asesor, quien necesitaba apoyo para poder realizar otras actividades como compositor.

Laura accedió enseguida, pues su pasión musical le motivó su entrada a la radio, y empezó a trabajar en CMBF como asesora. Poco después, en 1976, comienza su labor como radialista y recuerda que una de los primeros programas que hizo fue el dedicado al aniversario 60 del Maestro Harold Gramatges, a quien le unió una gran amistad.

Así, conocedora de tan eminente músico, empezó a escribir acerca de él, preparó la producción musical y logró una serie dedicada a Gramatges que duró una semana entera. Confiesa que entonces no tenía experiencia en este quehacer, por tanto se hizo radialista de modo empírico; ella apeló a la lógica y a partir de sus amplios conocimientos musicales pudo perfeccionar su quehacer.

De su vida en la Radio, Laura recuerda el espacio "Intérpretes Cubanos" que en un tiempo no se elaboraba como en estos momentos. En aquel entonces acudía a un locutor que leía en vivo el texto escrito por ella.

Un día llegó el momento feliz en que Laura Inclán Narbona comenzó a conducir los espacios radiofónicos escritos por ella. Fue así como la radioaudiencia cubana – hoy también internacional gracias a Internet – puede gracias a ella disfrutar y conocer la vida y obra de grandes figuras del pentagrama cubano y universal.

Curiosamente no es locutora; sí evaluada como hablante, pero dotada de una gracia y encanto que solo es posible cuando proviene de alguien que goza de un talentoso caudal como ella. Agradecida y humilde como es, no olvida la gratitud que debe a muchos de sus maestros y profesores, en particular al Maestro Ángel Vázquez Millares quien tanto apoyo le ha brindado.

Por todas estas razones – y seguidor de sus espacios - desde hace tiempo me propuse conversar con ella. Todo lo que emite su voz es inmanente a su saber; de ahí la elegante pedagogía con que lo hace.

Laura Inclán Narbona vive lo que dice, pues cuanto expresa y enseña en sus comentarios de música, reflexiona sobre parte de su vida. Laura en la Radio, más que dar, se entrega plenamente a sí misma. He ahí su mayor mérito

Sergio Farray Pichs: locutor irrepetible

Sergio Farray Pichs: locutor irrepetible Para quienes aún no lo sepan, Sergio Farray Pichs fue uno de los locutores emblemáticos de la radio en Cienfuegos.

Junto a su excelencia profesional – dada por su versatilidad, esa cualidad de encarar cualquier género de espacio radial -, iba por añadidura un carácter sincero, afable y de buen humor.

Existen tantas anécdotas acerca de Sergio que quienes tuvimos la suerte de trabajar con él pudiéramos escribir un libro.

Farray y Kike, como le llamaban en el medio, inició su vida radial en 1958 cuando se presentó a un examen convocado en La Habana por el Ministerio de Comunicaciones, opción que no tuvo efecto debido a la situación reinante en el país durante aquel último año de la dictadura batistiana.

1958 y 1959 fueron años en los que se ejercitó en locución en la emisora CMHK del municipio cienfueguero de Cruces.

El mismo año del triunfo de la Revolución fue nombrado delegado en la Perla del Sur del recién creado Comité Nacional Pro-Defensa a Aspirantes a Locutores, entidad cuyo principal objetivo fue lograr el llamado a examen de los aspirantes a locutores que ya contaban con expedientes archivados en el Ministerio de Comunicaciones.

En 1960 Sergio obtuvo su titulación como locutor profesional; fue alumno del maestro de locutores Sergio Moreno de Ayala. Aquel mismo año solicitó ingreso en el Colegio Nacional de Locutores, al cual fue aceptado formalmente el 12 de octubre del mismo año, certificación que le avaló para la locución, ya que entonces se exigía título y pertenencia a dicho Colegio para ejercer la profesión.

Desde entonces y hasta el día de su muerte, comenzó para él un quehacer intenso y productivo en el ámbito radial, de los espectáculos y publicitario. Trabajó en la emisora CMHJ “Radio Libertad” hasta que en 1961 se convirtiera en CMHF “Radio Cienfuegos”, donde permaneció hasta su cierre por reajustes en el entonces Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR).

Poco tiempo después fue animador de espectáculos en el Hotel Jagua y ocupó puestos de dirección como Programador y Delegado de Cultura en los municipios de Cruces y Cienfuegos.

En 1986 regresó a sus labores como locutor, esta vez en Radio Ciudad del Mar, labor que tuvo un paréntesis cuando en 1993 marchó a La Habana para ejercer – también como locutor – en Radio Cadena Habana y Radio Metropolitana.

Luego, en 1995 se reintegró al colectivo de Radio Ciudad del Mar hasta el 24 de octubre de 2004, cuando dejó de existir. Recordamos que fue domingo, y aparentemente recuperado de una dolencia cardiaca sorprendió la noticia a todos los que esperábamos su reincorporación al trabajo el lunes siguiente.

La cercanía a Sergio Farray fue una experiencia grata, lo mismo para quienes seguían sus programas como para sus compañeros de trabajo. Además de locutor dirigió varios programas, uno de ellos “Entre Mayores”, creación propia dedicada al adulto mayor. En la segunda mitad de los 80s mucha gente recuerda “De Repente” y otro espacio del domingo en la tarde, ambos revistas variadas de amplia aceptación.

Lo recuerdo cuando en 1986 era junto a Carlos de la Paz uno de los conductores de “Enfoque Científico”, espacio de los sábados que escribí y dirigí. Asimismo tuve la suerte de tenerlo como locutor en “México y sus Canciones” desde 1996 hasta sus últimos días. Entonces aquel programa devino foro para el conocimiento de la cultura mexicana en general, al punto de que varios locutores y artistas mexicanos nos visitaron para participar.

Correspondió a Sergio conducir muchos de aquellos espacios, lo cual hizo con maestría y con el sello de excelencia que siempre lo caracterizó. Reconozco que aquel programa – con respeto de todos y todas – vistió sus mejores galas con la voz y el temperamento del entrañable amigo Sergio Farray.

Y si de sellos distintivos se habla, nadie pone en duda que “De Noche y en Vivo” fue un plato fuerte en la vida profesional de Sergio, tanto en su condición de locutor como de director. Salía al aire de lunes a viernes desde las 9 hasta las 11 de la noche, y puedo afirmar que su identidad llegó a tal extremo que de solo escuchar la música o un tema tratado, sin mirar el dial, se intuía que se trataba de ese y no de otro espacio. Farray supo darle a “De Noche y en Vivo” la impronta personal y distintiva que todo ser dedicado a la radio debe procurar.

Felizmente su labor fue reconocida en reiteradas ocasiones.

En 1985 recibió la Medalla “Raúl Gómez García” por 25 años de labor ininterrumpida en el sector de la Cultura; en 1992 un diploma por el Aniversario 70 de la Radio Cubana por más de 20 años de trabajo ininterrumpido, y en reconocimiento a su labor realizada con abnegación y modestia en la rica historia de la Radio Cubana.

Fue acreedor de varios diplomas de reconocimiento por su participación en espacios premiados en los Festivales Provincial y Nacional de la Radio, y obtuvo la categoría de Locutor de Primer Nivel, en la evaluación realizada en el sector artístico. Durante su estancia en Radio Cadena Habana fue miembro de su Consejo Artístico, condición que también ejerció tras su regreso a Radio Ciudad del Mar en 1995.

Todo lo dicho acerca de Sergio Farray Pichs sirve para que quienes no lo conocieron sepan parte de su trayectoria. Los reconocimientos y distinciones hablan por sí, pero lo más valioso de su quehacer en la radio es que continúa vivo en el recuerdo y en los corazones de quienes un día tras otro seguían los programas donde hizo gala de su arte y de su indiscutible amor a la radio.

Carpentier: La realidad creadora de la radio es también una maravilla

Carpentier: La realidad creadora de la radio es también una maravilla Este 26 de diciembre se cumple el aniversario 110 del nacimiento del novelista, musicólogo e investigador cubano Alejo Carpentier; motivo para que la Editorial Letras Cubanas presente en su sábado del libro el título Guerra del tiempo de Alejo Carpentier, el cual agrupa parte de su tesoro narrativo.

A un siglo y una década de su natalicio, gloria de las letras hispánicas, admira contemplar a una figura de su estatura asumir la radio como medio de difusión por excelencia; incluso aportándole recursos e ideas en el afán de otorgarle categoría de nuevo arte.

Carpentier trajo a Cuba desde París grandes experiencias del quehacer radiofónico, siendo el aspecto dramatúrgico el que más interés despertó en él, al extremo de considerar a la radio de su tiempo urgida de una preceptiva. Después de haber leído más de una vez el libro Alejo Carpentier y la Radio, de Oscar Luis López, llegué a la conclusión de que fue uno de los grandes práctico-teóricos del arte radiofónico, imprescindible de estudiar para una interpretación de los objetivos del medio, así como de los recursos para alcanzarlos.

Uno de los aspectos que más atrajeron a Carpentier fue su certeza de las infinitas posibilidades de la radio, al extremo de imaginar variedad de géneros hasta entonces desconocidos en el umbral de perspectivas de un medio que apenas nacía; por ello en aquel momento con limitaciones. En fecha temprana para la radio como el 17 de diciembre de 1933 publicó en la revista Carteles un artículo titulado “El radio y sus nuevas posibilidades”, donde expresa… “que urge crear un Arte radiofónico, una preceptiva del radio, del mismo modo que existe un Arte poético y una preceptiva literaria. Las posibilidades del radio son ilimitadas. Mil géneros inéditos, pueden nacer a su amparo. Basta enfocarlo con un poco de imaginación y de iniciativa”.

Entre los otros aportes de Carpentier a la radio cuenta lo relacionado con la unidad radial. Fue para él una constante la necesidad de la fusión de la música - en su dimensión dramatúrgica – junto al texto como un todo. Estuvo convencido de lo desacertado que resultan los espacios no musicales donde la música no va en función del texto; así como de la necesaria búsqueda por parte de los radialistas de sonoridades novedosas a partir de elementos integradores del mensaje radiofónico; se pronunció así con plena propiedad porque él mismo ejerció la radio con rigor y profesionalidad, y tempranamente cayó en la cuenta de que la dramaturgia – a partir de sus sonoridades – puede originar numerosos efectos en el subconsciente de cada radioescucha.

Opino que – más que mencionar una tras otra sus frases textuales – vale mejor una relectura de sus puntos de vista que constituyen en sí postulados preceptivos a ser aplicados en nuestro medio acorde a las realidades y públicos de cada época, y en función de los destinatarios específicos de cada espacio. Es una exhortación sincera, principalmente para quienes se inician en este medio y para aquellos y aquellas que sueñan con la idea de ejercerlo algún día. Comencemos por el libro que escribiera Oscar Luis López para revelarnos las inquietudes de un cubano universal cuyo aniversario 110 ahora conmemoramos. Empeñarnos ahora mismo en esta lectura será una buena manera de celebrarlo.

Precursor de lo real maravilloso en las letras, Carpentier nos enseñó que la realidad creadora de la radio es también una maravilla.

Textos cubanos sobre locución

Textos cubanos sobre locución Cualquier persona interesada por conocer cómo funciona la radio puede encontrar textos publicados en idioma castellano; unos originales de autores de habla hispana y no pocas traducciones, principalmente del inglés. Lo más difícil – claro que no imposible -es acceder a libros o manuales dedicados a la enseñanza de la locución. Algunos autores dedicados al Radioperiodismo abordan cuestiones elementales del habla, en particular cuando se trata de la realización de entrevistas.

El 22 de agosto de 1922 surcó el éter la primera transmisión de la radio cubana. El nuevo medio de comunicación contaba entonces con un personal netamente empírico, lo cual se explica por haber sido entonces un acontecimiento primordialmente tecnológico y deslumbrante, no como lo que hoy es, y todavía cada uno interpreta a su modo: -“¿Dónde y en qué momento surge y se acentúa el criterio de que la radio es un simple “medio de transmisión meramente informativo”, una “institución sociocultural”, un “periódico hablado”, en fin, infinidad de calificativos, menos el de “un nuevo arte”?” (1)

Las primeras voces de nuestra radio – como en el resto del mundo – fueron empíricas. Curioso que después de muchos años de instaurado el medio, incontables de sus mejores protagonistas continúen siéndolo. Sería casi axiomático afirmar que la práctica viene primero para proveer experiencias que más tarde se manifiestan como teorías, no por ello inmunes a nuevas transformaciones. Ello no niega la necesidad de que existan libros y manuales cuya propuesta sea la enseñanza del quehacer radial en sus más diversas especialidades, una de ellas la locución, de importancia trascendente.

Dejar de lado el estudio de las profesiones y oficios dentro de la radio es desestimar la experiencia acumulada durante décadas por quienes una y otra vez afrontaron, y experimentaron su quehacer.

Cuba es uno de los países donde mayor interés se ha manifestado históricamente por el aprendizaje del arte de la locución. Podemos afirmar con sano orgullo que la profesión -oficio de locutor(a)- es valorada altamente en nuestro país, dedicándole horas y textos para su formación y perfeccionamiento.

Tras un rápido balance, podemos afirmar que alrededor de la década de los 40s, el abogado y locutor Luis A. Vilardel Adán “…además de impartir clases de locución, escribió un libro que tituló Microvoz… el mayor esfuerzo por hacer de la locución un arte…” (2)

En 1950 Modesto Vázquez, decano de la radio en Cuba, publicó su libro “Oratoria Radial”, donde trata aspectos fonéticos y de dicción en general, aunque básicamente encaminados a enseñar la intencionalidad y énfasis de los anuncios comerciales; hecho justificado en su época por la existencia de una radio comercial ya consolidada, lo que no resta importancia a dicha obra que en nuestros días merece estudio y análisis desde la actual perspectiva política, económica y social cubana.

Después del triunfo de la Revolución, el locutor y director de programas de radio Aurelio Rodríguez Valdés (Yeyo) publicó un folleto titulado “Manual de Radio” con aspectos elementales de la locución. De adolescente tuve en mis manos un ejemplar de “Oratoria Radial”, propiedad del ya fallecido locutor Felipe Lanier Medina. Tengo referencias del “Manual de Radio” gracias a mi amigo Humberto Albanés López, decano de la radio en Cienfuegos, quien lo vio cuando su autor obsequió un ejemplar (entre finales de los 70s y comienzos de los 80s) al desaparecido locutor Alberto Artiles Mendoza.

En 1989 el radialista e investigador en Lingüística de la Academia de Ciencias en Santiago de Cuba, Alfredo Casanellas O’Callaghan, publicó el libro “Introducción al Periodismo y la Locución Radial” (3) en cuyo contenido esboza aspectos elementales acerca de la oratoria radial, como la velocidad al hablar, la lectura, valoración del texto, signos de puntuación, elementos para la locución de algunos géneros, el periodista ante el micrófono, y otros temas.

El libro de Casanellas O’Callaghan resulta abarcador y ofrece una panorámica general de todos los quehaceres del medio, incluyendo la locución.

Escribiendo en retrospectiva, en 1984 el destacado locutor cubano Frank Guevara publicó “La locución: técnica y práctica” (4), libro que desde mi punto de vista constituye el texto más completo publicado – al menos en Cuba – concretamente para la enseñanza de esta importante profesión-oficio.

En la obra se explican profusamente aspectos fonético-fisiológicos; cómo proyectarse ante cada tipo de micrófonos; un compendio técnico-práctico de la radio en sentido general, así como aspectos gramaticales, de pronunciación e interpretación; todo precedido de un primer capítulo acerca de la importancia social de la locución, y de una síntesis histórica de la radio en Cuba.

Hoy vale preguntar cuántos locutores y aspirantes a serlo tratan de agenciarse – aunque sea por préstamo, pues la edición está agotada – un ejemplar para estudiar las propuestas del maestro Frank Guevara. Es permanente necesidad que nuestros locutores y locutoras profundicen sus conocimientos técnicos y el bagaje de cultura general; algo a lo que voy a referirme en un próximo trabajo.

Para finalizar reafirmo que en Cuba tenemos el privilegio de contar con profesionales de la locución que con espíritu altruista dejan el legado de su experiencia a las nuevas generaciones, algo que merece más que un simple agradecimiento.Estudiarlos – y en lo posible enriquecer sus obras con nuevos aportes –debiera ser la mejor forma de expresar esa gratitud.

(1) Alejo Carpentier y la Radio, Oscar Luis López, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba. 2003 p.p. 37-38
(2) La Radio en Cuba, Oscar Luis López, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba. 1988 p.218
(3) Introducción al Periodismo y la Locución Radial, Alfredo Casanellas O’Callaghan, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, Cuba, 1988.
(4) La locución: técnica y práctica, Frank Guevara, Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 1984.