Obras poéticas en la Radio Cubana
Hace poco me referí al abuso de las metáforas verbales en la Radio. Escribir acerca del tema me exige dedicar unas líneas a los programas dedicados a difundir las obras poéticas.
Es tradición en la Radio Cubana, lo mismo en emisoras nacionales, provinciales y municipales, contar con espacios de esa característica, muy en consonancia con nuestra esencia martiana y latinoamericana, pues en el Apóstol tenemos una de las figuras cumbres del movimiento modernista en la poesía de habla hispana, quien acerca del género escribió...
“¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara”. (1)
Fieles a ese precepto del Héroe Nacional, y a la idiosincrasia afectiva y sentimental de cubanas y cubanos, en la Radio están presentes los programas cuyo contenido imbrica coherentemente poemas y canciones. Los he escuchado en horarios diversos, y lo creo posible porque para la poesía no es necesario un momento en particular, aunque entre sus manifestaciones cuenta la llamada poesía “de amor” o “amatoria”, propicia para altas horas de la noche.
Sin haber hecho Radio – en vida de Martí todavía no había nacido este medio, y si hubiera existido no dudo en afirmar la importancia que le hubiera dado – con la visión que le caracterizó expresó en “Flores del destierro: “La noche es propicia / Amiga de los versos…” (2). Poesía que apela al corazón, pero también aquella con textos que conducen a la reflexión social y filosófica.
Los espacios radiales consagrados a la poesía son propuestas comunicativas especializadas. Es cierto que difunden obras de diversos autores, pero su realización no resulta tan simple como pudiera parecer. Necesitan un nivel de realización que muchas veces se ignora o, simplemente, se evade. Todo comienza por la selección y el balance de las obras de cada emisión, atendiendo a escritores, épocas, formatos, estilos y movimientos que representan, lo mismo que su lenguaje, para no pecar de arcaísmos.
Otro aspecto a considerar es la utilización de los fondos musicales (en los casos de poesías que los requieran); no es lo mismo, digamos, en la llamada poesía “amatoria”, un poema para enamorar, de renuncia, despecho, separación, desamor, etc. Cada uno pide un tratamiento musical de fondo distinto y, en algunos casos, el fondo musical está de más. Alerto en este aspecto en cuanto al empleo de fondos musicales demasiado “melosos” y conocidos; su presencia aparta al radioyente del mensaje poético – que sería lo principal – y lo enajena cuando sigue esa melodía que le atrae como un flautista de Hamelin, atentando contra la función y el objetivo del programa.
Un detalle a tener en consideración en cuanto a los fondos musicales consiste en la instrumentación: debemos evitar las estridencias y los instrumentos de viento, priorizar las cuerdas (piano, violín, guitarras) y en último caso, si de vientos se trata, acudir al saxo soprano. Las estridencias sonoras no son buenas amigas de la poesía para acompañarla; esto a excepción de la poesía antillana – genialidad expresiva legada en su declamación por el excepcional Luis Carbonell, donde la percusión es complemento de la obra poética.
Lo otro, tan importante como la música, consiste en la interpretación de la poesía. En Radio la poesía no se teatraliza, no se actúa ni se declama: sí se interpreta. Ser locutor no es condición “sine qua non” para ser un buen intérprete de poesías. En este oficio, ocurre lo mismo que con el comunicador y el animador; no se hace: ¡nace!
Utilizar un locutor, por muy excelente timbre vocal que tenga, no es suficiente, necesita fuerza y talento interpretativos, eso que en cubano llamamos “bomba” cuando nos referimos a la interiorización, a la apropiación, a meter en los poros la esencia de lo dicho. En tal sentido urge que la poesía sea bien interpretada con la dicción y entonación precisas. Un locutor o locutora que se respete y tenga en alta estima, si no reúne los requisitos para “decir” bien la poesía, no deberá ceder a la seducción de un protagonismo aparente que puede dejarle en situación desventurada.
Para concluir, la poesía debe estar en consonancia con los códigos radiales. Hay muy buena poesía para ser leída, sin embargo, no reúne los requisitos para ser radiada. Esto es una verdad de Perogrullo. Con Martí coincido cuando escribió: “La poesía es durable cuando es obra de todos. Tan autores son de ella los que la comprenden como los que la hacen”. (3)
Puede que otro tema a tratar sea la música que sigue a cada poema, pero referirse al asunto conlleva el riesgo de sentar esquemas, y hacerlo no sería saludable; más bien conculcaría la creatividad propia de cada cual. El dogmatismo en los cánones radiales puede ser tan nocivo como la banalidad. Lo valedero es la búsqueda de lo novedoso y lícito en la programación radial dedicada a la poesía. ¡Continuemos en esa búsqueda!
(1) “El poeta Walt Whitman”, El Partido Liberal, México, 1887; La Nación, Buenos Aires, 26 de junio de 1887.
(2) “Flores del destierro”, versos, (fragmento).
(3) “The Sun”, Nueva York, Nueva York, 26 de noviembre de 1880.
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