Arte textil mexicano (El sarape)
Estaba de visita en Durango cuando alguien llamó a la puerta de la casa donde me hospedaba. Era exacto el mediodía y en cuanto abrí me saludó un hombre de mediana edad; su motivo fue proponerme la compra de un sarape. Llevaba unos cuantos en su carretilla y me aseguraba que eran meros sarapes de Saltillo. No sé hasta qué punto fue cierto lo que me dijo, pero hoy, al recordar sus colores tan llamativos, siento no haberle comprado uno. El precio era aceptable y, aunque no he tenido interés en usarlo, sé que a mi esposa y a mí nos habría gustado ponerlo en cualquier lugar visible de nuestra casa en Cuba. Al fin y al cabo, el sarape es uno de los más fieles símbolos de la identidad mexicana y México es para nosotros una tierra tan querida como la nuestra.
El recuerdo de lo sucedido en Durango vino a mi mente al oír una canción donde se menciona tan popular indumentaria, y para desahogar en letras el ansia contenida por tenerlo, es que hoy escribo cuanto indagué acerca del típico atuendo.
Quienes visitan México por vez primera, esperan encontrar gente vestida de charro por todos lados, y a muchos otros portando un sarape encima del hombro. En el México de nuestros días no siempre es así, aunque en las plazas abundan mariachis listos para ofrecer alguna serenata, tradición sostenida a pesar del tiempo.
Si de sarapes escribo, debo expresar que es una vestimenta propia de la gente del campo. Tiene forma rectangular, se teje con lana o algodón y lo forman dos piezas unidas por una costura menos en el centro, para que quien se lo pone meta por ahí el cuello. A esa abertura le llaman bocamanga.
Un sarape mide dos metros de largo y su ancho supera el metro. Como abrigo, resulta útil. Algunas personas, en lugar de meter la cabeza por la bocamanga, se echan la pieza por un hombro y por encima del torso. Según la costumbre tiene varios usos, desde abrigo para protegerse en las noches muy frías, hasta como almohada o cobija, en caso de que haya que pasarse una noche a la intemperie. Muchos lo usan para cubrirse durante la lluvia, y otros no escatiman exhibirlo a modo de gabán o capote en las suertes charras.
El vocablo sarape deriva de una palabra indígena. La pieza actual es resultado de la combinación de unas mantas que otrora se usaban en varias localidades españolas, con la tilma o ayate, ésta una prenda masculina indígena de forma cuadrada que se pone sobre la espalda y queda sujetada a uno de los hombros.
En el año 2000 presencié una exposición de sarapes en la Escuela de la Música Mexicana del Gobierno del Estado de Durango, y allí alguien me comentó que los antiguos tlaxcaltecas fueron maestros incomparables en el tejido de sarapes, a los cuales imprimían decorados muy vistosos. Contemplar esas obras polícromas es un verdadero placer visual sin que importe la región de origen, ¡siempre y cuando sean auténticos de México! Deslumbra la manera como entretejen hilos de tantos colores y consiguen dibujos originales y caprichosos, siempre con motivos nacionales, muchas veces relacionados con la herencia indígena.
El sarape se extendió pronto a todo el territorio del actual México, y reemplazó otras costumbres en el vestir, a tal extremos que puede decirse que semejante joya textil es uno de los elementos más representativos de la mexicanidad.
Primero fue la gente del campo, pero no demoró en formar parte de la vestimenta de todas las capas sociales. Se le aprecia desde los pasados tiempos coloniales hasta nuestros días.
El charro, figura emblemática del varón mexicano, lo usa también aunque con algunos rasgos que lo diferencian de los sarapes más comunes
Y si de sarapes famosos se habla, entonces vale mencionar los de Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Oaxaca y, por supuesto, Tlaxcala. El famoso sarape de Saltillo, mencionado al principio, es originario del Estado de Coahuila. Tal vez su fama se debe a que fueron preferidos por comerciantes y revendedores que visitaban Saltillo para adquirirlos al por mayor y luego mercadear con elllos en otras partes de México, casi siempre durante las ferias. Es obvia la belleza de los sarapes confeccionados en Saltillo pero, a decir verdad, los de Zacatecas nada tienen que envidiarles a pesar de no haber alcanzado tanta celebridad.
Luego de esta breve historia pudiera imaginar que ustedes, como yo, coincidan en la torpeza que cometí al no comprar aquel que me ofrecieron a tan buen precio. Si tuviera una nueva oportunidad, les garantizo que volveré a casa orgulloso con un sarape.
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