Blogia
Cuba Latino

Patria, periodismo, agonía y deber

Patria, periodismo, agonía y deber

Este año conmemoramos 122 años del nacimiento del periódico Patria, fundado por José Martí en Nueva York el 14 de marzo de 1892. En su primera edición proclamó su propósito de lograr la independencia de Cuba y Puerto Rico. La publicación salió a la luz hasta el 31 de diciembre de 1898, ya desaparecido el Héroe Nacional.
Patria fue una publicación pensada con propósito definido. Cuando empezó a publicarse, ya era Martí uno de los más destacados periodistas e intelectuales latinoamericanos, conocido a través de publicaciones de México y Argentina, así como por sus vibrantes discursos en liceos y templos masónicos de Estados Unidos.
El insigne cubano pudo haber llevado una vida confortable a costa de su intelecto, pero prefirió abrazar el largo vía crucis de la causa libertadora dejando a un lado las posibilidades que habrían dado a su vida comodidades, riqueza y placeres. Consecuente con su ideario, cumplió con la máxima de que “la patria es agonía y deber”. No estuvo Martí ajeno a las posibles y probables ingratitudes de que sería víctima, provenientes incluso de su propia gente. Su felicidad no le llegaba desde afuera, sino  desde adentro por la satisfacción de saber que cumplía la misión de su vida.
¿Qué nos aporta Martí a esta hora de nuestra historia? A más de un siglo del periódico Patria, el Martí actual y presente es paradigma de aquellos que en su profesión se dan a sí mismos desinteresadamente, persuadidos de que el compromiso ético y patriótico es el principal ingrediente de sus actitudes cotidianas; actitudes que parten, en primer lugar, de aptitudes. Se requiere un autoanálisis sincero, a solas, de cada uno en privado sobre si en verdad sus actos son consecuentes con sus pensamientos y sentimientos. Si se prefiere la doblez acomodaticia, a riesgo de una acechante disonancia cognitiva que anula y enferma o, en cambio, se asumen los riesgos y las incomprensiones que entraña el deber.
Ser periodista es relativamente fácil; hacer un periodismo consecuente siempre entraña riesgos, incomprensiones, ingratitudes; más si ese quehacer se desentiende de los “compromisos”, “beneficios” y “compadreos”; de “estar a la sombra de quien resuelve” y por ello se le engalana a bombo y platillo a cambio de una sonrisa aprobatoria, una tranquilidad cómoda, tal vez alguna prebenda o la palmadita en el hombro.
El periodismo cubano está llamado hoy a la crítica profunda y creativa; a denunciar lo mal hecho; a dejar ya de parapetar ineptos en la eterna tragicomedia de las justificaciones echando la culpa a otros, incluso de afuera. Necesitamos de una crítica edificante, no destructora, pero sí implacable y consecuente con la verdad, dejando de lado la quijotesca batalla contra molinos de viento.
También es importante caer en la cuenta de que nuestro necesario proceso de actualización no está ni estará exento de defectos que habrá que rectificar. Por si pareciera poco, tampoco exento de una nueva camada oportunista, que con la misma fraseología de lo que es voluntad política de la máxima dirección del país, pretende convertir en huecas consignas lo que debe y tendrá que ser a cada segundo acción firme. Debemos estar prevenidos ante esa realidad que acecha y es más nociva que cualquier enemigo desestabilizador. 
Muchos se preguntan en redes sociales, y lo hacen hasta el cansancio: ¿Qué periodismo quiero para Cuba? Jamás he contestado a esa interrogante por parecerme harta inconsecuente y aburrida. Prefiero que cada uno, en su mismidad, se pregunte hasta qué punto su quehacer profesional está de parte de la verdad o de la mentira, muchas veces disfrazada de revolucionaria; si está de parte del acomodamiento mediocre o de la denuncia valiente contra todo lo que considere mal hecho, chapucero o corrupto. Dice un refrán que “es mejor pedir perdón, que pedir permiso”; hacerlo y decirlo todo en consecuencia con la ética revolucionaria y con las percepciones – aunque diferentes, sinceras – que cada uno posee.
Vale más equivocarse con franqueza, antes que enlodarse en la perenne loa, el triunfalismo o el silencio cómplice. Ahí está la razón de ser del periodismo ayer, ahora y siempre: ser consecuente con la verdad. Sepamos también que nuestro pueblo, gracias a la educación y a su experiencia histórica revolucionaria, no es tonto y se da cuenta del decir sincero, tanto como del falso. Prefiramos el deber y la verdad, antes que el acomodamiento mediocre. El pueblo también nos juzga. Pienso, sinceramente, que esta es la mejor manera de celebrar el Día de la Prensa Cubana. Otra cosa sería mera retórica.

0 comentarios