¡Oriéntame, dame un Norte!
Con una célebre teoría, el alemán Albert Einstein nos persuadió de que todo es relativo. Por eso cualquier concepto, fenómeno y realidad física o mental requiere de un referente para ser debidamente calificado, y aun así nos quedamos cortos porque esa “calificación” también resulta relativa, ya que parte de nuestros propios condicionamientos. Hace días que me ronda por la mente la duda, y es por eso que intento escribir sobre esto.
Sé muy bien lo lícito que es decir “al Sur del Norte” como “al Norte del Sur”, y otro tanto sucede con los puntos Este y Oeste, calificados también como Oriente y Occidente, Naciente y Poniente. Lo que sí me llama la atención es eso de… “oriéntame”, “dame un Norte”. Caramba, ¿por qué a nadie se le ocurre decir: “occidéntame”, “céntrame”, “dame un Sur”, “dame un Este”, “dame un Oeste”? ¿No se trata acaso, de una discriminación con los demás puntos cardinales, o será que quien escribe ha perdido los sesos? En otro caso pudiera ser cuestión de geopolítica, debido a la consabida preeminencia del Norte sobre el Sur, algo que afortunadamente va arrinconándose en los anaqueles empolvados de la historia. Mario Benedetti expresó poéticamente que “el Sur también existe”, y al eminente uruguayo le sobraron razones. Nadie miraba para acá, hasta que por fin nos pusimos en pie y alzamos la voz a gritos porque merecemos un lugar en la civilización y ese derecho, apelando a Martí, “no se mendiga, ¡se arranca!”.
Dejando de lado las connotaciones geopolíticas, filosóficas y demás, no sé ustedes, pero a mí me parece que esas expresiones “aclichesadas” - ¡anótenme ese neologismo, que no soy de los “corta y pega”! – tienen que ver con dos realidades: los comienzos de la navegación y la expansión del comercio. Pero vayamos por partes, ¡primero a lo primero! ¿estamos de acuerdo?
Lo del Norte, “dame un Norte”, pienso que antes del surgimiento de la navegación ya estaba en uso. Tomemos en cuenta la estrella Polar, que durante las noches sirve como guía a viajeros y navegantes para mantener el rumbo. ¡Y volvemos a Einstein!, pues todo es relativo y esa estrella, vista desde cualquier lugar del mundo en la noche - ¡si no hay nubes! – es la mejor guía práctica de todos los tiempos. Las primeras migraciones, y afirmaría que todos los asentamientos geográficos en los albores de la civilización, se realizaron gracias a la ubicación de la estrella Polar en un punto ¡¿fijo?! de la bóveda celeste.
¿Y lo de “oriéntame”? En este caso, estimulando las sinapsis de mi sesera, apelo a la imaginación, que no por subjetiva resulta a veces iluminadora. El asunto hay que verlo con una óptica eurocentrista, como hubo de ocurrirle a la gente del Medioevo al Renacimiento. ¿Hacia dónde se dirigía el comercio de la primitiva Europa? ¡Hacia el Oriente! Fue cuando se hizo camino con las llamadas rutas de la seda y de las especias. ¿Hacia dónde irían aquellos mercaderes europeos? Por supuesto, en esa dirección, buscando el Naciente. Incluso Cristóbal Colón en 1492, cuando emprendió viaje, lo hizo con la esperanza de encontrar un nuevo camino a las Indias. El célebre Almirante puso proa al Occidente nada menos que para encontrar el Oriente. De ahí su error cuando denominó "indios" a los aborígenes del Nuevo Mundo,término del todo disparatado.
Antes que Colón, el veneciano Marco Polo (1254 – 1324) recorrió un camino al Oriente a través del actual Uzbekistán hasta el imperio de los mogoles, la India y China. Aquella travesía significó mucho para Europa que, gracias a la sabiduría oriental, incorporó adelantos, usos y costumbres concebidos como propios por nosotros mismos, latinoamericanos que aparecimos siglos más tarde como síntesis etno-cultural de estas tierras.
Cuando Colón llegó al Nuevo Mundo se auxilió de la brújula, de la cual los chinos, en el siglo X, ya tenían su propia versión. No haya duda de que Colón tuvo, de vez en cuando, que buscar “su Norte” para “orientarse” durante la histórica travesía.
Nuestro idioma es tan pródigo que, probablemente, eso de “orientarse” constituya un préstamo de la usanza de entonces para moverse de un lado a otro guiados por el lugar donde aparece el Sol cada mañana. Pasado el tiempo, “orientarse” significa lo mismo buscar el rumbo geográfico, el afán de conocer a fondo acerca de algo y hasta pedir un buen consejo.
Me resta exhortarles a meditar sobre el tema, pues quizá alguien entre ustedes pueda aportar algo más, lo que me hará sentir satisfecho por haber dado a conocer esta inquietud que estimula mi curiosidad, aunque... para razonar "oriéntense", "no pierdan el norte" y recuerden que todo es relativo.
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