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Durango y su Callejoneada

Durango y su Callejoneada

Cada domingo Durango es una fiesta. En las tardes, alrededor de las cuatro, desde la avenida “20 de Noviembre” y esquina Independencia, sale un desfile de gente que con su entusiasmo se encamina al cerrito del Calvario. La comitiva la preside Casimiro, un emblemático burrito que carga tinas de barro con agua para que los caminantes beban por el camino hasta que llegan hasta la cima del cerrito donde hay un anfiteatro muy al estilo romano, y no sé de qué caprichosa manera encaja dentro de aquel paisaje tan típicamente mexicano desde donde se divisa la cordillera de la Sierra Madre Occidental. Muchos visten de charros y chinas poblanas, y van a caballo precedidos por una banda. Les sigue el Mariachi Infantil y Juvenil, así como el Grupo de Danzas Ometochtli.
Una vez en el anfiteatro, que se colma de personas, comienzan las presentaciones artísticas. El recorrido desde la “20 de Noviembre” hasta el cerrito del Calvario y todo el espectáculo es lo que los duranguenses llaman “La Callejoneada”, que constituye todo un canto a la tradición de eso que todos conocemos como mexicanidad.
Es loable el apoyo que la municipalidad y del Estado de Durango otorgan a esta idea de la Maestra Lilia Santaella, fundadora y directora de la Escuela de la Música Mexicana del Gobierno del Estado de Durango. Gracias a Lilia, a quien me une un profundo sentimiento de amistad y hermandad, Durango tiene asegurado el rescate y conservación de buena parte de sus tradiciones. Ciertamente, “La Callejoneada” es un evento de sorprendente arraigo popular, extendido ya desde hace más de una década.
Esas tardes dominicales duranguenses resultan ensoñadoras, porque al tiempo que el sol lanza sus últimos rayos suena la música y se canta y baila. Mientras, en el lejano horizonte se vislumbra cómo fenece el día. Es un paisaje auténticamente mexicano matizado con una genuina expresión de arte popular.
Son muchos los que asisten a “La Callejoneada”, pero no es asunto que preocupe ya que todos, sin excepción, pueden disfrutar del delicioso brindis que se les ofrece, preparado amorosamente por las manos de familiares de los alumnos de la Escuela de la Música Mexicana, y con sus propios medios. Apenas comenzado el espectáculo artístico musical, ellos mismos reparten los deliciosos tamales, y algo después un suculento atole matizado con canela y cierto picantito de chile que le da su toque indiscutiblemente mexicano.
En muchos lugares de México se celebran callejoneadas, pero Durango ha conseguido un rescate y consolidación muy propios y originales gracias a la Escuela de la Música Mexicana del Estado. Con su inspiradora, la Maestra Lilia Santaella, profesores, alumnos, familiares y toda la comunidad duranguense alimentan una fiesta donde van de la mano alegría y cultura. Es cuando todo Durango se siente y reconoce como una gran familia en medio de esa inmensa patria que es para ellos México.

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