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Escribir es una forma de locura

Escribir es una forma de locura

¿Neurosis obsesiva-compulsiva? ¿Paranoia? ¿Descarga emocional? ¿Impulso onírico? Perdónenme, no sé cómo definir esa estampida  que me lanza de un tirón ante el teclado para dejar mi cerebro casi vació, como cuando se agarra a una persona por los talones sacudiéndola cabeza abajo, hasta que caen al suelo los últimos centavos que le quedan en los bolsillos.
No dudo en creer que el acto de escribir cubra una necesidad interior y cuando la idea ya está en sazón empieza uno a sentir cómo el oleaje lo empuja.  Así es, y que nadie piense que la prosa es sólo inspiración – existe algo  de ella, pero en la más ínfima proporción - porque ante todo hay que motivarse con una realidad vivencial, y es que ese impulso prístino exige meditar, reflexionar, ¡mucho de vida!, - se trata de nervios, sangre y músculos  contraídos - una que otra consulta y otra más, horas de mente en blanco cuando parece que todo lo sentido un momento antes fue como atrapar el viento,  pues al ir voluntariosamente a escribir no sale nada, lo mismo que cuando el conductor  se sienta ante el volante y por falta de combustible el auto no responde. ¡Qué angustia! Eso me recuerda el libro de poemas del boliviano Pedro Shimose: “Quiero escribir, pero me sale espuma”. Cuidado con eso, porque las neuronas están detenidas por la luz roja del intelecto; no las presiones, lo que entonces sale es materia inútil que casi siempre paraliza el quehacer.  
Al fin… ¡escribí! ¡Qué maravilla! Lo leo y me siento todo un titán, pero… al siguiente día… En esto hay que ser sincero con uno mismo: cuando engaveto y vuelvo a leer, la mayoría de las veces me domina la tristeza, al extremo de preguntarme cómo he sido tan iluso de creerme escritor.  Dicen los consagrados que a ellos les pasa lo mismo -¡vaya, eso es un consuelo si de algo sirve! - y puede que sea lo único en que me les parezco, aunque sea como simple caricatura. Leo, releo, recontraleo y empiezo a ver cuánta superfluidad fui capaz de embutirle al texto, ¡y que no se ría si quien lee también escribe!, puede que alguna vez lo haya hecho peor. Nada tan fatuo como creerse la estrella del show en la peliaguda profesión de escribir, ¡o al menos en su intento!   
¡Pobre de quienes con un poco de rimbomba escriben y de la primera vez se consideran merecedores de un Nobel o un Pulitzer! Mejor es ponerse por jornadas a “pulir” lo escrito, no sea que nuestros amados papeles paren al basurero tras un indeseable final higiénico y nadie más los recuerde.   
Escribir…, sea como periodista o escritor… ¿dónde radica la diferencia? ¿Existe? ¡No me llamo a engaños! Un buen periodista porta en sus neuronas el ADN de un buen escritor, ¡y al revés! Evito eso de “viceversa”… ¡lo usa tanta gente…! Periodismo y literatura son, ante todo, vida vivida, y ¡qué preciosa redundancia esa!, porque es la vida propia que se “vive” y metaboliza recuerdos renacidos más tarde en la grafía. Un buen periodista de géneros aporta y, si no lo hace, entonces lo que hace ¡poco importa! La trascendencia del género es una auténtica transpiración de lo real a lo interior devuelto poco después, una especie de metamorfosis donde se mezcla la realidad, lo onírico y lo imaginativo. El periodismo en su mejor categoría es aquel dotado de formas expresivas novedosas, únicas, retomadas alguna vez, atrevidas siempre y muy caprichosas. Un periodista literario es, en esencia, un neologista. Si no es así, mejor que levante actas en el rincón del aburrimiento y la autocomplacencia. El periodista literario no debiera ser jamás un cronologista, muy distante de cronista, y de esto pudiera escribir más en otro momento.  El cronologista enumera mientras que el cronista pone en movimiento  vital todo cuanto le circunda, ve y vive.    
No los canso más. Puede que discrepen y eso es bueno; mas... luego de tanto empastelar  ideas repito que para mí escribir será siempre una forma de locura… ¡sublime locura! Y que sobreabunde hasta el hartazgo, pues sin ella no sabría cómo vivir.

1 comentario

Sergio Acosta -

Pero que locura es esta Alfonso, me has puesto a pensar mucho y a activar las pocas neuronas que me quedan, a estas horas de la noche, pero como estoy pensando esta noche en Cienfuegos antes de irme a la cama no podia dejar de mirar tu blog, y encontrar entonces esta locura. Escribir es pensar, aunque no siempre se escribe lo que se piensa, y no hay diferencia como dices tu entre periodista o escritor, porque al fin y al cabo cuando el periodista no "roba" lo que dice un escritor, el escritor le toma prestados los pensamientos o las ideas a los periodistas, en fin UNO para Todos y TODOS para Uno..Felicidades por tu escrito me volviste loco en el buen sentido de la palabra. Sergio desde Holanda