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Música y Radio: Vocaciones de Leyda Lombard

Música y Radio: Vocaciones de Leyda Lombard

Leyda Lombard García es un nombre conocido para quienes frecuentamos la sintonía de CMBF Radio Musical Nacional. Lo que tal vez no sepan muchos es que Leyda no concibe su quehacer en la radio necesariamente como un trabajo, sino como complemento importante de su vida. No extraña eso a quienes estén informados de que Leyda es una excelente guitarrista concertante; un ser humano que posee enorme caudal de conocimientos relacionados con el más universal de los lenguajes.
Ella formó parte de la primera graduación del Instituto Superior de Arte (ISA) de Cuba, que cursó estudios de guitarra de 1978 a 1981. Junto a su vocación musical combinó la pedagógica, ya que impartió clases de superación a músicos profesionales empíricos entre 1973 y 1974, antes de su ingreso al ISA. Una vez graduada recorrió la isla como ejecutante de la guitarra, labor que estuvo realizando hasta 1984.
El año 2006 también resultó feliz para ella en el aspecto profesional: fue cuando se integró a la valiosa nómina de personalidades que hacen posible la salida al aire de CMBF. Para ella ha sido oportunidad de contactar en directo con la música que tanto ama y ha cultivado. Una calurosa tarde cuando la visité en la emisora me confesó que en su caso, en el mundo de la guitarra solista, si no se toma cuidado puede perderse la dimensión de la música como un fenómeno total. Por eso ahora, desde su quehacer como radialista todo lo concibe distinto. Esta admirable mujer escribe y dirige radio; conversa muy a menudo con la maestra Laura Inclán Narbona, se hablan por teléfono y dialogan acerca de su labor en el medio.
Desde el año 2009 Leyda tiene a su cargo el programa “Festival CMBF” que sale al aire de lunes a viernes a las 8:30 de la noche, con retransmisión a las 4 de la tarde del siguiente día y en la madrugada. Es un programa que se graba y edita previamente con el apoyo decisivo del realizador Luis Marchán, quien con su experiencia la motiva al deseo de entrenarse en dicha labor. Para su satisfacción, “Festival CMBF” es uno de los espacios con mayor audiencia junto con el del maestro Vázquez Millares, dedicado al género de la zarzuela.
Apasionada de la música de concierto desde la edad de 16 años, Leyda reconoce la encomiable labor de CMBF como emisora de la Radio Cubana dedicada a la ampliación del horizonte cultural. En su opinión no es posible una mayor masificación de la audiencia de esta emisora, que cumple su cometido. La masificación del buen gusto estético no puede lograrse únicamente a partir de la radio. Opina que resulta necesario un trabajo desde las escuelas de enseñanza general, donde debiera existir una asignatura que revele a los jóvenes otras facetas de la música, entre ellas la de esta categoría.
Encontrarse con Leyda y ocupar el tiempo que generosamente concede a conversar de todo lo relacionado con su vocación, es siempre ocasión que vale aprovechar. Sus amplios conocimientos, a los que agrega un carácter amable, son motivaciones valederas para establecer el diálogo ameno con esta formidable radialista que pone toda el alma en su labor.

El radioescritor y sus fuentes

El radioescritor y sus fuentes

Al invocar el término radioescritor(a) lo hago en el propósito de incluir tanto a quienes escriben espacios de diversos géneros para este medio como a los periodistas. En resumidas cuentas, sea cual fuere el propósito del oficio radial, vale atenernos a las normas propias de su lenguaje, no importa que se trate de una noticia o cualquier otro género de información.
Por cierto, las observaciones que siguen me parecen igualmente válidas para el periodismo impreso, tanto como para el oficio general de escribir.
Si de fuentes se trata podemos enumerarlas como: documentales y vivenciales. Dentro de las fuentes vivenciales cuentan las que podemos definir como fuentes testimoniales (vivencias de los otros), y en cada caso deben primar el buen olfato y la perspicacia del radioescritor: buen olfato para identificar lo importante e interesante; perspicacia que implica discernimiento y agudeza para determinar, de entre lo importante e interesante, lo que es más exactamente cierto; aun más, incluso dentro de la certeza y la verdad, aquello que encaja dentro de lo que pudiéramos definir como objetividad. No necesariamente imparcialidad, pues de hecho es dubitable su existencia; la noticia más objetiva, inclusive, carece en el mejor sentido de la categoría de “imparcial”.
Basta mover la pirámide de la noticia para dar mayor relevancia a uno u otro aspecto del hecho noticioso. No ser imparcial no significa renunciar a la verdad, sino ofrecerla con un enfoque determinado consciente o subconscientemente. Hasta la imparcialidad es signo de parcialidad, si nos dispusiéramos a adentrarnos más en su propósito. Prefiramos, pues, ser objetivos al decir la verdad, y con eso tendremos razones de satisfacción.
Las fuentes documentales son aquellas que en soporte escrito o audiovisual sirven para que consultemos acerca de antecedentes, consecuencias y hechos mismos. Un radioescritor inteligente – y nada tonto – acude a diversas fuentes a la hora de investigar, tanto distantes como opuestas en sus enfoques. De ahí podrá, cotejando, hallar lo que se acerque más al hecho o explicación objetiva que sirva de base a su análisis.
Un riesgo – peor aún, peligro – de los radioescritores consiste en consultar solo una o dos fuentes documentales; máxime si no son totalmente dignas de crédito. Existen libros que pudiéramos descalificar en su condición de “fuentes”, pero el riesgo crece al momento de consultar en Internet. No todas las páginas Web ni todas las enciclopedias son confiables. El primer antídoto contra esa adversidad es, en primer lugar, el nivel de información y cultura general propios del radioescritor. 
Las fuentes vivenciales, como lo sugiere el término, refieren la experiencia personal del radioescritor; nada tan saludable y objetivo como “contar lo que uno ha visto y experimentado”, a pesar de que entre una persona y otra existan diversos niveles de percepción, condicionados estos por factores que pueden conocerse en un buen texto de Comunicación. Tampoco es posible que esperemos a experimentar en nosotros mismos todo de cuanto vayamos a escribir, pero sí es necesario tener un conocimiento pleno acerca de ello. 
Las fuentes vivenciales cuentan con otra categoría no menos importante, y ya mencionada; me refiero a las testimoniales, lo cual – lo expresé y reitero -  significa la experiencia personal vivida por otros. Los que dan testimonio de cuanto han visto (en relación con un hecho o experiencia) también narran la historia a partir de su percepción personal, formada desde condicionamientos socio-psicológicos individuales, grupales y sociales.
En el caso de las fuentes testimoniales, si el radioescritor da por sentada la veracidad de cualquiera de ellas sin previa verificación, se aventura a la inexactitud. Un radioescritor que se respete, si cuenta con una sola fuente testimonial – verifíquela o no – al menos debe mencionarla o hacer la referencia que le libere de dar crédito categórico acerca de algo que no le conste personalmente.
Todo lo anterior parece “verdades de Perogrullo”, pero… ¿somos tan consecuentes al extremo de cumplirlo siempre? Incluso más: al referirnos a contenidos de fuentes documentales, ¿conocemos, interpretamos todo cuanto dan a conocer?
En mi intento por completar el propósito de esta reflexión, existe una tercera fuente sin la cual las anteriores serían insuficientes. Me refiero a la “imaginación” del radioescritor. ¿Cuántas veces escuchamos algo o nos llega a las manos un libro que a pesar de abundar en información nos aburre? Son numerosos los textos que huelen a “ropa vieja” (no me refiero a la carne deshebrada y bien sazonada) y que al leerlos aparentan ser más un largo y aburrido informe administrativo que una obra fruto de la creatividad humana. Muchas veces, en el peor de los casos, se nos presentan como una secuencia de hechos y datos que embotan hasta el cansancio.
Por eso la imaginación es a la documentación, la vivencia y el testimonio lo que la buena sazón a las comidas. Igualmente asevero que - a diferencia de la documentación, la vivencia y el testimonio -  la imaginación creativa no se adquiere en cursos, diplomados, universidades ni talleres. Es un don muy personal que puede o no cultivarse, pero no se obtiene mediante fórmulas para “aprender” a escribir.
Solamente la imaginación – más rica si es vivencial – provee el mejor de los ingredientes consustanciales a la creatividad: el interés humano. Más que ocuparse en la verborrea academicista, la apelación a referentes teóricos, citas de fulanos o menganos – ineludibles ocasionalmente – el radioescritor deberá ante todo poner a su narración músculo, nervio, venas, sangre y ¡mucho corazón!, para así echarla a andar y que hable por sí misma. Eso se llama creatividad y vale el intento, si la tenemos, de aprovecharla en todo su potencial.

Participación e inclusión en la radio

Participación e inclusión en la radio

Acabo de leer los dos valiosos artículos de la colega Ana Teresa Badía sobre la participación en la radio. Se trata de una valoración exhaustiva de lo que puede y debe ser este medio tan maravilloso por su inmediatez y riqueza de recursos.
Comienza con una reflexión de cómo el teléfono fue una de las principales vías para popularizar la participación de la audiencia radial; sumemos al teléfono las innumerables cartas y telegramas, aunque estos nunca con la dinámica del primero.
La era digital y el aporte del llamado periodismo ciudadano a través de las redes sociales constituye un desafío a las formas tradicionales de información, periodismo y radiofonía; avance que lamentablemente ha provocado drásticas reducciones presupuestarias en las transmisiones de onda corta que unían a seres de latitudes distantes.
En un mundo digitalizado, incluyendo los países con elevado nivel de desarrollo, el acceso a Internet  continúa siendo inasequible para centenares de millones de personas que por razones obvias no pueden sacrificar el estrecho presupuesto alimentario para dedicarlo a la Red de Redes. Se trata de una paradoja mundial del desarrollo, cuando la mayor parte de las riquezas va a manos de unos pocos.
Los menos favorecidos económicamente podían enterarse –  aunque parcialmente - del mundo que les rodea gracias a la radio de onda corta. Hoy viven más enajenadosque antes, mientras los soñadores de la digitalización se enternecen encima de una nube mágica acolchonada de ilusiones.
La radio, por naturaleza, es participativa, afirman los más encumbrados estudiosos del medio.La radio, por naturaleza, es participativa, afirman los más encumbrados estudiosos del medio.La radio, por naturaleza, es participativa. Así fue en sus inicios, pese a las limitaciones tecnológicas inherentes a la época de su surgimiento; hasta que la publicidad comercial y la profesionalización de sus ejecutores, poco a poco, desdeñaron lo medular de esa esencia en nombre de la complejidad. La radio primada fue también esencialmente comunitaria, diseñada para  satisfacer inquietudes y necesidades locales.
Nuestra radio desde hace buen tiempo – y ahora más – trabaja por recobrar, ampliar y fortalecer su naturaleza participativa. Sin embargo, reconozco que es una laboral tiempo que encomiable, sumamente complicada. No inalcanzable, pero sí difícil y de progreso gradual.
El carácter participativo que requiere nuestra radio depende, en primer lugar, de un cambio de mentalidad de sus actores internos y externos. Sabemos que la radio por décadas ha sido merecedora de un reconocimiento y respeto tales, al extremo de que resulta incómodo para muchos emitir cuestionamientos acerca de ella, y para otros – desde dentro - aceptarlos.
Algunos públicos se acostumbraron a admitir que algo es cierto e infalible porque se dice a través de la radio, y muchas veces ha sido así. Esto no deja de ser acicate como reflejo del elevado nivel profesional logrado, pero al mismo tiempo ejerce efectos de cierto modo paralizantes en cuanto a la posibilidad de probar a insertarse en el debate difiriendo del criterio emitido por el medio.
Algo más por vencer es el sentido de verticalidad que ha caracterizado muchas veces al mensaje radial y, por extensión, de la información suministrada a los públicos. Durante mucho tiempo, desde que la radio asumió carácter comercial y luego de orientadora político-social, se establecieron – primero - relacionesanunciante-consumidor y luego sujeto-objeto; esto, en algunos casos, coyunturalmente necesario por la realidad histórica, pero evidentemente con la tendencia a enquistarse e impedir nuevas fases de desarrollo.
El radialista llegó a sentirse alfarero, al tiempo que el público sintió – y admitió cómodamente y de buena gana – ser la arcilla. El papel de la radio educadora, orientadora, informadora y depositaria de la verdad social, política, histórica y económica de una época, de cierta manera ha puesto involuntariamente valladares a una manifestación plena del componente participativo. 
Esos obstáculos no se superan de la noche a la mañana.
Es importante el cambio de mentalidad de todos los radialistas y del público, al tiempo de caer en la cuenta de que una participación plena y activa a la cual se tiene legítimo derecho y es deber ciudadano, deviene posible y necesaria sin que por ello se transgreda en lo más mínimo la dignidad que implica el ejercicio de la profesión. 
Es premisa modificar el estilo de pensamiento que asume que el medio “se las sabe todas”; que “somos los más y mejor informados” y que el aporte de los públicos externos solo es lícito mediante una más que otra tímida y muy pensada opinión, solicitar algún favorito, o el desgastado agradecimiento “por la buena labor que están realizando”.
Cierto es que la radio ha ganado su prestigio en buena parte por sus cualidades y virtudes ya mencionadas, lo que no implica que los actores que están del otro lado del radiorreceptor también posean “su propia sabiduría”, “su visión de la verdad”, “su criterio propio”  - tampoco infalible - sin someterse a la espera de que el locutor o el productor dé el visto bueno de si sus planteamientos, sean o no válidos, o en el peor de los casos merecedores de una desacreditación pública o desatención intencional.
Contamos con la suficiente capacidad creadora para revertir la verticalidad, no solamente de la radio, sino de los demás Medios de Difusión Masiva y hacerlos más participativos en la dimensión que con excelente agudeza apunta Ana Teresa. Nuestra dinámica social cuenta con las posibilidades y los resortes suficientes para que ello sea viable.
Tal vez haya que reinventar muchas cosas en la radio; renovar paradigmas o, siendo más exactos, ponerlos en su justo lugar. Lo participativo a la radio le corresponde por naturaleza; pero el cambio real comienza por las neuronas de todos: radialistas y públicos, en el reconocimiento de su condición y derecho de actores en condiciones de igualdad y respeto.

La locución: imagen de la Radio

La locución: imagen de la Radio

Este primero de diciembre celebramos una vez más en Cuba el Día del Locutor. En cada una de estas ocasiones escribo algo acerca de la fecha por tener la convicción de que estos profesionales de la palabra son acreedores de un elogio que nunca alcanza la altura de lo que merecen. Esta vez no pretendo seguir los caminos trillados del elogio ni de la complacencia "efemeridicista" - ¡vaya con ese neologismo! - que lamentablemente muchas veces se torna para nosotros en vocablo hueco que contrario a adjudicarle a cada hecho o conmemoración su genuina trascendencia tiende a tornarse retórica diletante y aburrida.

A la luz de cierta experiencia vivida, aunque convencido de que no la suficiente, prefiero reflexionar acerca de la función de la locución en cualquier sociedad - no solo la nuestra - como coadyuvante en la formación de valores a la par que difusora de informaciones de todo género.

En primer lugar, las locutoras y los locutores - respetando la válidad cortesía de género - constituyen paradigmas de toda sociedad; significa que son puntos de referencia en cuanto a modos y modas, motivación para el análisis y catalizadores para el ejercicio sano de la inteligencia. Al menos así resulta en la mayoría de los casos, salvo aquellos donde la profesión u oficio (ambos términos plenos de dignidad) se ciñe a la superficialidad y búsqueda de protagonismos enajenantes.

Si repasamos la historia de la Radio en cualquier parte del mundo, caeremos en la cuenta de que el medio nació en primera instancia con un micrófono, un transmisor y una voz. En sus orígenes la Radio desconocía la existencia de productores o directores de programas, guionistas, realizadores de sonido o de la criollísima invención del asesor. En las primeras transmisiones el único componente humano era el locutor o la locutora que hacía las funciones de operador de audio. Aplaudiendo el desarrollo y la complejidad del medio, fue que gradualmente aparecieron los demás actores. En un primer paso los locutores respiraron profundo con la aparición de los operadores de audio, quienes evolutivamente complejizaron su quehacer, muchos de ellos, hasta convertirse en realizadores de sonido, seres de talento capaces de hacer maravillas con los efectos sonoros, la música y el silencio.

Los locutores fueron los primeros guionistas; llevaban el guion en su mente, y la cotidianidad les proveyó cada vez más las herramientas para buscar y encontrar formas de expresión comprensibles para un mayor número de personas. Fueron, a la vez, productores musicales: ellos mismos confeccionaban las listas de música con balance de géneros y amplio conocimiento de intérpretes y autores. Jamás han sido infalibles, es cierto, pero son numerosos los ejemplos de quienes llegaron a ser, y son, personalidades de la radiodifusión.

En cualquier estación de radio, son las locutores y locutores quienes le adjudican un rostro humano. Aclaro que no he sido ni soy locutor, y por ello me siento en una condición más cómoda para expresarme de este modo. A todos los demás radialistas se les respeta y admira, pero son los profesionales de la palabra, con la cotidianidad de sus voces, los de mayor reconocimiento social. Pudiera decir que los locutores son la punta del iceberg en cada medio de comunicación; son la parte visible, y por ello los más socialmente admirados.

Paradójicamente, en cualquier país del mundo - incluyendo al nuestro - son también los menos retribuidos en el orden monetario, y lo digo no por un encriptado culto al dinero, sino porque el grado en que se aporta a una función, sea cual fuere, debe traducirse en una retribución justa y equilibrada. La calidad y la excelencia debieran reflejarse, además, en la retribución. Negarlo sería caer en concepciones aberrantes. Ese aspecto deberá ir siempre en correspondencia con el nivel profesional, la complejidad de lo que se hace, así como de los valores y la imagen social proyectada.

Es un quehacer donde se juntan el talento, la fisiología y el arte.

Hoy que nuestro país demuestra su auténtica e irreversible naturaleza revolucionaria, cuando junto con la valentía y firmeza de nuestra más alta dirección nos disponemos a poner cada cosa en su justo lugar, considero que nuestras locutoras y locutores deben ser tenidos en cuenta como prioridad cardinal para un reconocimiento material a la misma altura del que moralmente reciben.

Estas compañeras y compañeros que a cada instante son voz de la Patria, del Pueblo y de su Revolución, justamente lo merecen.

¡Muchas Felicidades en su Día!

CMHW: Machado González y la Radio que ama

CMHW: Machado González y la Radio que ama

En CMHW la Reina Radial del Centro todos conocen, respetan y admiran a Machado González; sentimientos igualmente manifestados por el público que desde hace décadas escucha los programas que ha dirigido y varios que todavía escribe.
Tal vez pocos sepan – entre el auditorio – que se llama Mauricio José, aunque le queda artísticamente bien haberse dado a conocer por sus apellidos.
Mauricio José Machado González es un profesional de la Radio Cubana que ama su labor; tanto, al extremo de que luego de su jubilación sigue colaborando de diversas maneras con la radioemisora que tanto ama.
Lo conocí personalmente a mediados de los 80s cuando iniciándome como director de programas en la plantilla de Radio Ciudad del Mar visité CMHW a sugerencia de Fabio Bosch Jr para solicitar su ayuda en varios temas instrumentales para mis espacios.
Le hablé por teléfono y tan pronto llegué a Santa Clara ya estaban listas varias cintas con las piezas. Desde aquel momento me percaté de que unido a su vocación por el medio radial también prevalece un carácter amistoso, solidario y de servicio. Este radialista admirable desconoce el egoísmo.
Para él, como para la mayoría de los buenos radialistas, la llegada a este medio no resultó cosa fácil. Nacido el 22 de septiembre de 1939 en el municipio de La Esperanza, antes de poder convertirse en plantilla de CMHW laboró como Auxiliar de Contabilidad en su pueblo natal y, posteriormente en las oficinas de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) del municipio de Cruces. Luego en Santa Clara las esferas Ideológica y de Organización de la misma entidad campesina, esa vez a nivel provincial.
Desde 1961 empezó a colaborar en la Radio como locutor y productor de programas, en aquellos tiempos en la CMHK de Cruces. Fueron aquellos años siempre bien recordados por quienes los vivieron, cuando hacer Radio era una pasión despojada del menor afán monetario.
Actualmente su labor en la Radio acumula poco más de medio siglo, tiempo dedicado a labores en la locución, producción, dirección y la escritura de guiones. Una vez fue designado Subdirector Provincial de Programación, Divulgación y Música en el Sistema Provincial de la Radio en Villa Clara.
Me ha comentado que desde los años 50s le nació la vocación hacia la Radio, entonces cuando era solamente un oyente habitual; aquel interés, pronto convertido en pasión, lo llevó a visitar varias emisoras en Santa Clara, donde realizó sus pininos. De aquellos tiempos recuerda la Radio Base – como llamamos en Cuba a servicios de radio no transmitidos, sino reproducidos por sistemas de amplificación - de su municipio natal (La Esperanza).
Como hombre que suma a sus virtudes la gratitud, siempre recuerda y menciona nombres de radialistas que le dieron la mano en sus comienzos; así rememora a Orlando Pérez González en la Radio Base de La Esperanza y a Fabio Bosch García, destacado locutor y director de programas de CMHK en Cruces y posteriormente en la propia CMHW.
No todo en su vida radial ha sido color de rosa. Como muchos ha padecido la incomprensión de algunos directivos que en determinados momentos – los menos, por suerte, según afirma – no entendieron sus proyectos o algunos temas en discusión.
De amor sin medida por su profesión entre lo que más le preocupa cuentan la coherencia y disciplina que deben reinar en cada colectivo de programa. Está convencido de que resulta imposible alcanzar una buena realización, independientemente del talento de sus miembros.
Su estilo de trabajo se ha caracterizado por la exigencia constante y el propósito de aprender algo nuevo cada día para así mejorar su condición empírica inicial.
Muchos años tuvo a su cargo el guion y la dirección del programa "Mañanitas Mexicanas", así como "De Nuestra América", y otros especializados en la música cubana. Quise conocer sus motivaciones acerca de estos géneros de programas, y me respondió textualmente:
- Yo creo que esto se debe a un concepto de identidad cultural, nosotros somos un gran pueblo del Bravo a la Patagonia y me parece que ese sentido que nos identifica a todos como latinoamericanos se ha impregnado en el caso mío en la difusión de esta música, de sus costumbres, de sus valores, su geografía, su historia, y realmente yo me he sentido muy bien haciendo este tipo de programas en los cuales he alcanzado cierta especialización. En el caso de la música cubana, un espacio que nosotros creamos llamado "La isla de la música" en el cual se destacan nuestros ricos valores, géneros desde el Son, el Danzón, el Bolero, el Cha Cha Cha, el Mambo y los ritmos más contemporáneos, todo esto con entrevistas a intérpretes y autores, y a todo el que tuviera que decir algo en relación con la música cubana.
Machado González es también un formador de nuevas generaciones de radialistas, profesión para la que se debe contar con ciertas cualidades. Y confirma en este diálogo con el Portal de la Radio Cubana:
- Yo pienso que en primer término, la vocación, el interés por superarse y el talento, son indispensables para ser un radialista. Deben desarrollarse a tono con los tiempos que vivimos y nunca creerse que se las saben todas. Siempre se puede aprender algo más en un medio tan rico y tan diverso como este. No podemos seguir haciendo la misma Radio de los 50s y décadas posteriores, eso sí: aprovechar los elementos positivos e incorporar los novedosos para hacer un producto consecuente con nuestro tiempo.
En relación con la importancia del guion en la radio expresó:
- Considero que el guión es fundamental, defiendo el concepto de guión, pero a la hora de hacer un guión trabajo primero con la música y a partir de ella vienen las ideas para hacer el guion, trabajar con el guión que debe de ser comunicativo, no denso, tener la agilidad necesaria y despertar el interés en los oyentes, ya sea con un solo locutor o mediante el diálogo de locutores entre sí y con el público. Y siempre hay que buscar el punto de interés para que siempre pueda ser audible.
Este profesional de primera línea ha participado como profesor en cuatro cursos con más de 50 alumnos quienes hoy se desempeñan como directores de programas de radio en emisoras de Villa Clara.
Mauricio José Machado González ha recibido reconocimientos a su virtud profesional, entre ellos "Artista Distinguido de la Cultura", "Medalla Raúl Gómez García", "Sello 85 Aniversario de la Radio Cubana", "Premio Rolando Rodríguez Frenes por la Obra de la Vida" y un Reconocimiento de la Asociación Cubana de Derechos de Autores Musicales por la difusión en la Radio de la música cubana. Un aval más que suficiente para afirmar cuanto ama a la Radio Cubana y le ha entregado este eminente radialista de la central provincia de Villa Clara.

Los colectivos radiales y su comunicación interna

Los colectivos radiales y su comunicación interna

Desde hace años se insiste en la realización eficaz de las reuniones de los Colectivos de Programas de Radio. Cierto que muchas veces me molesta la exigencia de los superiores en cuanto a su realización, y esto por dos razones: el colectivo de cada programa de Radio es, ante todo, interés de sus miembros; la otra, que no se trata de darle "cumplimiento" a una tarea, de" aclichetar" un propósito que tiende a volverse manido y hasta aburre.
En fin, ese "cumplimiento" que lamentablemente a veces se torna en un "cumplo y miento".
Los colectivos de programas de Radio no deben hacerse de manera fría, como si se quisiera salir del paso, levantar un acta con logros y deficiencias y luego entregarla para que muchas veces quienes las reciben ni las lean.
El colectivo de programas es – o debe de ser – interés capital de todas aquellas personas que de una u otra forma participan en la realización; desde guionistas, realizadores técnicos, locutores, asesores y directores de programas. Si a sus miembros – o alguno de ellos – no les motiva hacer un colectivo para analizar el trabajo concluido y las pautas para lo venidero, entonces algo funciona mal. ¿Dónde? ¿A qué nivel? Vale la pena averiguarlo.
La comunicación interna es un factor de primer orden para que todo fluya debidamente en cualquier entidad, y de ello no están exentos los programas de radio individualmente, la programación en general y todas las dependencias de las radioemisoras.
En primer lugar el colectivo de programa – ya lo expresé – es un medio de comunicación interna. Si esa comunicación fluye debidamente, el producto radial será óptimo. Lo otro es que debe realizarse con espíritu crítico y constructivo, al decir en cubano "a camisa quitá’" para reconocer con sinceridad las deficiencias y proponer vías de solución.
Ahora bien: los Consejos de Programación, ¿por qué no dedicarlos a razonar los resultados de cada colectivo de programa? Si en conjunto de modo ampliado se analizan los puntos favorables y en especial los lados "flacos" del trabajo diario, entonces las reuniones, además de ser productivas, estimularán a quienes participen en ellas.
Los encuentros del colectivo – llamémosles así para desterrar el manido "reunionismo" – no son otra cosa que contactos operativos y prácticos, sin ambages y de objetividad específica para evaluar lo alcanzado y proyectar lo nuevo; siempre llevando a letra escrita cuanto se señala y todo lo acordado. No fiarse jamás a la memoria. Luego llevar todos los puntos de vista y posibles soluciones al Consejo de Programación para deliberar entre todos. Siempre van a aparecer nuevas y mejores soluciones.
Tanto el Colectivo de Programa como el Consejo de Programación constituyen encuentros de trabajo, no foros para teorizaciones ni presunciones individuales; aspectos ambos, más que aburridos, malsanos. Ahí toca también el necesario cambio de mentalidad convocado por la dirección de nuestro país.

Publicado por el mismo autor en www.radiocubana.cu

La radio y sus públicos

La radio y sus públicos

En el mundo de la Radio, cada vez que ponemos una idea en marcha pensamos en dos elementos clave: el "qué" y el "cómo". Ambos son inherentes a todo proceso creacional, independientemente de los muy discutidos puntos de vista sobre si la radio es - o no – un producto artísticamente elaborado.

Tras las respuestas a dichas interrogantes se impone caer en la cuenta de cuál va a ser el destinatario, es decir, el público al que dirigimos el producto radial, llámese programa (incluyendo los noticiarios) o mensaje publicitario.

En verdad todo esto – las claves y el conocimiento del destinatario – constituyen procesos simultáneos que únicamente se mencionan por separado como recurso de abstracción para su estudio. Son procesos interdependientes.

Es muy importante conocer el destinatario (o los destinatarios), pues a partir de ese presupuesto se toman en cuenta aspectos como el ritmo de desarrollo del espacio, los tonos de las voces a emplear, su dramaturgia, el tratamiento de fondos musicales – si lo amerita –, así como las producciones musicales mismas, si es que el proyecto concibe la difusión de tales.

Todo lo anterior es válido para lograr coherencia y unidad radial en correspondencia con el proyecto del programa, pero... ¿existe algo más a considerar? Me parece que sí.

El destinatario del programa es, desde el punto de vista corporativo, el público objetivo: el consumidor. Es lo que se denomina en la ciencia organizacional el "target". Un estudio previo y con el mayor rigor científico – en profundidad y sin improvisaciones – puede darnos exactamente esa información como recurso para implementar la acción subsiguiente.

Quizá algunos se molesten con esto que reflexiono, pero a ciencia cierta la puesta en marcha de un proyecto radiofónico constituye, además del desarrollo de una inquietud creativa, el empleo de recursos materiales y humanos que siempre debieran significar inversión, y jamás gasto.

No se trata de llamar a imponer un "economicismo" en la Radio que, lejos de optimizar pudiera tender al simplismo y la mediocridad sacrificando cualquier proyecto loable en aras del "no gastar". El "economicismo" es aberrante; lo válido es el análisis de la viabilidad económica en función del cumplimiento de cada objetivo.

Regresando al tema del "target" o público objetivo, siempre debemos poner luz larga en nuestra relación con el público general; los niveles de realización necesitan que ese público general sea tomado en cuenta. ¿Por qué? Porque siempre se nos escuchará por un público increíblemente más amplio que aquel al cual nos dirigimos en particular.

Si el programa – desde el guion hasta el último detalle – posee atractivo y buen gusto, con certeza ampliaremos el espectro de nuestra radioaudiencia. Además, el público general puede convertirse en un excelente agente de difusión de nuestro producto radial en sectores del "target" que desconocen la existencia de un espacio destinado a ellos. Viene a ser, si la comparación es lícita, nuestra gestión de "marketing" radial.

Es lamentable que en muchas ocasiones se sacrifique – mejor dicho, se ignore de plano – al público general en aras de restringir la realización a un público objetivo.

Apelando a factores psicológicos, no ignoremos que individuos de públicos que no tomamos en cuenta pueden interesarse en nuestros productos radiales. De la misma manera que a gente joven le fascina lo "retro", existen grupos de edades a quienes les interesa lo novedoso, incluso la llamada "new age".

¿Qué hacer entonces? Crear y hacer Radio, estudiar los públicos y sobre todo elaborar programas y mensajes de calidad creciente en función de los intereses y necesidades del mayor número de destinatarios. Tener en cuenta los públicos objetivos – destinatarios específicos – sin olvidar que cuando un programa sale al aire puede recibir aceptación o rechazo por cualquier público, sea o no al que destinamos nuestro quehacer.

Radio CMBF en Ángel Vázquez Millares

Radio CMBF en Ángel Vázquez Millares

Dialogar con el Maestro Ángel Vázquez Millares es una experiencia interesante. Fuimos presentados en una calurosa tarde del año 2012 durante una visita realizada por quien escribe a CMBF Radio Musical Nacional, emisora emblemática de la Radio Cubana.

Vázquez Millares, además de los programas que conduce plenos en didactismo y buen gusto, posee una copiosa historia para contar acerca de sus quehaceres en el ámbito radiofónico. De voz, timbre y entonación inconfundibles por su seguridad al expresarse y más que probados conocimientos musicales, me parece poco dedicarle solamente estas líneas, labor de ampliación para la cual invito a colegas avezados en la investigación. Vázquez Millares es el profesional del día a día, de la cotidianidad, con criterios firmes, desprendido al mismo tiempo de ínfulas protagónicas, como ocurre con los artistas en verdad geniales.

Conversar con él me parece una manera de felicitarlo a él mismo y a todas las personalidades que han dejado su impronta en CMBF, precisamente en este año de su aniversario 65 de fundada.

Ángel Vázquez Millares inició su vida en la radio a la edad de 18 años, en 1956, debutando en la emisora Radio Capital Artalejo ubicada en el edificio "Atlantic", donde actualmente está la sede del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC); la radioemisora ocupaba un local de escasas dimensiones.

De allí empezó a trabajar en Radio García Serra, emisora con un local de igualmente reducido espacio, que estuvo instalada en Prado 260. En ambas estaciones realizó programas de música especializada. De sus primeros tiempos en la estación propiedad de Arturo Artalejo me comentó que allá tuvo un programa titulado "Crítica musical con la manga al codo", con media hora de duración en el cual hacía críticas de los espectáculos del género presentados entonces en La Habana a cargo de Pro Arte Musical y la Filarmónica de La Habana.

En 1959 pasó a trabajar en Radio García Segura, donde presentaba óperas y zarzuelas en un programa patrocinado por la cerveza Polar. Se trataba de programas que no tenían guion, sino puramente vivenciales, donde incluía fragmentos musicales. Al mismo tiempo fue crítico de la Sociedad de Música de Cámara. Según él, allá mismo, en Radio García Segura, Pedro Machado Castillo tuvo un espacio para difundir la música sinfónica.

Obvio que la afición hacia la crítica musical no le llegó de buenas a primeras; es un interés que comenzó a inquietarle desde que la niñez. Hijo de un español amante de la zarzuela, con quien iba a las funciones en el Teatro Martí, el Teatro Nacional (hoy Teatro García Lorca) y al Teatro Principal de la Comedia, situado al lado del Hotel Sevilla en el parqueo. Aquella inclinación musical estuvo completada con las escuchas de la radio en casa, sobre todo de los cuplés, de los cuales recuerda intérpretes tan brillantes como Conchita Piquer e Imperio Argentina. En medio de semejante ambiente, casualmente oyó sinfonías y empezó a perseguirlas.

En 1948 Goar Mestre fundó CMBF. Menciona, al referirse a radioemisoras difusoras de cultura, la CM2, del Ministerio de Educación, bien poco mencionad, en su opinión personal.

De los grandes acontecimientos de CMBF, el Mtro. Vázquez Millares recuerda que en 1969 se estrenó el espacio titulado "Movimiento Sinfonía" dedicado a la Orquesta Sinfónica Nacional, programa que tuvo a su cargo. De modo simultáneo conducía en Radio Progreso, de lunes a viernes entre las 5 y media y 6 de la tarde el espacio "Maestros de la Música", que salía al aire los domingos con una hora de duración. Para ese entonces él ya escribía los guiones mientras que el destacado locutor López Gómez se ocupaba de la conducción.

Actualmente Ángel Vázquez Millares tiene a su cago un programa de media hora dedicado a la ópera cuya primera salida al aire es a las 10 de la noche con retransmisión al día siguiente a las 5 de la tarde. Los domingos, también en CMBF, transmite una obra operística completa a las 2 de la tarde en su reconocido espacio "Teatro de la Ópera". Cada domingo a las 9 de la noche podemos conocer y disfrutar de su espacio "Zarzuelas y Operetas", sin dejar de mencionar "Palco en la Ópera" a través del Canal Educativo.

En nuestra oportuna y algo extensa plática reveló que durante 3 o 4 años cursó estudios de piano, empresa de la cual desistió al convencerse de que no sería jamás pianista. En cuanto a otros estudios recuerda los de Historia de la Música y Estética, entre otros.

Me atrajo la curiosidad cuando le oí decir de sus primeros programas de crítica musical que carecían de guion, como él mismo afirmó: "plenamente vivenciales". Al insistirle en la pregunta me dijo que "el guion no se hacía antes, nadie pedía guion para pagar. El guion se ha convertido en vale de cobro". Acto seguido expresó que "hay quien necesita el guion, y no le parece lógico que a todos se les exija el guion, necesite o no; que si no hay guion, entonces hay quienes consideran que el programa no se hizo; algo así como el problema en el papel, como el tren de lavado (antigua lavandería) de los chinos: "papelito jabla lengua".

Más adelante le pregunté por el trabajo de los asesores de programas, a lo cual me respondió que "el asesor se usa cuando hace falta. No entiende que sea asesorado por quien no entiende de lo que él habla. Botellas radiales – así califica esos casos – y afirma que cada cual debe tener ética para saber si puede o no desempeñar un cargo.

Para un profesional que lleva 57 años en la Radio, cabe preguntarle qué constituye para él este medio, a lo que me respondió de manera tácita:

-Mi vida. Gracias a la Radio sé música clásica.

Pienso, y tal muchos coincidan conmigo, en que se puede coincidir o en parte o en todos los puntos de vista de este radialista de trayectoria excepcional y respetable; aunque sin la menor duda y desde su propia óptica, son opiniones sustentadas en una experiencia y competencia que nadie o pocos serían capaces de cuestionar. El Mtro. Ángel Vázquez Millares es una autoridad en el ámbito del quehacer y la crítica musical de la Radio Cubana.