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La Radio por dentro

La radio y su identidad

La radio y su identidad La identidad es lo que define a cualquier emisora de radio, la diferencia de las otras y distingue en su relación con los cooperantes, clientes y beneficiarios generales de sus productos comunicativos.

En el ámbito de la cultura organizacional, las marcas y logotipos son la expresión más conocida de alcance general a nivel mundial. Su establecimiento no es un hecho voluntarista, fortuito ni caprichoso, sino fruto de la bien pensada correspondencia que exista entre ellos, la misión institucional y su relación tanto interna como externa.

En la radio contamos – exceptuando las actuales posibilidades de Internet – con un solo canal para la emisión de productos comunicativos. Sin embargo, desde el punto de vista de esa forma de expresión, como de sus vínculos con otras entidades y personas, las circunstancias aconsejan la adopción de elementos visuales y sonoros que destaquen la naturaleza, misión y propósitos de cada radioemisora.

En el caso específico de nuestra Radio Cubana, hay buenos ejemplos de cómo en el aspecto sonoro se manifiesta la identidad corporativa de cada radioemisora. Por ejemplo, Radio Rebelde posee el lema "Rebelde, Emisora de la Revolución"; Radio Progreso, "La Emisora de la Familia Cubana";CMHW en Santa Clara, "W, la Reina Radial del Centro"; Radio Ciudad del Mar, "Una Brisa en tu Dial". En estos casos y otros a citarse expresa lo que podemos definir como nombre de marca – institucionalmente hablando – de cada radioemisora. Hasta aquí todo está bien.

La situación se complica – y daña el nombre de marca – cuando programas de radio aislados pretenden crear sus propios lemas o slogans, haciéndolo al margen del que como identidad general poseen las radioemisoras donde ellos se originan. Es válido que un programa instaure su propio nombre de marca a partir del superobjetivo que le da su razón de ser; lo que no me parece lícito es ignorar el nombre de marca – lema de identificación de la emisora – y se le sustituya a capricho por otro diferente.

No olvidemos que entre programas y programación es imprescindible la existencia de un vínculo o relación sistémica donde – sin la pérdida del sello de cada programa –se haga manifiesta la pertenencia a un todo.

En otro aspecto, el lema comúnmente aceptado en una emisora debe aparecer - ¡siempre! – en su logotipo; ese y únicamente ese, de manera invariable. Desde su letrero o lumínico externo, el cual no debe ignorar jamás sus siglas radiales conferidas por las autoridades de Comunicación, junto al nombre como tal de la radioemisora y el lema que la identifica.

La expresión gráfica de cada institución radial exige una traducción sonora equivalente. Para ello, a la hora de crearlas, resulta importante considerar junto con la misión y el propósito, una construcción gramatical armónica con el sonido adecuado para su intelección auditiva.

En cuestiones de identidad radial, tanto en contenidos como en forma, no hay cabida para ambigüedades; mucho menos para slogans o lemas que – tal vez sin ser su pretensión – intenten suplantar con impostura lo que identifica tanto al todo como a las partes.

Carpentier: La realidad creadora de la radio es también una maravilla

Carpentier: La realidad creadora de la radio es también una maravilla Este 26 de diciembre se cumple el aniversario 110 del nacimiento del novelista, musicólogo e investigador cubano Alejo Carpentier; motivo para que la Editorial Letras Cubanas presente en su sábado del libro el título Guerra del tiempo de Alejo Carpentier, el cual agrupa parte de su tesoro narrativo.

A un siglo y una década de su natalicio, gloria de las letras hispánicas, admira contemplar a una figura de su estatura asumir la radio como medio de difusión por excelencia; incluso aportándole recursos e ideas en el afán de otorgarle categoría de nuevo arte.

Carpentier trajo a Cuba desde París grandes experiencias del quehacer radiofónico, siendo el aspecto dramatúrgico el que más interés despertó en él, al extremo de considerar a la radio de su tiempo urgida de una preceptiva. Después de haber leído más de una vez el libro Alejo Carpentier y la Radio, de Oscar Luis López, llegué a la conclusión de que fue uno de los grandes práctico-teóricos del arte radiofónico, imprescindible de estudiar para una interpretación de los objetivos del medio, así como de los recursos para alcanzarlos.

Uno de los aspectos que más atrajeron a Carpentier fue su certeza de las infinitas posibilidades de la radio, al extremo de imaginar variedad de géneros hasta entonces desconocidos en el umbral de perspectivas de un medio que apenas nacía; por ello en aquel momento con limitaciones. En fecha temprana para la radio como el 17 de diciembre de 1933 publicó en la revista Carteles un artículo titulado “El radio y sus nuevas posibilidades”, donde expresa… “que urge crear un Arte radiofónico, una preceptiva del radio, del mismo modo que existe un Arte poético y una preceptiva literaria. Las posibilidades del radio son ilimitadas. Mil géneros inéditos, pueden nacer a su amparo. Basta enfocarlo con un poco de imaginación y de iniciativa”.

Entre los otros aportes de Carpentier a la radio cuenta lo relacionado con la unidad radial. Fue para él una constante la necesidad de la fusión de la música - en su dimensión dramatúrgica – junto al texto como un todo. Estuvo convencido de lo desacertado que resultan los espacios no musicales donde la música no va en función del texto; así como de la necesaria búsqueda por parte de los radialistas de sonoridades novedosas a partir de elementos integradores del mensaje radiofónico; se pronunció así con plena propiedad porque él mismo ejerció la radio con rigor y profesionalidad, y tempranamente cayó en la cuenta de que la dramaturgia – a partir de sus sonoridades – puede originar numerosos efectos en el subconsciente de cada radioescucha.

Opino que – más que mencionar una tras otra sus frases textuales – vale mejor una relectura de sus puntos de vista que constituyen en sí postulados preceptivos a ser aplicados en nuestro medio acorde a las realidades y públicos de cada época, y en función de los destinatarios específicos de cada espacio. Es una exhortación sincera, principalmente para quienes se inician en este medio y para aquellos y aquellas que sueñan con la idea de ejercerlo algún día. Comencemos por el libro que escribiera Oscar Luis López para revelarnos las inquietudes de un cubano universal cuyo aniversario 110 ahora conmemoramos. Empeñarnos ahora mismo en esta lectura será una buena manera de celebrarlo.

Precursor de lo real maravilloso en las letras, Carpentier nos enseñó que la realidad creadora de la radio es también una maravilla.

Textos cubanos sobre locución

Textos cubanos sobre locución Cualquier persona interesada por conocer cómo funciona la radio puede encontrar textos publicados en idioma castellano; unos originales de autores de habla hispana y no pocas traducciones, principalmente del inglés. Lo más difícil – claro que no imposible -es acceder a libros o manuales dedicados a la enseñanza de la locución. Algunos autores dedicados al Radioperiodismo abordan cuestiones elementales del habla, en particular cuando se trata de la realización de entrevistas.

El 22 de agosto de 1922 surcó el éter la primera transmisión de la radio cubana. El nuevo medio de comunicación contaba entonces con un personal netamente empírico, lo cual se explica por haber sido entonces un acontecimiento primordialmente tecnológico y deslumbrante, no como lo que hoy es, y todavía cada uno interpreta a su modo: -“¿Dónde y en qué momento surge y se acentúa el criterio de que la radio es un simple “medio de transmisión meramente informativo”, una “institución sociocultural”, un “periódico hablado”, en fin, infinidad de calificativos, menos el de “un nuevo arte”?” (1)

Las primeras voces de nuestra radio – como en el resto del mundo – fueron empíricas. Curioso que después de muchos años de instaurado el medio, incontables de sus mejores protagonistas continúen siéndolo. Sería casi axiomático afirmar que la práctica viene primero para proveer experiencias que más tarde se manifiestan como teorías, no por ello inmunes a nuevas transformaciones. Ello no niega la necesidad de que existan libros y manuales cuya propuesta sea la enseñanza del quehacer radial en sus más diversas especialidades, una de ellas la locución, de importancia trascendente.

Dejar de lado el estudio de las profesiones y oficios dentro de la radio es desestimar la experiencia acumulada durante décadas por quienes una y otra vez afrontaron, y experimentaron su quehacer.

Cuba es uno de los países donde mayor interés se ha manifestado históricamente por el aprendizaje del arte de la locución. Podemos afirmar con sano orgullo que la profesión -oficio de locutor(a)- es valorada altamente en nuestro país, dedicándole horas y textos para su formación y perfeccionamiento.

Tras un rápido balance, podemos afirmar que alrededor de la década de los 40s, el abogado y locutor Luis A. Vilardel Adán “…además de impartir clases de locución, escribió un libro que tituló Microvoz… el mayor esfuerzo por hacer de la locución un arte…” (2)

En 1950 Modesto Vázquez, decano de la radio en Cuba, publicó su libro “Oratoria Radial”, donde trata aspectos fonéticos y de dicción en general, aunque básicamente encaminados a enseñar la intencionalidad y énfasis de los anuncios comerciales; hecho justificado en su época por la existencia de una radio comercial ya consolidada, lo que no resta importancia a dicha obra que en nuestros días merece estudio y análisis desde la actual perspectiva política, económica y social cubana.

Después del triunfo de la Revolución, el locutor y director de programas de radio Aurelio Rodríguez Valdés (Yeyo) publicó un folleto titulado “Manual de Radio” con aspectos elementales de la locución. De adolescente tuve en mis manos un ejemplar de “Oratoria Radial”, propiedad del ya fallecido locutor Felipe Lanier Medina. Tengo referencias del “Manual de Radio” gracias a mi amigo Humberto Albanés López, decano de la radio en Cienfuegos, quien lo vio cuando su autor obsequió un ejemplar (entre finales de los 70s y comienzos de los 80s) al desaparecido locutor Alberto Artiles Mendoza.

En 1989 el radialista e investigador en Lingüística de la Academia de Ciencias en Santiago de Cuba, Alfredo Casanellas O’Callaghan, publicó el libro “Introducción al Periodismo y la Locución Radial” (3) en cuyo contenido esboza aspectos elementales acerca de la oratoria radial, como la velocidad al hablar, la lectura, valoración del texto, signos de puntuación, elementos para la locución de algunos géneros, el periodista ante el micrófono, y otros temas.

El libro de Casanellas O’Callaghan resulta abarcador y ofrece una panorámica general de todos los quehaceres del medio, incluyendo la locución.

Escribiendo en retrospectiva, en 1984 el destacado locutor cubano Frank Guevara publicó “La locución: técnica y práctica” (4), libro que desde mi punto de vista constituye el texto más completo publicado – al menos en Cuba – concretamente para la enseñanza de esta importante profesión-oficio.

En la obra se explican profusamente aspectos fonético-fisiológicos; cómo proyectarse ante cada tipo de micrófonos; un compendio técnico-práctico de la radio en sentido general, así como aspectos gramaticales, de pronunciación e interpretación; todo precedido de un primer capítulo acerca de la importancia social de la locución, y de una síntesis histórica de la radio en Cuba.

Hoy vale preguntar cuántos locutores y aspirantes a serlo tratan de agenciarse – aunque sea por préstamo, pues la edición está agotada – un ejemplar para estudiar las propuestas del maestro Frank Guevara. Es permanente necesidad que nuestros locutores y locutoras profundicen sus conocimientos técnicos y el bagaje de cultura general; algo a lo que voy a referirme en un próximo trabajo.

Para finalizar reafirmo que en Cuba tenemos el privilegio de contar con profesionales de la locución que con espíritu altruista dejan el legado de su experiencia a las nuevas generaciones, algo que merece más que un simple agradecimiento.Estudiarlos – y en lo posible enriquecer sus obras con nuevos aportes –debiera ser la mejor forma de expresar esa gratitud.

(1) Alejo Carpentier y la Radio, Oscar Luis López, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba. 2003 p.p. 37-38
(2) La Radio en Cuba, Oscar Luis López, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba. 1988 p.218
(3) Introducción al Periodismo y la Locución Radial, Alfredo Casanellas O’Callaghan, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, Cuba, 1988.
(4) La locución: técnica y práctica, Frank Guevara, Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 1984.

Radio Progreso y Cinema del Aire

Radio Progreso y Cinema del Aire La Radio Cubana exhibe una historia tan amplia y diversa como exitosa. Es acertado afirmar que contamos con una radio que ha marcado y continúa marcando pautas en su quehacer. Las nuevas tecnologías son una ventaja al tiempo que un reto; cada avance en ciencia y tecnología resuelve muchos problemas mientras implica riesgos, entre ellos acudir a un facilismo que puede atentar con virtudes tales como la memoria sonora, realidades que los(as) radialistas no desconocen.
Al pasar revista a la radio que desde hace decenios se hace en Cuba, sus primeros atributos haa nuestros días son talento, creatividad y amor puestos por su gente en la cotidianidad.
Oteando en viejas revistas – que tanto revelan acerca de esto –encontré una del año 1947 entre cuyas informaciones aparece el anuncio de un programa producido y conducido por el Dr. Luis A. Vilardell Adán. Aquel anuncio me atrajo a tal extremo que en el año 2012 me comuniqué telefónicamente con Radio Progreso, emisora por donde se transmitía el espacio.
Fue grande mi asombro cuando, al preguntar a algunos, prácticamente nadie recordaba nada acerca de ese programa y de su conductor, a excepción del realizador Iván Pérez y la actriz Marta Velazco. Agradezco la gentileza de ambos al enviarme un recorte con una foto de Luis Vilardell, junto con una síntesis muy breve de su persona. Extravié la foto en una de esas tediosas reprogramaciones de software a la que nos obliga la realidad informática, hasta que felizmente pude escanear la foto del mencionado locutor desde la revista donde supe de aquel programa.
Pienso haberme recreado demasiado en introducciones, pues las consideré necesarias. Refiriéndome al programa en particular, se trató de “Cinema del aire”, patrocinado por “La Cadena Partagás del Aire”, y transmitido por CMBC y COBC Radio Progreso. Era una edad de oro para los cines mexicano y argentino; las salas cinematográficas de toda Cuba se atestaban de públicos que seguían los estrenos y, más aún, disfrutaban una y otra vez con aquellas películas donde tangos, rancheras, corridos, risas y lágrimas eran entonces una misma realidad.
¿Cómo era el Cinema del Aire? Pues su productor y conductor tenía como tarea grabar todos los diálogos y efectos sonoros de cada película, sintetizarlos e insertarles una narración que ubicara escenográficamente los hechos. Aquello no era otra cosa que adaptar a la radio una película, y transmitirla íntegramente. Fue un esfuerzo exitoso que, según testimonios de personas con quienes lo he comentado, mantuvo un amplio y firme rating de audiencia.
Cinema del Aire era transmitido semanalmente en los horarios de 3 de la tarde y 9 y media de la noche. El propósito logrado fue llevar el cine a la radio manteniendo la fidelidad del lenguaje cinematográfico, adaptándolo a los códigos de nuestro medio. Redactar estas líneas resulta fácil, pero imagino que para el colectivo de trabajo encabezado por el Dr. Luis A. Vilardell Adán no lo sería tanto como para mí contarlo.
Ver la película previamente, memorizar su argumento, grabar su banda sonora y confeccionar un discurso narrativo que sustituyera la escenografía visual, son trabajos dignos de encomio máxime en una época como la década de los 40s cuando las grabadoras de cinta magnetofónicas eran rudimentarias; muchas grabaciones se hacían con agujas sobre placas de acetato, y la señal radial adolecía de poca fidelidad y no pocos ruidos estáticos.
Me extendí en la introducción de modo intencional. Hoy contamos con nuevas tecnologías que son un reto. También lo es mantenerse a la altura de los pioneros de la Radio Cubana, quienes con tan poco hicieron tanto. Aceptemos el desafío.

Radio y Actualidad

Radio y Actualidad

Es complicado hablar de futuro cuando el presente – el hoy y el ahora –propone afrontar retos, vencer deficiencias y ocuparnos en la búsqueda de soluciones. Puede que a muchos no les parezca sensato asumir los desafíos de la radio con un espíritu demasiado futurista; sin embargo, opino que la radio debe ser asumida con visión de futuro, más allá de su pasado y afanes presentes.

Como medio de difusión y canal tecnológico venció la prueba del tiempo a pesar de otras invenciones seductoras. La respuesta a ello es el sostenimiento de una funcionalidad y sentido de ser: es un medio accesible; relativamente económico a la hora de generar sus productos; de largo alcance e inmediato. Con pocos recursos se hace radio y se puede acceder a una geografía lejana.

La televisión y la Internet también lo han conseguido a un mayor costo económico para quienes elaboran sus productos comunicativos y, más aún, para los públicos. Lamentablemente no todas las personas, independientemente del nivel de desarrollo local o regional, poseen computadoras o recursos para costearse el acceso doméstico a Internet. En cambio el ser humano más humilde, apartado e incluso marginado, puede tener un receptor de radio.

De otro lado somos testigos de la extinción de buena parte de las emisiones internacionales de onda corta, reducidas muchas veces por recortes económicos y otras por cálculos políticos – tengamos presente que la radio ha sido muchas veces un medio de penetración política y dominación económica por parte de países con mayor desarrollo – basados en intereses muy puntuales. Si en un “antes” se le aprovechó por potencias imperiales, hoy la dejan de lado por considerarla inapropiada para ciertos propósitos. De esa radio capaz de proyectarse desde un país hacia puntos distantes, hay también ejemplos como impulsoras de una cultura del conocimiento y solidaridad.

La radio dirigida al exterior se sustenta en el trabajo de traductores, departamentos por áreas geográficas lo que implica un costo más elevado que las radios comunitarias, locales y nacionales. Es cierto que la onda corta se halla en franca desventaja frente a los sonidos digitales de la frecuencia modulada; resulta alentador, en cambio, que mundialmente se trabaje en pro de una radio digital de largo alcance capaz de suplir la onda corta, proporcionando un sonido de mejor calidad.

Al atender otro aspecto de la realidad, la radio enfrenta nuevos retos a partir de un mayor compromiso con su época, con todo cuanto difunde y cómo es capaz de hacerlo. No se debe perder la perspectiva de que una emisora de radio es una institución espejo de los valores de sus lugares de origen; por tanto debe manifestarse como expresión objetiva de su realidad social. Jamás debe de supeditarse lo comunitario, local, nacional y regional en aras de una supuesta universalidad que, lejos de serlo, relega lo mejor del patrimonio sonoro.

La radio tiene frente a sí ese y muchos desafíos. El primero radica en manifestarse como un medio de su tiempo a la par que consolida, amplía y fortalece sus vínculos con su público para que éste asuma una verdadera condición de coprotagonista.

Confío en que la lectura sirva a los propósitos de quienes aman y reconocen la vigencia del discurso radial, sus posibilidades y límites. La radio de nuestro tiempo heredó un quehacer meritorio al cual dio continuidad y aportes novedosos. Ello no significa que debamos abogar por una radio vieja “al estilo” viejo; para lo cual no basta con cambiar el discurso y hablar de cosas nuevas. Hace falta reconocer que muchos formatos y géneros requieren ser modificados unos, y desechados otros. La radio sobrevive, pero debe adaptarse a nuevas realidades.

No olvidemos que la radio, como todo, cumple una misión en cada etapa. En la radio capitalista y en su fase monopolista predominó una programación que hoy pudiéramos denominar “kitsch”; su época posibilitó una radio dramatiza lacrimógena y en ocasiones simplista que, por el conocimiento de la audiencia posibilitó a muchos anunciantes posicionarse en el mercado.

Los tiempos ya son diferentes y no es el mismo público, cuya cultura general merece productos radiales que siendo atractivos resulten cualitativamente superiores – no digo mejores – simplemente en correspondencia con la realidad actual, en este mundo de los reproductores de audio portátiles, la Internet y la televisión digital. El sostenimiento de géneros y productos pasados de moda es, además de un anacronismo, una carga demasiado pesada para una radio que necesita invertir sus presupuestos de la mejor manera. Imitar a la radio de ayer al pie de la letra – fuere en forma o en contenido – será la mejor manera de traicionarla.

Otra necesidad de la radio actual es contar con una crítica especializada; la televisión y el cine la tienen, no así la radio, al menos de modo palpable que se haga sentir. Por lo general son las propias radioemisoras las encargadas de enfocar su quehacer autocríticamente. Aunque valga reconocer el mérito, esa clase de crítica desde adentro no basta. La mayoría de las veces adolece de objetividad por fundamentarse en sus propios criterios y en el gusto o aceptación parcial de la radioaudiencia; es decir, los que escriben, llaman por teléfono, responden las frías preguntas de una encuesta, o de algún modo participan, principalmente en programas dedicados a saludar y complacer peticiones musicales, sin dejar de contar con las simpatías o apatías personales.

En resumen, su padecimiento – quiérase o no – sería la carencia de objetividad. La crítica saludable debe llegar desde afuera, realizada por un personal especializado sin que por ello se desestimen las sugerencias del público. Hay que no confundir gusto con calidad, que ojalá sí coincidan.

Prefiero que lo expresado aquí provoque opiniones encontradas que conduzcan a un debate sincero en lugar de indiferencia. De ser así, ya es ganancia.

Radio, música y dramaturgia

Radio, música y dramaturgia

La música ocupa – con frecuencia - más del 70 por ciento de la programación radial en cualquier emisora del mundo.

Salvo excepciones muy contadas cuyo contenido lo justifica – v.gr. Radio Reloj en Cuba – la música constituye un componente esencial, no solo desde el punto de vista estético o recreativo, sino en función de los contenidos hablados; sirve en sí misma para completar la idea, crear atmósferas y hasta para inducir estados de ánimo en relación con cuanto se expresa mediante los sonidos articulados.

Es debatida la cuestión de si la música en función de la dramaturgia es exclusiva de los espacios dramatizados (radionovelas y cuentos) o si esa función también atañe a otros géneros como noticieros, incluso espacios destinados a la difusión musical.

Basta mencionar el término “dramaturgia” para inferir una relación directa con las radionovelas y cuentos, con los cuales su relación es directa; sin embargo, otros espacios en la radio precisan su muy particular “dramaturgia” – entendida, entre otros elementos, por las expresiones paralingüísticas y no verbales cuyo propósito radica en manifestar el punto de vista y hasta la personalidad y temperamento del emisor, y en la mayoría de los casos estimular un estado de opinión. Acerca de esto pudiéramos razonar con profundidad.

Resulta evidente el empleo de la música en la radio, algo que tal vez sea una experiencia heredada del cine. Hasta la actualidad inclusive, sabemos que una película sin música funcional puede volverse tediosa, a no ser que su contenido cautive excesivamente; esa es la excepción. Las películas de dibujos animados (incluyendo los cartones) son ejemplos típicos de cómo la música complementa a la acción. Todo lleva a concluir que la música en reiteradas ocasiones funciona como un actor o actriz más en la dramaturgia de cualquier factura cinematográfica y televisiva, así como radial.

En el intento de completar el objetivo de esta reflexión, merece reseñar la utilidad de la llamada música instrumental clásica como elemento dramatúrgico para sugerir atmósferas, ambientes y estados de ánimo en un producto de radio, lo mismo que se hace generalmente en el cine y la televisión.

En nuestro concepto particular la música llamada clásica – desde el Clasicismo, atravesando el Barroco, el Romanticismo y otros movimientos hasta el Nacionalismo Musical y manifestaciones de la música Contemporánea -proveen una herramienta útil a la hora de construir el edificio dramatúrgico de un programa de radio.

El secreto radica en conocer cuál emplearemos según el caso. Un ejemplo plausible es la música compuesta expresamente para un programa de radio, televisión (noticieros, mesas redondas, telenovelas) o para una película. Esa denominada música incidental por encargo involucra a los compositores de manera directa en la armazón total del espacio – recordemos “En silencio ha tenido que ser”, “Para empezar a vivir” y “La gran rebelión” – para lo cual el autor musical junto con la lectura interioriza el guión y sostiene encuentros directos con el director-realizador para conocer sus puntos de vista.

Aparte de esa música funcional que es puntual y lógicamente costosa desde el aspecto del presupuesto financiero, los directores-realizadores tienen a su alcance todo el acervo de la llamada música clásica – no necesaria y únicamente la compuesta durante el Clasicismo (s. XVIII y XIX) – sino antes y después, y que por su calidad resulta irrepetible, paradigmática y, de cierta manera, digna de imitar.

La utilidad de su uso se fundamenta en que esa música, casi siempre, posee un contenido dramático (sugiere atmósferas, estados de ánimo, incluso paisajes). En su tiempo buena parte de ella, compuesta por encargo – y siempre con una buena dosis de motivación inspiradora –resulta de incalculable valor desde el punto de vista dramatúrgico. Para ilustrar lo antes dicho, recordemos la Obertura 1812 de Tchaikovski la cual constituye una narración musical del gran combate entre rusos e invasores franceses, donde los primeros salieron victoriosos. Los tambores sugieren el estampido de los cañones y los acordes finales son un canto de victoria.

Dentro de la llamada música clásica hay movimientos de conciertos y sinfonías– y fragmentos de ellos –de asombroso valor, los cuales encajan perfectamente como elementos dramatúrgicos para cualquier época. Muchas oberturas, por ejemplo, que en principio son el preámbulo de una obra operística, han devenido obras en sí mismas y tratan historias de la literatura universal.

Es recomendable el uso de esa categoría de obras musicales – siempre que sea posible - por su atemporalidad, dada por esa misma condición de clásica y paradigmática. Toca al director-realizador conocer en detalle el momento histórico de la obra musical y su posible o no compatibilidad con el de la factura radial en sí.

Muchas veces se deja la tarea en manos del musicalizador, quien debe de ser, ante todo, un conocedor de la música que se emplea; en cambio, no soy partidario de que toda la responsabilidad en ese sentido recaiga en ellos.

Resulta más saludable cuando el mismo director-realizador sugiere o se agencia la música - o fragmentos - adecuados. Cierto que para hacerlo se precisa contar con suficiente cultura musical que en un radialista ¡se supone! exista; si no fuese así, en tal caso debe procurarse lo antes posible.

La quinta vértebra del mensaje radial

La quinta vértebra del mensaje radial

El medio radial cuenta, a saber, con cuatro elementos básicos para construir sus mensajes: voz, música, efectos sonoros y silencio. Ello no es otra cosa que un sistema basado en la estructura y poder comunicativo de los signos inherentes al medio. A través de los signos lingüísticos y sonoros se estructuran los mensajes, es decir, las ideas emitidas al público. Las herramientas o elementos del mensaje radial poseen en el orden elemental una función denotativa; visto únicamente de esa manera el mensaje carecería de vida, lo que equivale a inferir que sería carente de emociones. Para ello precisa de la función connotativa como reflejo adicional de lo “que dice el emisor” acerca de la idea; su “relación” con la idea misma. En la medida que la función connotativa sea correctamente codificada a través del mensaje, su decodificación será directamente proporcional.

En la función connotativa quedan implícitos la personalidad, estado de ánimo, punto de vista y temperamento de quienes emiten la idea. Lo denotativo y lo connotativo son factores complementarios e interdependientes para completar el sentido de los mensajes y su efectividad; en dicha simbiosis funcional se articulan objetividad y subjetividad; conocimiento y afecto expresados acerca de la idea.

Las ideas expresadas mediante el sonido articulado – las palabras – son incompletas si carecen del factor paralingüístico. La paralingüística se concibe como un subcomponente de la palabra articulada; los mensajes carecen de sentido sin su presencia. En la radio es imprescindible, ya que la transmisión de ideas a través de mensajes sonoros carece del elemento visual y reduce la posibilidad de que los receptores capten los elementos del lenguaje no verbal. Es en este caso el subcomponente paralingüístico el destinado a “comunicar”, “hacer saber” la intencionalidad de la idea devenida mensaje.

Diálogos; matices del lenguaje acorde a la geocultura de origen; profesión de quien comunica; estatus familiar; edad; nivel de instrucción y posición social, se reflejan mediante un lenguaje específico complementado con el carácter, modo de pensar y aceptar cuanto le rodea; ello no de manera mecánica, sino filtrado a través de la experiencia personal, el temperamento y la psicología. Por ningún concepto, alguno de estos elementos goza de carácter suplementario – que significaría sustituir o excluir – sino complementario por su función enriquecedora y de completamiento de la esencia y finalidad de cada mensaje.

Lo paralingüístico contempla varios elementos que lo definen, los cuales van desde el timbre de la voz, su volumen e intensidad; la rapidez con que se comunica el mensaje; el tono de voz y entonación, incluyendo el énfasis silábico así aspectos tales como la fluidez, alegría o tristeza y el ritmo respiratorio con que se emite cada mensaje.

Cuando el subcomponente paralingüístico se evidencia de modo claro y preciso, la intencionalidad del mensaje es percibida con exactitud. Es importante saber cómo controlar y construir debidamente lo paralingüístico, puesto que de alguna forma siempre se revelará; cualquier error o inexactitud al construirlo puede distorsionar la naturaleza y propósito de lo que se comunica. Desconocer su utilidad y posibilidades conlleva interpretaciones equivocadas de los mensajes.

Otro subcomponente de lo paralingüístico radica en lo pragmalingüístico – inherente a la filosofía del lenguaje y la psicolingüística - , que estudia el contexto en el cual el mensaje se emite, concebido como situación comunicativa y conocimiento común de los hablantes. Aquí regresamos a los códigos, cuya aceptación común es condición imprescindible para que el mensaje se entienda con efectividad óptima.

De lo antes dicho concluimos que las herramientas básicas del mensaje radial no son tan sencillas como pudieran parecer. Una aplicación fría y mecánica, donde la denotación no se complemente con la connotación – “lo que se dice” con “lo que se siente” acerca de lo dicho – despojaría al mensaje de su verdadera finalidad. De ahí que lo “paralingüístico” pueda considerarse como una quinta vértebra (elemento o herramienta) para la construcción de un mensaje radial efectivo.

Roberto Busto: Todo por la Radio

Roberto Busto: Todo por la Radio

Lo percibo como un hombre serio y con elevado sentido de sus responsabilidades. Recuerdo conocerlo desde mediados de los 60s cuando Cienfuegos aún pertenecía a la provincia de Las Villas. Lo conocí como una de tantas personas que unían a su trabajo la responsabilidad (no remunerada) de escribir y conducir programas de radio. Fueron tiempos difíciles y, tal vez por eso hermosos. La gente no daba, sino que se daba sin esperar ni desear nada a cambio; y no es que esperar o desear una retribución sea ausencia de virtud, todo lo contrario, sino que el momento histórico no dejaba tiempo ni lugar para pensar en la recompensa: estábamos construyendo la mayor recompensa para todos, un futuro mejor. Es por esta y muchas razones que experimento pesar cuando tan poco o nada se dice que personas que tanto dieron por amor y sentido del deber. Uno de ellos es Roberto Busto Jiménez (20-5-1938); licenciado en Educación en la especialidad de Ciencias Sociales e Historia, fundador de los Comités de Defensa de la Revolución, Alfabetizador, Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba en la región de Cienfuegos a mitad de los 60s y quien llegó a ser también Presidente de la Unión de Historiadores en Cienfuegos. Pero lo que ocupa estas líneas es la labor que desempeñó como radialista. Su historia en nuestro medio se remonta al año 1957, cuando producía y conducía el programa “¡Ah pero usted no lo sabía!” en Radio Popular, de lunes a sábado a las 5 de la tarde con media hora de duración. Luego en 1962 se inició en labores como corresponsal voluntario del sector de la Educación para el Noticiero de la entonces emisora Radio Tiempo. Su condición de joven revolucionario le hizo comentarista ocasional con editoriales para el programa que entonces tenían las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI); participó como comentarista en el Noticiero Deportivo. Roberto Busto fue alumno de la Escuela de Locutores “Miguel Buendía” que funcionó en Cienfuegos durante los primeros años del triunfo de la Revolución, en la cual compartió con compañeros suyos de la talla de Juan Varela Pérez, fundador de la iniciativa y uno de sus profesores. En sus inquietudes como radialista, escribió y condujo el programa “Pregunte Usted”, con marcado propósito de difusión cultural. El espacio tenía media hora de duración de lunes a sábado, primero, y luego de lunes a viernes en el horario de la tarde a las 5, y se mantuvo al aire hasta 1970 cuando junto con la Escuela Técnica Industrial “Cinco de Septiembre” de la cual fue profesor, marchó a la zafra. Hace pocos días, conversando con él, me comentaba que daba muchas notas de carácter científico y cultural, así como curiosidades de la naturaleza; intercalaba música cuyos títulos se anunciaban al final del espacio. Los domingos, día en que la mayoría de las personas descansamos, él iba a la emisora a las 3 de la tarde para conducir el programa “Telescopio Mundial”, que duraba media hora y estaba dedicado a informar acerca de la actualidad, entonces se hizo una convocatoria para escuchar propuestas para un nuevo nombre. En aquella época Radio Tiempo, y luego Radio Ciudad del Mar, no contaban con estudios de grabación ni edición. Los programas especiales que requerían grabación había que hacerlos después de las 12 de la medianoche, cuando la planta cesaba sus transmisiones. Había que grabar y editar simultáneamente de principio a fin; si alguien se equivocaba o se cometía algún error en la edición “in situ”, era necesario empezar desde el inicio. Fue en tales condiciones que escribió y dirigió dramatizados especiales acerca del 13 de Marzo, la Revolución de Octubre y otros, donde el elenco estaba formado por los 12 trabajadores que tenía la emisora en plantilla, quienes se ocupaban de las trasmisiones durante 18 horas diarias, cubriendo los espacios noticiosos y de variedades. Roberto Busto es parte de un nutrido grupo de radialistas voluntarios que en su momento dieron el paso al frente y alternaron sus responsabilidades diarias con sus desinteresadas colaboraciones. Un grupo al que pueden sumarse muchos nombres más, algunos de ellos lamentablemente olvidados. Por lo que este profesional realizó con modestia, me di a la tarea de localizarlo. En nuestra plática le hice algunas preguntas que respondió con firmeza y convicción.

- ¿Qué le motivó a hacer radio en su juventud?

La radio y el periodismo me gustaron desde niño. A veces en la escuela hacíamos periodiquitos y los repartíamos, desde la primaria. Me recuerdo que los demás muchachos siempre los buscaban para leer, pues poníamos cosas simpáticas. De mayor me gustó colaborar en los distintos medios.

- Al paso del tiempo y a la luz de aquellas experiencias como radialista, y ahora como radioyente, ¿qué consejo o sugerencia tiene para las nuevas generaciones que como usted un día, hoy se dedican a la radio?

Lo primero que les sugiero es estudiar mucho, leer mucho. A veces escucho improvisaciones tanto en radio como en televisión, y se ve que en algunos casos hay desconocimiento del tema que se está tratando. Para hacer una entrevista no quiere decir que uno domine el tema al ciento por ciento, pero por lo menos que pueda dialogar con el entrevistado, algo parecido a lo que hace Taladrid, quien es un buen ejemplo de cómo se debe realizar una entrevista porque se nota que tiene conocimiento del tema que se está tratando. Hay veces que un periodista está entrevistando y cuando se le da una respuesta por el entrevistado ya no sigue porque no hay por donde seguir trabajando. Veo mucha improvisación; antes todo el mundo era locutor, ahora es locutor, animador, presentador, una serie de adjetivos que se le han dado a esa profesión, hay uno que grita en un cabaret, otro que habla en un teatro y cada uno en su medio, pero hay algunos que gritan en la radio, y no se debe gritar en la radio. Veo que actualmente muchos artistas ahora los ponen a animar programas, y en algunos casos se ven mal y forzados. Ese es un problema que pude resolverse.

- Cuénteme algo en relación con el cambio del nombre de la emisora de Radio Tiempo a Radio Ciudad del Mar, un tema muy controversial y tengo entendido que usted tomó parte en esta decisión. ¿Cómo fue esa historia? Radio Tiempo era una cadena independiente que nunca se constituyó como cadena. Había cinco emisoras de Radio Tiempo, que eran de los hermanos Vázquez: Sancti Spiritus, Caibarién, Sagua la Grande, Santa Clara y Cienfuegos, pero nunca se pusieron en cadena, sí había un propósito futuro para establecer una cadena a escala nacional. Unos años después del triunfo de la Revolución se planteó el cambio de nombre. En aquellos días yo estaba en La Habana pasando un curso y venía en avión para Cienfuegos, y al llegar vi un letrero que decía “Cienfuegos, la linda ciudad del mar”, puesto por el entonces INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística), y aquello se me quedó en la mente y luego hice la propuesta, aunque mi propuesta era solamente “Ciudad del Mar”, no “Radio Ciudad del Mar”. Si iba a mantenerse el estilo de dar la hora con frecuencia, sencillamente decir: Ciudad del Mar, tal hora, por ejemplo, no Radio Ciudad del Mar. A mí eso me lo han criticado porque dicen que es un nombre muy largo, pero por ejemplo, existen “Radio Llanura de Colón”, “Radio Ciudad de La Habana”; antiguamente “Radio Cordón de La Habana”, “Radio Cadena Agramonte” tiene más sílabas. Ciudad del Mar, ¿cuántas sílabas tiene? Ahora, sí empiezas a poner “Radio Ciudad del Mar, desde la Perla del Sur, si haces una identificación grande, entonces cambia, pero al pueblo le gusta el nombre ese, pues ha pegado, el pueblo lo ha hecho suyo. - ¿Cómo define a la radio en sentido general? La radio es el medio ideal. Si la comparamos con la televisión, no todo el mundo tiene, nosotros en Cuba sí, pero en muchas partes del mundo no todos tienen un televisor ni la señal llega a todas partes. Quisiera que me dijeran, por ejemplo, en una cabaña en Guatemala, qué televisor puede haber donde la gente no tiene ni para comer. La radio sí llega a cualquier lugar, un equipo receptor es muy barato, lleva a las montañas, a la selva, a cualquier lugar con un par de pilas, es un medio barato y da información, educación. Hay experiencias de la función de la radio en la alfabetización, empleada por nosotros los cubanos en distintos lugares. En cuanto a los medios más modernos, como la Internet, las nuevas tecnologías, son muy costosas, eso no llega a todos. La que llega hasta el último rincón y hasta el más pobrecito, es la radio. 

Al redactar este trabajo me preguntaba si Roberto Busto es, acaso un radialista olvidado. Pienso que, en todo caso, poco mencionado. Estoy convencido de que mucha gente escuchó sus programas en los años 60s y lo recuerda; sí creo que para salvar la memoria histórica de nuestra radio, al tiempo de reconocer lo que tantos como él hicieron, es noble tarea buscar a esta gente, algunos de ellos aún vivos, para hacer justicia reconociendo lo que una vez con absoluto desinterés aportaron al medio y al bien de nuestra sociedad.