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Memorias de América

Tradiciones Mexicanas: El Encendido del Alumbrado Patrio

Tradiciones Mexicanas: El Encendido del Alumbrado Patrio En septiembre México es una fiesta. Antes del arribo del noveno mes del año ya se ven por las calles los expendios de motivos mexicanos, desde banderas de distintos tamaños hasta artesanías alegóricas a la identidad de este hermano país.Siete días exactamente antes de la celebración del Grito de Dolores, que en 1810 diera inicio a la guerra por la Independencia mexicana, en todas las plazas de la nación tiene lugar una ceremonia original, lo que ellos llaman: “Encendido del Alumbrado Patrio”. Tuve la oportunidad de presenciarlo por primera vez en mi vida, y su escenario fue la Plaza de Armas de la ciudad Victoria de Durango, amplia instalación – a lo que en Cuba llamamos parque – que abarca una manzana en su pleno centro histórico, abarcando desde las avenidas “20 de Noviembre” y “5 de Febrero” y las calles “Juárez” y “Corredor Constitución”. Antes de la ceremonia, la Plaza de Armas, colmada de público, vibró con la amenidad musical de alumnos de la Escuela de la Música Mexicana del Estado de Durango, institución que fundó y dirige la Mtra. Lilia Santaella, amiga de Cienfuegos y de Cuba. Al sonido del Mariachi Juvenil, los bailes regionales del grupo de Danza de la Escuela de la Música Mexicana y las interpretaciones del grupo Voces de Durango, los allí presenten cantaron y corearon piezas musicales que simbolizan la identidad de México. La Verbena contó con el auspicio del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC).Poco después de las 8 de la noche arribó la comitiva de autoridades del gobierno, encabezados por el Dr. Esteban Villegas Villarreal, recién electo Presidente Municipal, ya en funciones desde el pasado 1° de septiembre. Tras emotivas palabras con alto sentido patriótico, el Dr. Villegas recordó a los presentes que las Fiestas Patrias sirven para recordar a las mexicanas y los mexicanos “quiénes son y de dónde vienen”, así como su compromiso con los más necesitados.Momentos después se apagaron todas las luces del alumbrado público de la Plaza de Armas, quedando totalmente a oscuras con las solas luces de tres reflectores que enfocaban una escenificación de personas que representaban a los patriotas Miguel Hidalgo, José María Morelos y Leona Vicario. Minutos más tarde, de improviso y para emoción de los presentes, cobraron luz 320 piezas alegóricas a la nacionalidad mexicana y cerca de allí ya se podía vislumbrar radiante el símbolo del águila sobre el nopal mordiendo a la serpiente, emblema que aparece al centro del pabellón nacional de México. Desde antes un juego de luces en movimiento provocaba un radiante efecto sobre todo el frente de la Catedral, localizada frente a la Plaza de Armas en plena Avenida “20 de Noviembre”. Tras las luces de los emblemas empezó toda lluvia de fuegos artificiales con los colores verde, blanco y rojo de la bandera mexicana.En aquel preciso momento se pusieron en marcha, igualmente iluminados, dos relojes florales: uno de ellos en el bulevar “Dolores del Río”, y el otro en el Bulevar “Felipe Pescador”. Vale decir que las 320 luminarias alegóricas se extienden a lo largo y ancho de la ciudad. Allí en medio de tanto fervor patriótico de mexicanas y mexicanos se mencionó el significado de los colores de su bandera: el verde que simboliza la esperanza; el blanco, la pureza; el rojo, símbolo de la pasión heroica de todos los héroes de la Independencia. Durante el “Encendido del Alumbrado Patrio” las mexicanas y mexicanos dejan a un lado sus diferencias y miran juntos lo que les une como hijos de la tierra que les vio nacer. Ahora queda pendiente la celebración culmen del mes patrio: el Grito, que tradicionalmente en cada municipio mexicano tiene lugar en la noche del 15 de septiembre, y que recuerda la madrugada cuando Miguel Hidalgo declaró solemnemente que México es una nación independiente.

De Cómo el Chuchube Aprendió a Cantar - Olimpio Galicia Gómez

De Cómo el Chuchube Aprendió a Cantar - Olimpio Galicia Gómez

Un día de cualquier semana, de cualquier mes, de un año que hace mucho que ya casi uno no se acuerda, Dios decidió colocar un aviso en lo más alto de una mata. El aviso decía:

 “Atención, a todos los pájaros que quieran
vestirse de colores nuevos, el próximo domingo
estaré en el picacho del cerro de Santa Ana
para ponerle los colores que quieran”

                                                          Dios.
La noticia se corrió por todas partes y la emoción de los pájaros era inmensa. Comenzaron a contar los días, las horas, los minutos hasta que llegó el tan esperado domingo.
Ese día el cielo amaneció más clarito que de costumbre, el cerro de Santa Ana estaba cubierto de flores y los pájaros al volar, para ver cual llegaba primero al picacho, parecían volantines del festival.
Dios estaba allí. Había recogido flores de todos los colores y en unos tobos grandotes fue preparando los colores para pintar a los pajaritos. Se apreciaba el colorido de tal forma que parecía un arcoíris en el suelo.
Comenzaron a llegar los pájaros y el primero de la cola era uno muy grandote, los demás pajaritos decían: “Ey, por orden de tamaño, los más grandes de último”. Pero el pájaro grandote había llegado desde la madrugada y se notaba muy cansado ya que había volado desde el Amazonas, por allá lejos, pues se había enterado lo que pasaría ese día en el cerro, por eso estaba de primero.
Este pájaro era el Tucán. Dios le preguntó: “Amigo Tucán, qué colores quieres para vestirte?” y el Tucán le respondió: “los quiero todos”. Así Dios lo complació y  de varios pincelazos lo pintó de negro, amarillo, rojo y de todos los demás colores.  El Tucán complacido salió contento y volando de nuevo para el Amazonas.
Continuó la jornada y le correspondió el turno al turpial. Dios le hizo la misma pregunta que al Tucán, y éste respondió: “quiero amarillo como el oro y negro como mis noches”. Así el Turpial salió raudo, feliz y hermoso a comerse los datos con su nuevo traje de fiesta.
Siguieron pasando los pájaros y Dios brochazos y brochazos con ellos. El Cardenal pidió rojo como el último color de la bandera. El Gonzalito amarillo y negro para imitar al Turpial y el Judío, por volar tan torpe, cayó en el tobo de pintura negra, de allí lo sacó Dios y lo puso al sol para que se secara.
A las tres de la tarde ya Dios estaba cansado de tanto pintar pájaros. Como a esa hora el Chuchube andaba de rama en rama sin enterarse de nada. Fue cuando vio al Chupaflor tan elegantemente vestido y le preguntó que cómo había hecho para vestirse así tan bonito. Éste le echó el cuento y el Chuchube, desesperado, salió volando remontando la distancia hasta el picacho del Cerro. Cuando llegó allá arriba ya Dios recogía los peroles y limpiaba los pinceles. El Chuchube le pidió que por favor lo pintara de colores nuevos. Dios, rezongando, le dice que ya los colores se agotaron y que además ya él está muy cansado.
Ante esta situación, el Chuchube le implora  que haga un milagro ya que él todo lo puede.
Dios comenzó a raspar los tobos y milagrosamente comenzaron a aparecer los colores, sin embargo le dice al Chuchube que estos colores no alcanzan para pintarlo que se los va a dar para que se los tome. Inmediatamente le abre el pico y le da de beber todos los colores. Cuando terminó le dijo: “Ya puedes irte Chuchubito, anda a adornar las montañas y los campos con tu canto”.
Así es cómo, cada vez que el Chuchube canta, la tierra se viste de alegría y el mundo vuelve a ser feliz.

Fuente:http://encontrarte.aporrea.org/156/creadores/a13016.html

¿Qué es el Caribe? (Tomado de Cubadebate)

¿Qué es el Caribe? (Tomado de Cubadebate)

Me sirvo tomar este interesante y valioso trabajo de la intelectual cubana Graziella Pogolotti, que ha sido publicado por el sitio Web: www.cubadebate.cu Sigue a continuación. 

Muchas veces se ha comparado con el Mediterráneo. Ambos son mares cerrados donde convergen culturas de varios continentes. Clausurado por ellas, el Mediterráneo aflora al Océano por dos canales angostos, Gibraltar y Suez. El Caribe articula la tierra firme con el extenso arco antillano, en diálogo permanente con el Atlántico.

Tardó mucho este “mar nuestro” en cobrar conciencia de sí. Sobre la plataforma originaria indígena, se impuso el brutal proceso de colonización europea, que canceló la memoria precedente, fragmentó y balcanizó los territorios. Anduvieron tras la quimera del oro, intentaron luego asegurar vías para el comercio, mientras convertían el área en campo de batalla para dilucidar contiendas enraizadas en el Viejo Continente.

Quizás el núcleo original de la conciencia caribeña cristalizó con las guerras de independencia de América latina. El precursor empeño de emancipación en Haití tendió puentes de colaboración a Simón Bolívar, quien situaría en Jamaica su célebre llamamiento. Al propio tiempo, las primeras conspiraciones libertarias cubanas, al amparo de la masonería volvieron la mirada hacia México y Venezuela. José Martí reconoció en las Antillas el valladar protector para la América Latina toda.

Aunque entre las islas, por obra de la necesidad, hubo una interconexión histórica, tanto al margen de la ley como dentro de ella, tangible en el contrabando y en el traslado de poblaciones, a veces impuesta por las potencias dominantes y también por la demanda de braceros, la conciencia de una condición caribeña no pudo conquistarse desde la política. Coexistían países independientes, con territorios sometidos al dominio colonial. Correspondió a los intelectuales explorar el trasfondo común de una cultura con múltiples componentes, heterogéneos en lo lingüístico, en lo étnico (blancos procedentes de distintas naciones europeas, africanos esclavizados en varias regiones del continente negro, hindúes, chinos y los remanentes olvidados de la población aborigen) con el consiguiente cruce de religiones, mitos e imaginarios. Esas voces tardaron mucho en dejarse escuchar en un espacio común de intercambio. La balcanización se levantaba como obstáculo objetivo en ese terreno. En muchos lugares las escasas minorías letradas tenían que sacudir a las metrópolis dominantes para alcanzar una formación universitaria. Sólo en ellas existían las editoriales que legitimaran y difundieran a los escritores nacidos en el Caribe.

De esa circunstancia se desprendía un doloroso proceso de redescubrimiento y reconquista de la propia identidad. Es posible suponer que la distancia propiciara una perspectiva integradora. Comenzaban a definirse rasgos comunes. Brutal y tecnológicamente más desarrollada, la colonización aplastó a los aborígenes y cercenó su probable crecimiento autóctono. La necesidad de fuerza de trabajo implantó, con la esclavitud, otra forma de violencia y creó un abismo entre opresores y oprimidos. Fue el germen de una resistencia cultural que alimentó una poderosa mitología, junto con una enorme riqueza musical y danzaria. La antropología y los estudios folklóricos mostraron la fuerza de una tradición que se rebeló contra la muerte y se mantiene viviente y en constante transformación, con un indiscutible poder contaminante. El Caribe que conocemos se había edificado, además, sobre la base estructural de una economía de plantación, productora a bajo costo de materias primas de origen agrícola, suministradora y dependiente de un mercado internacional de precios variables, centrado en Europa y en los Estados Unidos. Este conjunto de factores abrió la polémica acerca de la real extensión geográfica y cultural del universo Caribe. Para algunos, se trataba tan solo del espacio enmarcado por el collar de islas antillanas. Otros, reconocían rasgos similares en la zona continental que abarca, las costas de Venezuela, Colombia, México y la Luisiana en Estados Unidos.

Disperso, multilingüe y pluriétnico, el Caribe empieza a reconocerse a partir de una construcción cultural, obra de poetas, narradores, pintores y músicos. Poco a poco, acá y allá, con las herramientas forjadas en la tradición occidental, empezaron a traducir en imágenes su entorno inmediato. Vincularon lo culto y lo popular, recuperaron mitos, describieron costumbres y paisajes, salvaron fragmentos de una memoria perdida. Y comenzaron a descubrir relaciones de parentesco e interdependencia. Endógeno, surgido del apremio por diseñar un perfil propio, el proyecto fue madurando a lo largo del siglo XX. Los escritores se introdujeron en editoriales prestigiosas, los músicos de la cuenca invadieron los escenarios de Europa y estados Unidos. Los pintores ingresaron en los museos. Así, empezó a forjarse una gran familia que saltó por encima de las barreras de la balcanización. La mirada de los escritores traspasó las fronteras coralinas de las islas. Por citar un ejemplo paradigmático, Carpentier saltó de Ecué Yamba-OEl reino de este mundo para iniciar luego, volviendo al revés la oficialista historia eurocéntrica la gran saga del Caribe. A pesar de estas conquistas, descolonizar las mentalidades es una tarea difícil.

La Academia advirtió un filón en el universo que estaba cobrando forma. Se abrieron cátedras en universidades de alto rango. Se organizaron congresos y se divulgaron tesis de doctorado. Pero la Academia no es un límpido laboratorio de conocimientos, al modo de la Abadía soñada por Rabelais. Sus propios mecanismos internos la conducen a forjar modelos, a establecer modas y escuelas de pensamiento. Muchas lecturas rehúyen la complejidad y no escapan a cierta visión inconscientemente folklorizante, percibida como imagen congelada y no como fuente viva de creación popular. Es el reflejo de un Caribe turístico.

Sus habitantes y su cultura completan un decorado paradisíaco de eterno verano para disfrute de sol, playa y sensualidad.

El Caribe, en cambio, se integra a una prolongada y dramática historia de lucha del ser humano por construir espacio propio, en la confrontación entre vida y muerte, ante los insondables secretos del universo. Mito e historia se entrecruzan en la incesante búsqueda de sentido.

Sucede como si en el principio de todo hubiera estado Cristóbal Colón. La conmemoración del medio milenio del encuentro entre los dos mundos hubiera debido conducir al replanteo de interrogantes fundamentales acerca de las peculiaridades de nuestro proceso histórico y sus repercusiones en el campo de nuestra cultura, de la dinámica específica de un ciclo de interrelaciones aun no cerrado. Hay que retomar los orígenes para entender las fuerzas centrípetas y centrífugas que operan en nuestro contexto, obras ayer de la colonización y ahora de los embates de un mercado planetario.

La aventura de Antonio Núñez Jiménez del Amazonas al Caribe demostró en la práctica la factibilidad de una emigración de indios arahuacos desde lo más profundo del Continente hasta el arco antillano. Dos volúmenes recogen el recuento de la hazaña. Compendian observaciones científicas de variada naturaleza, incluidas las antropológicas y culturales. La travesía por los grandes ríos revela la existencia de lo que pudiera denominarse una cultura de la yuca, más elaborada, pero coincidente con la que encontraron los europeos en las islas.

El segundo volumen, publicado recientemente por la Editorial de Ciencias Sociales, aborda el análisis del perfil de cada fragmento del extenso collar antillano. La perspectiva del autor se ha modificado ligeramente. Sin desdeñar las coordenadas geográficas, refiere el proceso histórico de cada Antilla después de la conquista, considera lenguas, religiones, diversidad de poblamientos sucesivos, se detiene en el funcionamiento de la economía real y, valido de su formación de espeleólogo, explora cavernas y revela la afinidad existente entre todos ellos, vinculados también a las expresiones rupestres conocidas en Cuba desde mucho antes. Advierte así el trasfondo de una cultura común, con diferencias relativas en la realización, pero que permite avanzar hipótesis acerca del culto a los muertos y a su consecuente creación mítica. Para .los indígenas llegados del continente, el universo caribeño, atravesado por huracanes y estremecido por terribles erupciones volcánicas debió plantear numerosas interrogantes. Es probable que la irrupción de las carabelas de Colón los sorprendiera en la larga marcha hacia otras tierras de promisión.

El estudio de Núñez Jiménez ofrece datos valiosísimos para profundizar en el conocimiento del mundo que nos rodea, cargado todavía de misterios aparentemente inescrutables, requeridos de un acercamiento interdisciplinario. Así ocurre, por ejemplo, con representaciones artísticas que por su ejecución y su simbología sugieren parentesco con expresiones similares de los Andes peruanos. Porque nada indica el posible traslado de pobladores procedentes de esa zona, cabría preguntarse si estamos ante testimonios de un estremecimiento telúrico de fecha indeterminada.

Pocas huellas han quedado de aquellos ocupantes originarios. Pero su presencia histórica debe ser reconocida para entender, en lo más soterrado, las razones profundas de lo que somos. Cerrado sobre sí, el mediterráneo permaneció protegido por sus anchas áreas continentales. De esos territorios provinieron las sacudidas que marcaron su devenir, en sucesivas guerras libradas para asegurar el poder de unos sobre otros. Los griegos se expandieron hasta tropezar con los persas. Los romanos consolidaron un imperio. Fragmentado, cedió paso a la invasión a los bárbaros, germen de futuras naciones, mientras desde abajo los árabes llegaron hasta España y transmitieron un saber heredado desde la antigüedad, un modo de vida, un legado artístico y una tolerancia religiosa inigualada en esos tiempos.

Poroso entre las aguas del Atlántico y del Golfo de México, el arco antillano, entorno del Caribe, es frágil y vulnerable. Nunca hemos guerreado entre nosotros después de la colonización. Hemos sido, en cambio, campo propicio para dilucidar conflictos entre potencias situadas en Europa y Estados Unidos. A pesar de tantas diferencias que parecen separarnos, nuestra voluntad de ser y resistir ha ido forjando una cultura con rasgos reconocibles.

En el mundo contemporáneo, la agresión tiene muchas formas. Al poderío militar se añaden las que se manifiestan a través del dominio de la tecnología, la penetración de los medio de diseminación de ideas, de la mercantilización de los productos culturales. Se trata de un conjunto de vías sustentadas en la instrumentalización de la cultura. En ese contexto, la fragilidad caribeña es extrema. Limitada su producción de materia prima, exporta una interminable diáspora de emigrantes, reserva creciente de mano de obra barata. Los más desamparados son víctimas de la xenofobia y de regulaciones migratorias cada vez más implacables. Pero, estrategias culturales bien diseñadas pueden ofrecer fórmulas de sobrevida y autodefensa. No nos ha separado el odio, sino el insuficiente conocimiento mutuo. El análisis de nuestras realidades que incluya y trascienda la creación artístico-literaria para completar el verdadero escrutinio de nuestra historia, de nuestras potencialidades en el terreno de la ciencia y la educación, viabilizan el modo de complementar recursos naturales y humanos para transformar la dispersión en fuerza unificadora. O nos salvamos juntos, o nos hundimos todos en un falso y depredador paraíso turístico.

Ana Esther Ceceña: “América Latina preserva todavía la rabia de la conquista”

Ana Esther Ceceña: “América Latina preserva todavía la rabia de la conquista”

(Tomado de Cubadebate)

Marianela González

La Jiribilla

30 de septiembre de 2010. 1:00 p.m. La Habana. En la sede de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL), un grupo de personas espera para asistir a la conferencia que impartirá la Dra. Ana Esther Ceceña, coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica: estudiantes de Historia, Filosofía, Sociología y Ciencias Políticas, de la Universidad de La Habana; especialistas de centros cubanos de investigación; periodistas. Además de la trayectoria académica de la conferencista, nos ha convocado el tema del encuentro: La militarización en América Latina. Un asunto, a todas luces, pertinente; pero a esa hora, aún no sabíamos cuánto.

12:30 p.m. Quito. Un déjà vu en las transmisiones de TeleSur, estremece el continente: como en junio de 2009 en Tegucigalpa, las calles de la capital ecuatoriana están colmadas de personas. Rafael Correa, el presidente que eligieron constitucionalmente, ha sido retenido dentro de uno de los hospitales de la ciudad por un grupo de policías en revuelta. Dicen los gendarmes que de esa forma esperan revertir una ley que les afecta; pero gritan: “¡Lucio, viva Lucio!”. Y le maltratan físicamente. Ecuador vive un intento de golpe de Estado.

Difícil pensar que las paredes de la sala Tricontinental de la OSPAAAL retendrían la noticia. No se habló de otra cosa en la tarde de aquel jueves: lamentablemente, lo que quizá la conferencista habría concebido como una charla teórica, tenía a aquellas horas un correlato en pleno desarrollo.  Economista, adscrita al Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Directora de su Instituto de Estudios Geopolíticos, miembro del grupo de trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) sobre Economía Internacional que dirige el Dr. Emir Sader y Coordinadora del Observatorio de Geopolítica Latinoamericano… No bastan estas cartas credenciales para presentar a una mujer que respira este continente por cada poro. Vigilante siempre de cada movimiento que ocurra sobre sus tierras, Ana Esther Ceceña ha hecho de sí misma una especie de gitana: de México a la Patagonia, gusta recorrer cada uno de los nodos latinoamericanos, como prefiere llamarle a los centros donde aún la resistencia late. En la plataforma cubana, lanzó un ancla desde los propios inicios del proceso revolucionario: “un proceso -dice- en el que lo único no permitido es parar. De este pueblo y con este pueblo aún construimos nuestras utopías”. Quizá por eso permanezca siempre tan cerca, para fortuna de quienes sentimos que el 30 de septiembre en Ecuador merece un repaso que le trascienda.

Continente de revoluciones y contrarrevoluciones; laboratorio primero del neoliberalismo y al mismo tiempo escenario privilegiado de desafíos a ese orden. ¿Será que tiene América Latina condiciones genéticas para esa constante dualidad: históricas, geográficas, sociales…?

Sí, hay elementos que son casi congénitos y que dan margen a esa dualidad. En primer lugar, en este continente está la mayor potencia capitalista del mundo y, por lo tanto, el mayor poder de dominación. Necesariamente, eso nos marca. Y geográficamente, el continente es una isla. Esa condición permite que se nos convierta en una especie de fortaleza. Aquí hay solamente una gran potencia: si hubiera más de una, sería distinto; pero al haber una sola, la isla le pertenece, es su plataforma para construir una relativa invulnerabilidad frente al mundo. Siempre pienso en los castillos feudales, con su foso de cocodrilos alrededor. América es un poco eso. El hecho de tener los mares alrededor le ha permitido preservarse hacia dentro y al mismo tiempo tener otro tipo de fuerza para pelear con los competidores. Esas son características muy particulares que no las tiene otro lugar. Tampoco las tuvo otra potencia del mundo, por lo que EE.UU. ha podido fortalecerse y ser el hegemónmundial. Es así, de un lado y de otro.

América entera está a merced de esos factores por la fuerza de la hegemonía norteamericana y también por la complicidad de las oligarquías de los demás países. Pero, al mismo tiempo, desde que Europa irrumpió acá -hecho que provocó tantos cambios en términos culturales, políticos…-, ha estado sucediendo algo muy interesante: la metrópoli trajo poblaciones del resto del mundo, sobre todo africanas, y las unió con las poblaciones del continente que estaban en resistencia frente a la conquista y al dominio. Con eso, se constituyó una mezcla a partir de la cual hoy tenemos lo más fuerte de cada una de estas culturas. Todos los elementos que a partir de entonces conformaron nuestros pueblos, fueron elementos adquiridos de las poblaciones en resistencia. Claro, a veces estuvieron en sumisión, no se puede decir que todos fueran tan bravos; pero aun aquellos que se sometieron, lo hicieron sin aceptar, manteniendo sus tradiciones, sus hábitos. Eso formó una pasta, un magma en el continente, que nos ha permitido tener esa fuerza insurgente y que se manifiesta en toda la historia de América. En la actualidad, ha estado presente con toda contundencia.

Lo que ocurre en este momento en el continente, es que todas las poblaciones están de algún modo levantadas. Las poblaciones afro luchan porque las expulsan de sus tierras o impiden que mantengan sus tradiciones; los indígenas, porque los desplazan de sus lugares de origen…

…les expropian los recursos de sus tierras y los juzgan por terrorismo…

…para colmo. De modo que hay mestizajes y rebeliones de todo tipo en este continente. Los mestizajes no son solo el producto del indio y el español, son una mezcla abigarrada, múltiple, que conforma lo que hoy son los pueblos americanos. Y todos están en rebeldía. Incluso, aquellos que son mezcla cultural de indio y de negro -porque no es necesariamente biológica-, por los dos lados tienen cosas ante las que deben responder. Así nos va pasando a todos.

Preservamos todavía esa rabia de la conquista. Eso no se nos ha quitado en el continente. Incluso, es algo muy particular porque hasta parte de la gente que no tiene sangre indígena directamente, lo siente de algún modo. La conquista se ha repetido muchas veces en América: sucedió hace algo más de 500 años, pero luego ha vuelto a ocurrir en diferentes momentos de nuestra historia. El pueblo participa en la lucha por la independencia y al final queda fuera del pastel. El coloniaje es permanente en la historia de nuestros pueblos y por eso constantemente estamos sublevados: a veces más callados; otras, más expansivos.

Como la dominación misma…

No todos los momentos son de enfrentamiento a las claras. Hay espacios de construcción interna, de trabajo casi en lo cotidiano, de reforzamiento de identidades. A veces no son procesos muy visibles en la escena pública y, sin embargo, están ocurriendo todo el tiempo. La dominación tiene mecanismos muy escandalosos; pero los más peligrosos son los que van rastreando, metiéndose por todos los resquicios que encuentran para corroer las estructuras comunitarias o penetrar las mentalidades. La resistencia lo ha entendido; pero la dominación tiene muy claro que el problema es la mentalidad. Lo que tienen que hacer no es dominar físicamente a una persona, sino la tienen que convencer de qué es lo mejor posible.

Desde 2008, sin embargo, el ritmo de la dominación se viene acelerando, especialmente el despliegue militar. ¿Con qué cartas se está apostando hoy la dominación de América Latina?

Hoy tiene muchas cartas; pero especialmente en el plano militar se han quitado los antifaces. En 1998 se produjo un cambio en los asuntos  militares y se pasó el eje del mercado a lo militar. Las cúpulas del poder se dieron cuenta de que los mecanismos del mercado, por sí solos, no bastaban: las resistencias en América Latina estaban desatadas. En 1994 se rebelaron los zapatistas “contra el neoliberalismo”, y a partir de ahí se produjo un desencadenamiento de eventos similares por todos lados: el continente estuvo levantado. Fueron calificados de revueltas callejeras, pero fue un momento muy serio de visibilidad de esos movimientos. Luego, algunos volvieron a sus espacios de invisibilidad; pero se lograron manifestar de una manera bastante organizada contra las políticas económicas de la dominación. Ahí se pasa del todo el eje hacia lo militar.

Pero estamos de acuerdo con que a partir de 2008, dentro de ese viraje, hay un punto de inflexiones y todo el proceso de militarización se ha acelerado mucho más. El momento exacto de este nuevo despliegue lo ubico en Sucumbíos -cuando el ataque, supuestamente, de Colombia a Ecuador-, pero técnicamente está probado que no lo pudo haber hecho Colombia sin el apoyo de EE.UU., a través de la base de Manta. Es el momento en que se intenta colocar la idea de “guerra preventiva” desde plataformas externas a EE.UU. Esto no quiere decir que fuera algo aceptado por el mundo, pero se impuso. Se erigieron como los gendarmes a nivel global. Sin embargo, con Sucumbíos, esa idea de “guerra preventiva” se traslada a un segundo nivel: en el Oriente Medio, Israel; en América, Colombia.

A partir de ahí, hay que seguir la evolución: es el momento en el que  empiezan a intentar contrarrestar las articulaciones, proyectos y procesos de integración que se habían ido constituyendo, al margen de su control: ALBA, PETROCARIBE, Banco del Sur… una serie de iniciativas contrahegemónicas que logran impedir el avance del ALCA. Para los EE.UU. era una llamada de alerta. Había un foco rojo en el continente.

Así empieza una dinámica de recuperación de hegemonías. Algunos mecanismos parecen inconexos porque son de diferentes tipos, en general, son proyectos de desestabilización de los gobiernos.

La militarización no siempre se viste de verdeolivo…

A veces se viste de ayuda humanitaria y va a Haití: eso es perverso. También se viste de blanco y marcha por las calles de Cuba. Es parte de estas estrategias de control de poblaciones, de establecimiento de nuevas reglas del juego. Les llamo “capas de la militarización”: jurídica, mediática, propiamente militar…

Usted suele decir: “la guerra es cosa de ellos, lo nuestro es la paz”. Precisamente, hace unas décadas, la vía que se percibía como la de mayores posibilidades para la superación del orden social capitalista era la lucha armada; pero hoy parecería cuestión de elecciones. ¿Cómo valora este momento político latinoamericano? ¿Quiénes se perfilan como sujetos del cambio?

El panorama es bien diverso: en algunos casos, las elecciones nos han permitido avanzar en ciertas cosas; en otros, las elecciones no han dado posibilidades. Vengo de México, acostumbrada a que jamás allí ha sido posible algo por la vía electoral. Es un país donde la práctica política impide elecciones limpias: es una práctica viciada. En un caso así, entonces, el instrumento no parecen ser las elecciones. Incluso, fijémonos en un caso como el de Bolivia: las elecciones pudieron concretarse a favor de la izquierda porque había un movimiento social que se había organizado para ello, un movimiento social muy fuerte y definido que se había ido consolidando. Es un mosaico de vías e instrumentos: en unos casos, electorales; en otros, de conquistas a más largo plazo.

Lo que está claro, no obstante, es que el proyecto perfilado como alternativa es de alternativa sistémica, ya no de alternativa dentro del mismo sistema. Se privilegia no la destrucción, sino la construcción de un régimen que marche sobre otras bases. Hoy no hablamos de voltear la tortilla, porque nos hemos dado cuenta de que sigue siendo tortilla por cualquiera de las caras. Lo que hoy surge en el Cono Sur como el “vivir bien” es la idea de que no basta con modificar las relaciones políticas, hay que modificar todas las relaciones. Esta pudiera ser entendida como una propuesta bucólica, pero en realidad su fuerza radica en que es profundamente política, de construcción real.

Para ese “mosaico” de vías, ¿contamos con un pensamiento social capaz de dar cuenta de su marcha?

También lo estamos construyendo. Nunca está la teoría, sino que los procesos históricos la van edificando. Hemos saltado las barreras de movernos en torno a teorías preconcebidas por la modernidad occidental, capitalista, para concebir nuevas teorizaciones. Las inspiraciones son variadas, pero empiezan por pensar la reproducción de la vida en todas las esferas coordinadas, sin separar política de economía, producción de reproducción. Es una teoría que emana de la praxis.

La escisión entre los sujetos sociales al cambio y los centros académicos ha sido un talón de Aquiles en la historia de las luchas de la izquierda continental. Por un lado, la Academia ha asumido como supuesto patrimonio la función de “conciencia crítica” del movimiento popular; por otro, ha lastimado mucho la tendencia de algunos movimientos a un cierto antintelectualismo…

Eso también está cambiando mucho, por fortuna. La teorización se está haciendo desde cualquier lugar: se construye desde el pensamiento y desde la realidad. Tenemos movimientos indígenas que no pueden ser fácilmente teorizados por la Academia. Históricamente, no ha podido comprenderlos, al menos de la manera en que esta ha formalizado sus modos de acercamiento. Tampoco es que el antintelectualismo sea el camino, desde el otro lado: lo importante es que se ha ido creando un nuevo tipo de relación entre los intelectuales y los movimientos. Hay muchos intelectuales que están caminando junto con los movimientos y, desde sus prácticas, están desarrollando la teoría como parte del proceso mismo; es parte también de la rebelión.

Nadie dudará que los latinoamericanos estamos cada vez más atentos, más alertas a lo que sucede en los países del continente. ¿Qué pasa si solo tenemos -o conocemos- CNN? ¿Están los medios alternativos del continente en capacidad de garantizar un contrapeso?

Como dos polos, tenemos hoy a CNN y TeleSur, por ejemplo. Pero más que eso, tiene que ver con el gran público; es importante atender a otros instrumentos valiosísimos que antes no teníamos. Cuando los zapatistas se levantaron, la gente decía que era una revolución mediática: era y no era, eran las dos cosas; pero a partir de ahí el uso de Internet, especialmente, ha sido fundamental. Y es contradictorio: fue inventada por el Pentágono, pero se le hizo tan grande y la sociedad la hizo tan suya que terminó sirviendo de un lado y de otro.

Hoy, el panorama es alentador en ese sentido. Se ven movimientos indígenas en lugares recónditos que están conectados, transmiten y socializan sus denuncias. La gente así está atenta. Pero hay también mucha contrainformación en la red y hay que tener criterios para evaluar lo que es auténtico y lo que no. Es un reto que concierne también a nuestros medios alternativos: tienen que lanzarse, tienen que superarse. No obstante, es un hecho que los medios alternativos han crecido y se han ido articulando. Resultado: somos un continente que se conoce a sí mismo, somos pueblos que se conocen. Así la resistencia es mucho más eficaz en todos los sentidos. Pero aún se puede hacer muchísimo.

Sé que usted ha hecho de los mapas un recurso extraordinario para el trabajo en el Observatorio, además de una afición personal. Si le pidiera ahora mismo que cartografiase la contrahegemonía en el continente, ¿dónde ubicaría los centros más activos de resistencia? ¿Tendríamos un faro como lo fue hace 50 años la Revolución Cubana?

Te confieso que ya hice ese mapa.

[Ríe]

518 años y otra América posible

518 años y otra América posible

Este 12 de octubre se conmemoran 518 años de la llegada de Cristóbal Colón a las tierras de este hemisferio. Llamadas por ellos Las Indias, el Nuevo Mundo y de otras maneras, lo cierto es que a la vuelta de más de medio milenio hasta el origen de Colón está en discusión, a pesar de existir estudios dignos de atención.
Todavía se celebra la fecha, fundamentalmente en España y algunos otros países, como Día de la Hispanidad, bien entendido si lo que festejan es, desde el punto de vista europeo, la irrupción violenta y usurpación de vastos territorios con un desarrollo cultural autóctono y diferente, en muchos casos superior al de los mismos vencedores. Diría que Día del inicio de una “iberización” forzosa porque, primero España y luego Portugal llegaron para imponer sus costumbres, creencias, y cultura, siempre a favor de los conquistadores y so pretexto de la cristianización. En triste paradoja se dieron la mano los arcabuces, espadas y hogueras bajo el disimulado pretexto de inculcar la fe cristiana a los antiguos pobladores de esta otra realidad que otrora fue tan rico como diversa. Una cristianización ajena a los propósitos expresos del propio credo.
Desde el punto de vista europeo pudiera llamársele “descubrimiento”; si nos mantenemos equidistantes, tal vez, encuentro de culturas; una mirada más directa y libre de ambages nos llevaría a considerar el acontecimiento una inequívoca “colisión”. Evidentemente fue un choque, impacto que con toda crudeza arrasó gran parte de la riqueza y sabiduría de los pueblos de Mesoamérica donde se habían desarrollado, entre varias, tres culturas grandiosas.
La empresa colonizadora fue excluyente con toda la fuerza genocida que la caracterizó. Sobre cada templo indígena se construyó una iglesia. En la ciudad de Puebla, por ejemplo, dicen que del antiguo Teocali de Cholula se sabe cuántos adoratorios hubo si se cuentan los templos edificados sobre cada uno de ellos. Los códices, verdaderos testimonios documentales de la historia, costumbres y creencias aztecas fueron en su mayor parte incinerados al estimárseles heréticos por el tribunal de la Inquisición. Herejía imputada a una cultura desconocedora del credo venido de tan lejos.
Esclavitud y exterminio diezmaron parte considerable de las poblaciones indígenas en América; algunos asimilaron la imposición foránea, mientras otros optaron por aislarse. El indígena americano, más exacto el aborigen, empezó a ser un paria en su propia tierra tanto como los negros africanos traídos en la humillante condición de esclavos.
Esa historia inenarrable por su crueldad, en cambio, arrojó como todo acontecimiento realidades no premeditadas ni esperadas por quienes la propiciaron. Casi desde los albores comenzó el proceso de mestizaje que desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia dio paso a una nueva identidad cultural. Los hijos e hijas de los conquistadores eran, curiosamente, hijos e hijas de los conquistados. Aludiendo a Marx, cuando se refirió a la India, en el caso de América la conquista, colonización y esclavitud fueron el instrumento inconsciente de  la Historia en la formación de la cultura latinoamericana; esencia y presencia que nació y existe hoy a pesar de todo.
Somos la síntesis del mestizaje entre Europa, la América autóctona – llamémosla así porque hasta el nombre le fue impuesto – y el África martirizada por los grilletes y el látigo. En el caso de las antiguas colonias de España, hablamos el castellano y en esa lengua de la que sentimos orgullo se escribieron los más ricos frutos de nuestro pensamiento. El inca Garcilaso de la Vega – de padre español y madre indígena – escribió en castellano sus Comentarios Reales. Y como nuestra es la lengua de Cervantes, propia lo es también la del Popol Vuh centroamericano y el quechua compartido por pueblos de la América del Sur como Perú y Bolivia. Tan nuestras las ideas de la Ilustración y las creencias cristianas, como los ancestrales tesoros heredados del África subsahariana.
En resumen no somos españoles ni africanos, y en buena medida amplios conglomerados humanos mantienen su identidad aborigen. Ellos también son América, ellos también son cultura de la nuestra. Sus ropas, aunque tradicionales, otrora confeccionadas con el telar de cintura, desde hace mucho lo son con el telar de pedales traído de Europa.
Otra América posible equivale a la mestiza, la de madre india o negra, mezclados todos con padres europeos y asiáticos. Es esa nueva América que todavía germina en su desarrollo integrador; es la entidad no acabada, sin su concluyente perfil, por habérsele truncado durante siglos la completa simbiosis de sus sangres.
Negar la herencia indígena o africana para únicamente alabar la hispánica, equivale a reverenciar al padre y esconder o renegar de la madre en cuyo vientre comenzó a latir nuestra existencia. Pienso que el 12 de octubre, de la mejor manera, es el aniversario de la llegada de Colón a un territorio geográfico pluricultural donde se injertó una nueva esencia humana.
No se trata de anatematizar la fecha, sino de interpretar su significado verdadero. Sin ella, a pesar de la sangre y el dolor, no existiría nuestra riqueza cultural y lingüística. Lo que cuenta es que no somos la “hispanidad”. Somos, en todo caso, “latinoamericanidad”, increíblemente aún gérmenes de esa otra América posible que nos incluye, sin excepción, a todos.  

Simón Bolívar, su natalicio y la obra inconclusa en América

Simón Bolívar, su natalicio y la obra inconclusa en América

Hace doscientos veintisiete años, el 24 de julio de 1783, vio la luz en Caracas Simón José Antonio de la Trinidad Bolívar, quien años más tarde se convirtió en el hombre de pensamiento profundo y temple aguerrido en el combate: Simón Bolívar, El Libertador.
Más de dos siglos transcurridos, y a Bolívar mucho le queda por hacer en estas tierras. Su sueño emancipador, que supo con creces materializar en la tribuna como en el campo de batalla, sigue siendo inspiración y razón por la que muchos latinoamericanos dignos consagran fuerzas y existencia para continuarlo.
De Bolívar se ha escrito y dicho por todas partes y en todos los tiempos. Una antigua imagen edulcorada, aunque ciertamente bravía, nos enseñaban en la escuela hace décadas, mientras las realidades contradecían la esencia de sus más agudos y profundos postulados. No faltaron quienes llenaran de imprecaciones su memoria al tiempo que otros, tal vez menos crueles e implacables, acusaron su ideario de sana utopía. Permanecía irredenta, a la espera de un nuevo y definitivo despertar, la América que bajo la sombra de su sagrado nombre yacía semi-inmóvil en el letargo de la espera.
Pero hace unos cuantos años Bolívar, a través de su ideario e interpretado en su justa dimensión por los seguidores de hoy, comenzó a cabalgar por llanos y montañas del continente y las Antillas para consumar la obra que la incomprensión y el egoísmo de otros hiciera retrasar. A pesar de sus detractores, el tiempo le dio la razón; es por eso que hoy renace en pensamientos y acciones para concluir la emancipación de estas tierras desangradas y dolidas.
Su persona es para los latinoamericanos síntesis de identidad, por ello, con razón escribiría Antonio Núñez Jiménez: “Simón, por su cuna mecida entre los Andes venezolanos y el Mar Caribe, por sus raíces étnicas, vascas y africanas, es un símbolo de Nuestra América, crisol de razas entrelazadas por el drama de la colonización, la esclavitud y las luchas entre explotadores y explotados”. (1) Quien no lo entiende así, difícilmente comprenderá la realidad latinoamericana de ayer y de hoy.
Los actuales procesos políticos que tienen lugar en varios países de América Latina son, obviamente, inspirados en el ideal libertario e integrador del Libertador. Para el pensamiento de Bolívar siempre fue una América continental e insular unida, la solución de los viejos lastres arrastrados por el colonialismo y el intercambio desigual entre las viejas colonias, intencionalmente divididas para que sobre ellas se ejerciera mayor control.
La proyección integradora de Bolívar fue manifestada por él mismo, en 1819 en el Discurso de Angostura, durante la inauguración del Congreso de Venezuela. En la ocasión expresó: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de Africa y de América que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter”. (2) Tal afirmación de la realidad venezolana es perfectamente aplicable al resto de las antiguas colonias de España en este hemisferio: territorios con identidades culturales idénticas – o muy parecidas entre sí – que sustentan el propósito de la unidad. Más adelante añadió refiriéndose a “…la difícil ciencia de crear y conservar con leyes propias, justas y legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien instituye”. (3)
Las anteriores afirmaciones ratifican la necesidad de América Latina en la búsqueda de formas autóctonas, conforme a su naturaleza, sin la importación o copia de modelos foráneos, aunque sí conociendo y reconociendo cuanto de bueno ha avanzado la civilización en el campo de las libertades y los derechos, pues los hay que por su universalidad, sentido humanitario y probidad científica son aplicables a cualquier circunstancia histórica.
Copiar a Bolívar al pie de la letra, sería la forma más incongruente de continuar su obra. Cada ser humano, y pueblo en su conjunto, es hombre (o mujer) de su tiempo y, como tales, cada época les aporta sus signos y prioridades que con sabiduría y madurez deben ser capaces de interpretar para no errar el camino.
Los de su tiempo, quienes hacen en su momento lo que ese instante precisa que hagan, son la gente de todos los tiempos; son los seres que se proyectan hacia la universalidad. José Martí, quien admiró y amó a Bolívar como un hijo a su padre, llegó a decir: “¿A dónde irá Bolívar?... ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente en lava blanda, dio Bolívar a las ideas madres de América! ¿A dónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad!”. (4)
Bolívar renace en el paisaje latinoamericano con esa visión martiana, esencialmente emancipadora y revolucionaria. Así de él también dijo el gran visionario cubano: “…Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; ¡porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”. (5)

NOTAS:

(1)    Nuestra América, Antonio Núñez Jiménez, Editorial Pueblo y Educación, Instituto Cubano del Libro, 1999 p.245
(2)    Bolívar y los valores republicanos, (Fragmentos del Discurso de Angostura) El Correo de la UNESCO, junio 1989 p.35
(3)    Ídem., p.35
(4)    José Martí, “Simón Bolívar”, discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893. Obras Escogidas, Editorial Aguilar, 1953, p.1148
(5)    Ídem., p.1143

Venezuela: Música y Tradición

Venezuela: Música y Tradición

En febrero de este mismo año publiqué mi trabajo ENTRE JOROPOS Y LLANERAS, MÚSICA DE VENEZUELA. Tiempo atrás lo había colocado en otras páginas con enorme aceptación y múltiples opiniones, todas estimulantes, por eso decidí  ponerlo en esta Blog. Mi sorpresa fue mayor cuando leí la opinión de un ciberlector cuyo testimonio constituye un aporte interesante. Por lo enriquecedor y bien documentado, es que decidí publicarlo  íntegramente.

OPINIÓN DE ERIC MARIO HERNÁNDEZ

Trabajando de médico con una delegación en el XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes, anunciaron a Amado Lovera y su grupo en un acto político cultural. Me acerqué a una de las voluntarias venezolanas que atendían a las delegaciones y le pregunté -¿Por casualidad ese que se anuncia es Uña de Oro?- al contestar afirmando le pedí me ayudara a ver al artista. La joven muy dispuesta regresó acompañada de un señor alto vestido de blanco que peinaba canas.
Fue por el año 1994 cuando mi primo me habló del disco. Recuerdo que le llamaba la atención el arpa y la letra de las canciones. La discoteca sumada a la salsa cubana y algo de reagee era nuestra música del momento. Pero la mezcla de aquel timbre de voz y el fondo del raro instrumento nos cautivaron. En poco tiempo me aprendí los temas. Disfrutaba mucho viendo a mi tío rasgando las cuerdas del aire en un arpa imaginaria mientras se escuchaba en aquel viejo tocadiscos la melodía de Moliendo Café. Y hasta una de mis novias me escuchó cantarle varias veces con mis pocas habilidades -Nunca sabré como tu alma ha encendido mi nochee…, sin nunca saber ella de donde había sacado esa canción.
Aunque el tocadiscos no duró mucho, por algún extraño motivo guardé el disco todos estos años. Creo que me llamaba la atención el seudónimo de Uña de Oro, porque realmente imaginaba unas manos prodigiosas para sacarle a ese instrumento tanta maravilla. Y hasta en otro momento pensé cantar los temas de Mario Suárez en mis frustradas intenciones de guitarrista que no llegaron más allá de un mes de intento.
Aquella noche Amado me saludó como si me conociera de años. Me preguntó que tiempo llevaba en Venezuela y le conté todo lo relacionado con la historia de aquel disco. Me presentó a su esposa y conocí a su hijo pequeño. Y la gran sorpresa fue cuando descubrí que vive en la comunidad de la que soy médico hace un mes, después de haber sido trasladado de mi antigua ubicación.
Pasó algún tiempo, pero un día al salir de la casa de cultura municipal lo veo parado fuera. Al acercarme a saludarlo llamándome por mi nombre me dice -Espera acá que te voy a sorprender-
Apenas llegaba a mi hombro pero su sonrisa era más grande que yo. -Te presento a un amigo cubano- le dijo Amado, y esta última palabra bastó para que Mario Suárez me saludara con inmenso afecto. Tarareó la letra de Nunca Sabré al mismo tiempo que reía cuando yo continuaba la estrofa. Una avalancha de recuerdos y frases de elogio a mi país y su cultura cayeron sobre mi cabeza. Me habló de las 17 veces que estuvo en la Habana, de sus tres números en el primer lugar de la radio, del inmenso placer que sintió cuando le preguntaron a Fidel en la década de los 60 la fecha de una posible invasión a la Isla y respondió –Como dice ese cantante de moda ¡Nunca sabré!-.
Los ojos le brillaban contándome su primer encuentro con el maestro Lecuona. Aun se veía impresionado por la grandeza del teatro América cuando este lo acompañaba con un piano blanco mientras Adolfo Guzmán dirigía la orquesta y el cantaba María la Ö. Pero su mayor recuerdo es un viejo cassete de cinta del que no se separa. Guardado en la guantera de su carro viví la oportunidad de escuchar lo que dice no cambia por todo el dinero del mundo. –Te voy a hacer llorar- me dijo, mientras la voz de Manolo Alvarez Mera junto al piano de Lecuona se escucharon cantándole a Cuba en medio del parqueo de la institución cultural. Su emoción cada vez mas evidente llegó al tope cuando gritó -¡Esa era la mejor voz del mundo, es mejor que Plácido Domingo!-
Me costó controlar la emoción que sentí. Casi una hora conversamos, y el único tema fue Cuba y su cultura. Mario Suárez resultó ser una persona muy humilde igual que Amado y no ocultó los deseos inmensos de visitar nuevamente mi tierra. Me despedí muy complacido del momento mientras me daba las gracias por recordarle buenos tiempos. Al alejarme pensé en las cosas que te depara la vida. Si en aquellos años en que escuchaba el disco junto al arpista frustrado que resultó mi tío me hubiesen preguntado si esperaba conocer a Mario Suárez y a Amado Lovera (Uña de Oro), un NO habría sido la respuesta obligada, sin embargo, la respuesta precisamente estaba en aquella voz y el arpa que salían de un viejo tocadiscos diciéndome Nunca Sabré.

 

 

El hombre de La Edad de Oro

El hombre de La Edad de Oro

 Exhibo con orgullo la portada de este libro. Desaliñada por el paso del tiempo y el uso continuado – para eso son los buenos libros – la contemplo hoy, a la vuelta de cuarenta y siete años más hermosa que nunca; incluso más que aquel lejano día cuando uno de mis tíos me lo trajo como regalo que hoy le agradezco como nunca antes porque con apenas diez años, a veces no se puede estimar el valor de un buen libro. Es la etapa de jugar, vivir despreocupados de muchas cosas que nos rodean, excepto del afecto filial - ¡del que disfruté abundantemente! – y sólo al pendiente de la escuela, las tareas, el rato de jugar y ese instante, casi ritual, de sentarnos a la mesa para degustar el diario sustento. 
Este libro data de 1962, editado por la Editora Juvenil de la Imprenta Nacional de Cuba. Son reiteradas las nuevas ediciones del Instituto Cubano de Libro para que todas las generaciones de infantes accedan a él. De aquel tiempo recuerdo que nuestra radio cubana ya tenía espacios dedicados a los más pequeños de la casa. Baste mencionar que en horario vespertino Radio Rebelde transmitía Biblioteca Infantil - con seriados de grandes clásicos de la literatura para los más pequeños - y Los Niños, el Cuento y sus Canciones, con la impar Gina Cabrera encarnando al Hada de la Brisa en su Casa de los Diez Cascabeles. Estos espacios incluyeron los cuentos aparecidos en La Edad de Oro, algo retomado en programas posteriores. 
Gracias a La Edad de Oro fui llevado de la mano del Apóstol a lugares sorprendentes y exóticos. Visité aztecas, mayas e incas; cabalgué junto al cura Miguel Hidalgo a través del bajío mexicano; crucé los llanos de Venezuela acompañando a Bolívar y me vi junto con San Martín frente a las heladas cumbres andinas. 
Con Martí aprendí de la cultura griega y avancé en el conocimiento de la delicadeza y el patriotismo del pueblo chino. ¡Y qué decir de la indómita Indochina! Con su dote visionaria y en exclusiva para los niños de todos los tiempos, Martí alertó de cuánto tendrían que luchar los anamitas para alcanzar su independencia. 
Ternura, valores humanos, patriotismo y sentido de la universalidad evidenciados en cuatro revistas publicadas en Nueva York entre julio y octubre de 1889, hace ya 120 años, hoy compendiadas como un solo libro. A casi medio siglo de haberme principiado en su lectura, le hallo nuevas aristas de contenido y percibo circunstancias que entonces marcaban el ánimo de su autor. Caigo en la cuenta de que fueron años de soledad para el más brillante de todos los cubanos, tiempos de abandono marcados por la incomprensión de no pocos. Por eso se refugió en los más pequeños de América – los de ayer y los de hoy – para contarles historias capaces de transformar a niños y niñas en seres más comprometidos con el sentido que tiene existir y vivir. 
Ya pasó más de un siglo y las nuevas tecnologías exponen - ¡también imponen! – personajes increíbles que juegan con el cosmos y hacen justicia a su modo para que triunfe “el bien” sobre “el mal”. La televisión, los videos, DVD, y las computadoras, como ésta de la que me sirvo para escribir, maravillan con lo inmediato y emocional, pero muchas veces también efímero.  
Para vencer la prueba del tiempo ¡ahí está La Edad de Oro!, esperando que todos los niños de América la lean – o que lo hagan mamá, papá o los abuelitos y abuelitas – para enterarlos de las bellezas interiores del ser humano y de cada cultura; para que los más pequeños incorporen a sus vidas valores por los que hoy sigue luchando tanta gente honrada en América y en todo el mundo; para que sepan cómo el trabajo ennoblece y es un ingrediente de primer orden para ascender en la escala humana. 
Martí proclamó que los niños - y las niñas - son los que saben querer y son la esperanza del mundo. Sobre ellos descansa el mundo futuro, pues siempre lo hay, que no será posible sin ingredientes tales como el conocimiento, la solidaridad, la ternura y el amor a toda la Naturaleza. 
Verdades que tuve la suerte de conocer hace más de cuarenta años cuando por primera vez leí la obra de Martí dedicada a los niños. Desde entonces – como adulto y como el niño que aun late en mí – me enorgullece afirmar que el hombre de La Edad de Oro ¡es mi amigo!