Escuela de locutores en Cienfuegos
-¡Discúlpame un momentico, Alfonso! Compañera, no tenga pena en hojear algún libro que le interese, mírelo aunque no vaya a comprarlo, hágalo con toda confianza.
Así o parecido es lo que le oigo decir a mi buen amigo Gabriel López, que ubicado en un local de la ferretería La Escuadra, en la Perla del Sur, se dedica a la venta de libros usados. Es lógico que al leer se pregunten a qué viene esta historia del librero del bulevar cienfueguero con la radio, y a priori tendrían razón si no aclaro de quién se trata.
Gabriel es un actor retirado del Centro Dramático de Cienfuegos, pero no es todo ya que además fue uno de sus fundadores. Evoca con cariño cuando sus maestros argentinos, un matrimonio conocido como los Panelo, debido al apellido del esposo, lo instruyeron a él y a muchas glorias pasadas y actuales del teatro en la ciudad, en dramaturgia y otras técnicas. Para Gabriel fueron los tiempos de aprenderse a Stanislavski y a Bertolt Brecht, con sus respectivas Escuelas de actuación. Lo otro igualmente interesante de la historia es que Gabriel, antes de entregarse en vida al arte escénico, tuvo la radio como su primera gran pasión.
Cada vez que voy para el centro histórico cienfueguero, como decimos acá “voy allá arriba” – y nada tiene que ver con subir una loma, pues el bulevar está bien en el llano – le hago una visita a Gabriel, hombre afectuoso y conversador; visitas que – confieso – a veces he evadido porque la prisa no me permite disfrutar de su plática entusiasta y prolongada, y cuando él empieza a hablar se me hace muy difícil encontrar una buena transición – hablando ya en el argot de la radio – para decirle el manido “hasta la próxima” y continuar mi camino.
Esa pasión por la radio que sintió Gabriel de adolescente se le grabó en la memoria con tanta vehemencia como cariño. Cierto que lo que más se ama es lo que mejor se recuerda. Las cosas llegaron tan lejos que Gabriel empezó a estudiar locución en una Escuela sostenida con medios propios.
-Aquella Escuela funcionaba en Prado y Santa Cruz, donde estuvo la Escuela Normal de Kindergarten y años más tarde el restaurante “El Mandarín”, ¿te acuerdas?, frente por frente al antiguo Liceo que hoy es la Biblioteca Provincial “Roberto García Valdés”.
Esa fue la primera información que me dio Gabriel. Casi siempre me repite la historia con similares detalles…
-Éramos un grupo de jóvenes y queríamos ser locutores. Y fíjate que no había convocatorias para eso, además, se pagaba muy poco, pero queríamos hacerlo por amor a la profesión. En el año 1960 se nos apareció un guajirito que venía de Los Arabos en la provincia de Matanzas, un muchacho delgadito, humilde, pero con una fortuna en su corazón por los deseos de superarse y llegar a hacerse locutor. Traía consigo, como su única riqueza, ese afán. Hacía poco del triunfo de la Revolución, apenas un año, y empezaron a verse las nuevas posibilidades. Aquel guajirito humilde es hoy mi entrañable amigo el locutor Humberto Albanés.
Cuando Albanés llegó a Cienfuegos, me ha contado él mismo y lo corrobora Gabriel, la Escuela de Locutores de Cienfuegos ya llevaba algún tiempo. Después, cuando Gabriel menciona a los profesores no puedo menos que junto con él pensar en muchos que hoy son personalidades reconocidas, así como otros que ya no están físicamente entre nosotros. El que escribe, por aquella fecha contaba apenas nueve años de edad, pero el tiempo me dio la posibilidad de alcanzar a conocerlos y establecer amistad con varios de ellos.
-Recuerdo que comenzamos en 1959. Se le puso el nombre de Escuela de Locutores “Miguel Buendía”. Si te digo quién era el Presidente de la Asociación de Alumnos… sí, porque teníamos nuestra asociación y todo… ¡Juan Varela Pérez! Su hermano Manuel, quien también fue alumno, a su vez impartía clases de Psicología. Te puedo mencionar muchos de nuestros maestros... El profesor Carlos Gárate, que era catedrático del entonces Instituto de Segunda Enseñanza; la profesora Dolores (Loli) Dorticós, que impartía Español; Carlos de la Paz nos daba Técnica y Práctica; Humberto Duarte se ocupaba de las clases de Improvisación; Ernesto Cuartero impartía Geografía; Eddy López, locutor de la entonces Radio Tiempo daba clases de Dicción y de Inglés. También fueron profesores nuestros los locutores ya fallecidos Félix Puerto Muñiz, Felipe Lanier Medina y Antonio Mirete.
Es lógico que sin practicar sea imposible ser locutor, y esa duda también Gabriel la esclareció.
-Claro que practicábamos. En 1959, al lado de la cafetería “El Palais”, donde ahora está la heladería Coppelia de Prado y Argüelles, allí estuvo Radio Cienfuegos. En aquellos años en Cienfuegos hubo varias emisoras, bueno, esa que ya mencioné, y Radio Tiempo, La Onda de la Música y Radio Popular. Pero volviendo a lo que te decía, Radio Cienfuegos se convirtió al triunfar la Revolución en La Voz del INRA, del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, y empezaron a crearse programas acorde con la nueva realidad histórica de nuestro país, el proceso revolucionario. Nosotros hicimos prácticas, casi todos, en un programa que se llamó “Jóvenes Alertas AJR”, es decir, de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Y también tuvimos nuestro programa propio: “La Voz de la Escuela de Locutores Miguel Buendía de Cienfuegos”. Un nombre largo, poco radial, cierto, pero ese fue el nombre que le pusimos. Acuérdate que eso fue hace medio siglo. Lo que sí te digo es que fuimos muy apoyados, y en todos nosotros había entusiasmo y responsabilidad.
Y ¿para hacerse locutores, quiero decirte, para ser reconocidos y poder ejercer la profesión?
-En aquellos años se otorgaban licencias para la locución, no existía todavía el sistema de evaluaciones. Desde antaño y hasta que se creó el Instituto Cubano de Radiodifusión, hoy ICRT porque abarca la televisión, las licencias eran emitidas por el Ministerio de Comunicaciones. Quien primero obtuvo una de esas licencias al concluir sus estudios en la Escuela de Cienfuegos, fue una joven llamada Ana Temprano. Y los últimos en recibir la licencia fueron Sergio Farray, ya fallecido, y nuestro común amigo Humberto Albanés. De Farray sabes que primero se dedicó a la animación de espectáculos, estuvo mucho tiempo trabajando para el Show del Hotel Jagua y después regresó a la radio; estuvo un tiempo acá, luego fue para Radio Cadena Habana y, finalmente, regresó a Cienfuegos hasta que se produjo su lamentable pérdida, un profesional todavía en sus plenas facultades. De todos los alumnos de la Escuela de Locutores “Miguel Buendía” el único que ejerce la locución es Albanés. Y están los hermanos Varela, Juan que es conductor radial y periodista, y Manolo que es corresponsal de Radio Progreso en Cienfuegos. Todos ellos con una trayectoria tremenda, profesionales en todo el sentido de la palabra.
Cada vez que nos encontramos y hacemos nuestras mini-tertulias, Gabriel no deja de repetir lo feliz que se siente por haber sido alumno de aquella escuela de locutores, aunque luego siguió otro camino, incluso dentro del arte.
-La radio me sigue gustando, para qué voy a negártelo. En el teatro me fue bien, muy bien, con los Panelo aprendí mucho y aprendí también de muchos otros compañeros y compañeras míos, incluso colegas de trabajo porque siempre hay algo por conocer. Pero en mi caso la radio sigue siendo algo especial. Hoy me rodeo de libros, ya retirado esto me distrae, y si me piden que haga algo en teatro o en televisión – como si me lo pidieran en la radio – lo haría con todo gusto. Y te repito: la radio sigue siendo algo especial para mí aunque nunca llegué a ejercerla como profesión. También me siento orgulloso por haber sido uno de los alumnos de la Escuela de Locutores “Miguel Buendía”. Eso me satisface como quizás nadie se lo imagine.
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